Tagged: Español
Cooperativismo abierto para la era P2P
Hoy presentamos un breve texto originalmente publicado en la web de la P2P Foundation por Michel Bauwens (fundador de la Foundation for P2P Alternatives (P2P Foundation), presagiando la visión de un nuevo tipo de cooperativismo acorde con la filosofía P2P. Dado que es el planteamiento con el que estamos forjando nuestra propia estructura cooperativista en Guerrilla Translation, son unas nociones muy especiales para nosotros.
Es cierto que las cooperativas son más democráticas que sus equivalentes capitalistas, basados en la dependencia salarial y la jerarquía interna. Pero las cooperativas que trabajan dentro del mercado capitalista tienden gradualmente hacia una mentalidad competitiva, e incluso si no es así, trabajan para el beneficio de sus propios miembros y no para el bien común.”
El movimiento cooperativo y las empresas cooperativas están en pleno resurgimiento aunque algunos de sus representantes más arraigados estén en declive. Este resurgimiento es propio de los vaivenes del cooperativismo, estrechamente relacionados con los propios vaivenes de la economía capitalista predominante. Tras la crisis sistémica del 2008, hay mucha gente buscando alternativas.
Aun así, no podemos limitarnos a observar los modelos antiguos y recrearlos. Hemos de tener en cuenta las nuevas posibilidades y necesidades de nuestra época, especialmente en relación a las ventajas que aportan las redes digitales.
A continuación, enumeraré varias ideas desde una perspectiva P2P, o entre pares, tal y como las estamos desarrollando en el contexto de la Peer to Peer Foundation.
Empecemos con una crítica de los modelos cooperativos tradicionales:
Es cierto que las cooperativas son más democráticas que sus equivalentes capitalistas, basados en la dependencia salarial y la jerarquía interna. Pero las cooperativas que trabajan dentro del mercado capitalista tienden gradualmente hacia una mentalidad competitiva, y aunque no sea así, trabajan para el beneficio de sus propios miembros y no para el bien común.
En segundo lugar, la gran mayoría de las cooperativas no crean, protegen, ni producen bienes para el procomún. Al igual que sus equivalentes con ánimo de lucro, normalmente trabajan con patentes y copyrights , favoreciendo así el cerco al procomún.
En tercer lugar, algunas cooperativas tienden a encerrarse en sí mismas en torno a su pertenencia nacional o local. Con ello, dejan el campo global libre a las grandes multinacionales con ánimo de lucro.
Tenemos que cambiar estas características, y podemos cambiarlas hoy mismo.
Estas son nuestras propuestas:
1. A diferencia de las empresas con ánimo de lucro, las nuevas cooperativas han de trabajar para el bien común, un requisito que debería figurar en sus propios estatutos y documentos de gobernanza. Esto conlleva que las cooperativas no pueden tener ánimo de lucro, que tienen que trabajar por el bien social y que todo lo anterior debería reflejarse en sus estatutos. Las cooperativas de solidaridad que ya funcionan en regiones como el norte de Italia y Quebec son un paso importante en la buena dirección. El modelo de mercado capitalista actual ignora las externalidades sociales y medioambientales, pasando la responsabilidad de regularizarlas al Estado. En el nuevo modelo de mercado cooperativo, las externalidades están estatutariamente integradas y son legalmente obligatorias.
2. A diferencia de las cooperativas cuyos miembros son las únicas partes interesadas, las nuevas cooperativas abrirán su gestión a múltiples grupos de interés. Esto supone que la condición de “miembro” ha de extenderse a otros tipos de membresía o que se necesitan alternativas al modelo de membresía tradicional, como el nuevo modelo de Fairshares.
3. La innovación más importante dentro del contexto actual es la siguiente: las cooperativas deben (co-)producir bienes para el procomún y estos bienes han de ser de dos tipos:
a. El primer tipo son bienes inmateriales. Es decir, bienes que utilizan licencias abiertas y compartibles, extendiendo así el proceso de innovación cooperativa a toda una comunidad global dispuesta a enriquecerlo mediante sus contribuciones. En la P2P Foundation hemos introducido el concepto de “licencias de reciprocidad basadas en el procomún”. Estas licencias están diseñadas para crear coaliciones de empresas éticas y cooperativas alrededor del procomún que co-producen. Los aspectos clave de estas licencias son: 1) Este procomún permite el uso no comercial 2) Este procomún permite el uso por parte de instituciones orientadas hacia el bien común 3) Este procomún permite el uso por parte de empresas con ánimo de lucro que contribuyen al procomún. La excepción radica en que aquellas empresas con ánimo de lucro que no contribuyen al procomún tendrían que pagar por el uso de la licencia. No se trata de una estrategia para generar ingresos, sino de una manera de introducir la noción de reciprocidad en la economía de mercado. Es decir, su objetivo es el de crear una economía ética, una dinámica de mercado no capitalista.
b. El segundo tipo es la creación de un procomún material. Aquí nos planteamos establecer sistemas de financiación orientados al procomún para, por ejemplo, fabricar maquinaria. Inspirándonos en las propuestas de Dmytri Kleiner, las cooperativas podrían emitir bonos mediante la contribución de todos los miembros de todas las cooperativas que forman parte del sistema, creando así un fondo comunal para la producción. La cooperativa que pide los fondos obtendría la maquinaria sin condiciones, pero los propietarios serían todos los cooperativistas que, con el paso del tiempo, obtendrían una renta básica derivada de los intereses obtenidos a través del fondo.
4. Finalmente, debemos abordar la cuestión del poder político y social a nivel global. Siguiendo la estela de la transnacional Sociedad Cooperativa de las Indias Electrónicas, proponemos la creación de filés globales. Una filé es un ecosistema global de empresas para facilitar la sostenibilidad del procomún y de la comunidad que contribuye a él. Funcionaría de la siguiente manera: imaginemos una comunidad global de diseño abierto que produce planos de maquinaria agrícola abierta (o cualquier otro producto o servicio imaginable). Esta maquinaria se fabricaría y se produciría mediante un sistema de micro-fábricas abiertas, distribuidas y situadas cerca de los lugares donde se utilizará la maquinaria. Pero estas micro-cooperativas no funcionarían de manera aislada, relacionándose solo a través de una comunidad global de diseño abierto “orientada hacia lo inmaterial”. Por el contrario, estarían todas conectadas entre sí como partes de una cooperativa global que abarcaría a toda la red de micro-fábricas. Estas filés, interconectadas y globales, serían el germen de una nueva modalidad de poder político social y global representativo de la economía ética. Las coaliciones empresariales éticas y las filés podrían volcarse en la coordinación post-mercantilista de la producción física, adoptando gradualmente prácticas de contabilidad y cadenas de producción abiertas.
En resumen, aunque las cooperativas tradicionales han jugado un papel importante y progresista dentro de la historia de la humanidad, tenemos que actualizar su formato para adaptarlo a la era de las redes mediante la introducción de una orientación P2P y del procomún.
Nuestras recomendaciones para la nueva era de cooperativismo abierto son:
1. Estas cooperativas han de estar estatutariamente (internamente) orientadas al bien común.
2. Estas cooperativas precisan modelos de gobierno que incluyan a todas las partes interesadas.
3. Estas cooperativas necesitan acometer activamente la co-producción de bienes materiales e inmateriales para el procomún.
4. Estas cooperativas han de organizarse social y políticamente de forma global, incluso en el caso de que su producción sea local.
Artículo traducido por Stacco Troncoso y editado por María Rodríguez – Guerrilla Translation!
Imagen “Ayrshire Autumn”de Graeme Law.
El dios que vive dentro del dinero
Peggy Nelson de HiLobrow entrevista a Douglas Rushkoff
- Traducido por Stacco Troncoso, editado por Susa Oñate – Guerrilla Translation!
- Imagen principal de la portada de Life Inc. de Douglas Rushkoff
- Artículo original, publicado en HiLobrow
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Wall Street está ocupada por una miniciudad de tiendas de campaña 1, mientras que los instrumentos financieros canalizan cada vez más fondos hacia quienes ya son ricos. ¿Cómo hemos llegado a una situación en la que las corporaciones parecen tener mayor acceso legal (y financiero) a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad que el ciudadano medio? ¿Cómo hemos llegado a una situación en la que el dinero es invisible y está informatizado, pero se distribuye de manera más desigual que nunca?
No cabe duda de que no hemos llegado aquí de la noche a la mañana. En su libro Life Inc.(Vida S.A.) el autor y “ecólogo mediático” Douglas Rushkoff documenta el auge imparable de la corporación, desde sus orígenes a finales de la Edad Media y a través de su adolescencia en la Revolución Industrial, para llegar a su madurez virtual y global de hoy en día. Life Inc. no ha perdido relevancia desde su publicación en el 2009, dada la generalización del debate público sobre la economía y la creciente necesidad de lograr una perspectiva precisa y a largo plazo.
En esta entrevista, Rushkoff apunta hacia los orígenes renacentistas de la corporación y explica cómo nos ha amoldado a su imagen y semejanza. También revela por qué el dinero lleva un Dios incorporado y nos advierte sobre lo que realmente estamos comprando al meternos en una hipoteca. Pero, más allá de la retórica y más allá de contemplar el pasado, Rushkoff mira hacia el futuro para ofrecer ideas tan prácticas como provocativas; ideas para des-corporatizarnos y ocupar mejor nuestras vidas.
Vaal tiene hambre, hay que dar de comer a Vaal 2
Peggy Nelson: La corporación no es un fenómeno reciente, se remonta a cientos de años atrás. ¿Cuál es la historia detrás del origen de la corporación? ¿De dónde vino y qué es exactamente?
Douglas Rushkoff: La corporación es resultado de dos innovaciones: la creación de una moneda centralizada y la creación de los monopolios privilegiados. A finales del siglo XIV, las clases altas –la aristocracia y los antiguos señores feudales– se estaban volviendo cada vez menos prósperos en relación a la gente normal. El incremento en la producción de la clase mercantil y de la gente que vivía en pueblos grandes y ciudades contrastaba con la disminución de la riqueza relativa de la aristocracia. Y esto suponía un problema: los aristócratas querían salvaguardar el sistema que tan buenos frutos les había dado durante quinientos años y en el que no tenían que “hacer nada” para ser ricos. De ahí les vino la idea de invertir de forma pasiva en las industrias de otros.
Digamos que soy el monarca. Si quiero ganar dinero a través de tu compañía de transporte marítimo, ¿cómo te convenzo para que me dejes invertir? Bueno, pues utilizo el poder que tengo como monarca para escribir un acta. Esto significa que yo te doy el monopolio de un sector y tú, a cambio, me das un 30% de las acciones de la compañía. El mercader elegido se libra de la competencia y obtiene protección ante la bancarrota, mientras que el rey recibe lealtad, dado que los monopolios de los mercaderes dependen de su permanencia en el trono. No le importa si unos pocos dentro de la clase mercantil se hacen tan ricos como él siempre que, como resultado, pueda seguir agrandando su propia riqueza.
Pero no estamos hablando aquí de la promoción del capitalismo de libre mercado. Se trata de la promoción del monopolio, de aquel capitalismo que no tiene que ver con el mercado. Supuso la inclusión de una serie de actores y una serie de sistemas que no tenían nada que ver con el mercado libre, y eso cambió la predisposición de los mercaderes para alejarles de la innovación. Dicho de otra forma, pasaron del, “¿cómo puedo innovar y mantener mi ventaja competitiva?” al “¿cómo puedo extraer riqueza del ámbito que controlo?”.
Entonces tenderían al conservadurismo, dado que querrían mantener lo que tenían sin arriesgarse a perderlo.
Conservadores en ese sentido, pero rapaces en otro. Digamos que ahora controlo las colonias. Mi objetivo es extraer su riqueza; quiero impedir que sus habitantes creen cualquier tipo de valor propio. Me parece muy bien que los colonizadores planten algodón, pero van a utilizar mis semillas, mis herramientas agrícolas, todo lo que van a utilizar es mío. Si eres granjero, te daré permiso para plantar el algodón, pero me lo tendrás que vender a mí y al precio que te imponga. No te permitiré convertir ese algodón en tejido. Fabricar es sinónimo de creación de valor. Y ahora vas a… ¿¡cómo se te ocurre!? ¿¡Que lo vas a convertir en ropa!? ¡Si esa ropa me la podrías haber comprado a mí! No, no, de eso nada, todo ese algodón es para mí. Lo voy a cargar en mi barco para traerlo a Inglaterra. Entonces, la fábrica textil, que es otro monopolio privilegiado del rey, convertirá el algodón en ropa para transportarlo de vuelta y vendértelo… con beneficios.
Entonces ¿siempre se trata de cultivos de exportación?
Así es, y si te niegas a ello, me lío a tiros.
¡Y lo hicieron!
¡Vaya si lo hicieron!
Rehabilitando la Edad Media sin ayuda de nadie
Por tanto, y durante tres siglos, la clase media y la clase mercantil tuvieron mucho éxito. Ciudades que habían estado sujetas a un feudalismo estricto —y que estaban hechas polvo desde la caída del Imperio Romano— empezaron a ganar independencia. Todo ello dependía de la utilización de las monedas locales —recibos de la cosecha– que la gente empleaba para sus transacciones. Serían el equivalente de lo que hoy en día llamamos monedas “caducas” 3 y se generaban a través del esfuerzo propio. Las comunidades crearon tantísimo valor que ni siquiera sabían qué hacer con él. Así que empezaron a invertir en infraestructura, en molinos de viento y de agua, y también en su futuro, construyendo catedrales y otras atracciones turísticas.
¿El dinero para construir las catedrales no provenía de Roma?
Resulta que no. El Vaticano y la Sede romana no construyeron las catedrales. Estas se financiaron a través de las monedas locales –un tipo de dinero muy distinto al que utilizamos hoy en día– que, como he dicho, estaban basadas en la cosecha, una comodidad que va perdiendo valor con el tiempo. La cosecha o bien se descomponía, o se la comían las ratas, o era muy cara de almacenar. Por tanto, había que gastar ese dinero lo antes posible, antes de que se devaluara. Y cuando la gente no para de gastar mucho dinero, la consecuencia es una economía que crece muy rápidamente.
Ahora, y a diferencia de una economía capitalista donde el dinero se acumula, en el caso de las monedas locales el dinero circula constantemente. Un mismo dólar puede dar de comer a tres personas, en vez de solo a una. Había tal cantidad de dinero en circulación que tuvieron que ingeniárselas para ver qué hacer con él, cómo volver a invertirlo. Ahorrar dinero no era una opción factible, no podías meterlo en el banco para que creciera porque, en vez de crecer, menguaría. Por eso pagaban tan bien a los trabajadores y acortaron la semana laboral hasta cuatro días por semana, y en algunos casos tres. E invirtieron en el futuro a través de la infraestructura; y empezaron a construir catedrales. No podían construirlas todas a la vez pero se lo plantearon con una perspectiva muy a largo plazo: la inversión de tres generaciones daría lo suficiente como para construir toda una catedral y sus bisnietos vivirían en una ciudad próspera. Así se construyeron las grandes catedrales, como la de Chartres. De hecho, algunos historiadores describen el final de la Edad Media como “La Edad de las Catedrales”.
Disfrutaban del mejor nivel de alimentación de la historia de Europa; las mujeres inglesas eran más altas de lo que son hoy en día y los hombres eran más altos que en cualquier otro periodo de la historia, hasta los años 70 u 80 del siglo pasado (el incremento reciente en el nivel de crecimiento se debe sobre todo a la introducción de hormonas en la cadena alimenticia). Aun así, la esperanza de vida estaba por debajo de la de hoy en día y carecían de medicina moderna, pero la gente de esa época disfrutaba de mejor salud y era más fuerte, aunque jamás se hable de ello hoy en día.
Eso ocurrió justo antes del nacimiento de la corporación y los monopolios privilegiados originales, antes de la creación de la moneda centralizada y la prohibición de las monedas locales. La centralización de todo esto empezó a provocar grandes cambios.
Parece que el oscurantismo de la Alta Edad Media no era tan oscuro como dicen.
Sí, creo que es pura desinformación. No soy muy dado a las teorías conspiratorias en temas como estos, pero creo que el motivo por el que celebramos el Renacimiento como el punto álgido de la cultura occidental tiene que ver más que nada con el marketing . Los monarcas renacentistas y los Estados-nación, junto a los poderes de la Era Industrial que les siguieron, no han dejado de beneficiarse de esta re-caracterización de una de las civilizaciones más prósperas de la historia de la humanidad como una época oscura, horrible y azotada por la peste bubónica.
Históricamente hablando, la peste sólo se extendió tras la invención de los monopolios privilegiados y la imposición de la moneda centralizada. Esta se convirtió en la única modena legal y, 40 años más tarde, llegó la epidemia. Así de rápido empobreció la gente. Ya no se les permitía beneficiarse de la tierra. Supuso el cambio de un modelo basado en la abundancia a uno basado en la escasez; de una economía basada en la producción anual de cosechas a una basada en el oro que el rey ponía en circulación.
Es una manera totalmente distinta de entender el dinero. La tierra deja de ser un terreno en el que los campesinos pueden cultivar comida, para convertirse en una inversión, en un activo de los ricos. Ya convertido en activo, empezaron con los cercamientos y las particiones de tierra. Eso significa que ya no permitían que la gente cultivara en las tierras comunales, imposibilitando el que siguieran viviendo de la agricultura de subsistencia. Si no te permiten practicar la agricultura de subsistencia, te tienes que buscar un trabajo y, por tanto, te vas a la ciudad para ponerte a disposición de un jefe que sólo quiere mano de obra barata y no cualificada para su proto-fábrica. Traes a toda la familia adonde está el trabajo, a la miseria, a un lugar abarrotado de gente y empobrecido, el caldo de cultivo perfecto para la peste y la muerte.
Hay un dios, y está presente en todo el dinero
¿En qué estaba basado el dinero que emitía el rey? Si la otra moneda estaba basada en la cosecha, supongo que tendría una relación directa con la cantidad cosechada y, dado que esta se va pudriendo, la moneda se degradaría con ella…
¿La moneda del rey? Ni siquiera se trataba de oro: lo que fundamentaba esa moneda era el imprimátur del rey. Era la moneda del reino porque tenía su cara estampada en ella.
Eso es muy abstracto.
Lo es. Y, dado que la gente no se creía esa abstracción, porque estaba acostumbrada a que los recibos de la cosecha estuviesen basados en algo real, se necesitaban metales preciosos para legitimar la moneda del rey: plata u oro; tenían que utilizar algo valioso para que la gente creyera en ella.
Ahora, pasemos a la década de 1970. Después de cuatro o cinco siglos con esa creencia, Nixon se dio cuenta de que, ahora que la gente se lo cree, la moneda puede dejar de basarse en el metal para fundamentarse directamente en esa creencia. Fue entonces cuando empezaron a poner “confiamos en Dios” en los billetes, justo cuando se desligó del patrón oro.
¿Esa frase no había estado ahí siempre?
No, estaba en las monedas, pero no en los billetes. A fin de cuentas, lo único que queda es la creencia.
Seamos todos independientes… unidos
¿Cómo encaja la idea del individuo en relación a estos hechos?
El corporativismo, con su impulso de la competencia entre individuos frente a fondos y recursos escasos, allanó el terreno para el individualismo y para un concepto exacerbado del ser. Soy “ecólogo mediático”, veo la sociedad y los medios como una ecología donde los cambios en un aspecto reflejan los cambios en otro. La noción del individuo se inventó, o reinventó, en el Renacimiento. Por eso fue, en parte, un renacimiento, un renacer de viejas ideas, el renacimiento de los ideales griegos. La definición griega de la persona —que siempre había sido “el ciudadano”, es decir, “el individuo en relación al Estado”— se remodeló en la de “el individuo”.
El primer individuo de la literatura renacentista fue el Doctor Fausto, que representa los límites extremos de la avaricia. Aquí nos encontramos con el nuevo individuo; ya no es ciudadano de una ciudad-Estado sino un individuo con perspectiva propia en relación a su entorno. El renacimiento trajo consigo la introducción de la perspectiva en la pintura y eso supone que el individuo es un ser autosuficiente y que su punto de vista es importante. También trajo consigo la lectura y eso supone que el individuo puede sentarse a solas en su estudio para tener una relación propia con la Biblia, en vez de reunirse en la plaza del pueblo o en la iglesia para que el cura le lea la Biblia, como parte de la congregación. Por una parte se trata de una bellísima celebración de la perspectiva y la consciencia individual pero, por otra, todo se debe al contexto de una nueva economía donde los individuos compiten entre sí para obtener trabajo, recursos, tierras y dinero escasos.
De acuerdo, y ahora te pregunto: ¿qué pasaba con los artistas?
Los historiadores dicen que los mecenas que patrocinaban a los grandes artistas fueron de lo mejor que ocurrió durante el renacimiento. Pero, antes del renacimiento, no necesitabas de ningún “mecenas” para ser artista. De hecho, podías vivir en la ciudad, dedicarte a lo tuyo, y ser un gran artista. El modelo renacentista del arte y el comercio no estaba basado en una condición universal preexistente. Cierto, el Vaticano podía encargar que se pintara una basílica, pero… sería muy interesante ver qué hubiera sido de Leonardo da Vinci o Miguel Ángel si, en vez de formar parte de una burocracia centralizada, hubieran trabajado como artistas independientes de andar por casa. Quizás hubieran sido incluso mejores artistas… nunca se sabe.
Llegados a este punto, ya tenemos individuos y corporaciones reconocibles.
La moneda del rey, o moneda centralizada, es la moneda del monopolio. El rey declaró que las monedas caducas eran ilegales. ¿Por qué? En primer lugar, es mucho más fácil aplicar impuestos a una moneda centralizada. Segundo, el rey podía restar la cantidad de oro que respaldaba a la moneda sin mayor inconveniente, podía restarle valor en función de sus deseos. Finalmente, dado que se trata de una moneda basada en la escasez, todo el mundo tiene que competir para obtenerla. Es una forma de ayudar a que los ricos amasen más poder sólo por el hecho de tener dinero, no por lo que puedan gastar, sino por lo que puedan acumular.
Y el dinero se convierte en un recurso.
Se convierte en un recurso por sí mismo. De hecho, es un recurso abstraído, literalmente es un derivado, se trata del primer derivado. La centralización hace que el dinero deje de ser una representación de algo real para convertirse en una clase de activo derivado. Hoy en día vivimos en una economía basada en los derivados financieros y nos ha llegado por medio de la banca centralizada. Ahora, prácticamente todo el mundo cree que los bancos inyectan dinero para impulsar la economía y que la mejor forma de arrancar un negocio es pidiendo un préstamo bancario. Pero, cómo se crea el dinero… pues, literalmente se crea gracias a los préstamos. Pero, por cada dólar creado mediante un préstamo, por cada dólar que ganas, existe un negativo en algún balance general en algún sitio.
¿La deuda va incorporada desde el principio?
Es que es deuda, el dinero que utilizamos es deuda. Funciona de la siguiente manera: para montar un negocio pides un préstamo de 100,000 $ al banco. Esto supone que vas a tener que devolver al banco, digamos, unos 200,000 $ o 300,000 $ cuando termines de pagarlo. ¿Y de dónde salen los otros 200,000 $? Salen de otra persona que también ha pedido un préstamo bancario de 100,000 $. ¿Y de dónde va a sacarlo? O bien acaba en la bancarrota, porque no puede devolverlo, o, de lo contrario, pide prestados otros 200,000 $ al banco. Entonces, tendrá que devolverlos, y con intereses. Al final ya ha pedido prestados un total de 300,000 $ y tendrá que devolver 900,000 $.
La masa monetaria tiene que crecer en función del interés. Hacemos negocios y obtenemos ingresos a un ritmo determinado e impulsado por la estructura de la deuda de la empresa, en vez de por la oferta y la demanda. A esto se refería Adam Smith. Adam Smith no era un libertario de libre mercado, no era un industrialista corporativo, tal y como le pintan en The Economist o en el Wall Street Journal. Smith dijo que las economías sólo funcionaban a cierta escala, que sólo funcionaban localmente, ya que vivía en un mundo donde todo el mundo era granjero. Y odiaba a las corporaciones, igual que odiaba al gobierno central, porque sabía que, a fin de cuentas, una economía basada en el interés no funciona. Y esto se debe a que la deuda no es un producto real. Ahí no hay nada. Nada. Pero se inventó precisamente para eso. La economía basada en la deuda se inventó para que quien ya tuviera dinero pudiera enriquecerse por el mero hecho de tenerlo, sólo sirve para eso. No digo que sea algo malévolo, sólo es una idea. La cuestión es que no funciona. Si la cantidad de personas que quiere ganar dinero solo porque lo tienen crece hasta tal punto que hay más gente dedicándose a eso que a producir cosas, la economía colapsará tarde o temprano.
Suena a una gran estafa piramidal.
¡Es que es una estafa piramidal! Ninguna de las compañías de las que estamos hablando son lo que aparentan ser, sólo son nombres adosados a una deuda. General Motors es el nombre de una deuda, Sony es el nombre de una deuda.
El New York Times…
…también es el nombre de una deuda. Todas son sociedades anónimas con acciones en bolsa, sujetas a índices de costo-beneficio. Por un lado están las acciones emitidas y, por otro, está el negocio en sí. Se trata de dos cosas distintas. En vez de ser una inversión en la compañía, las acciones son más bien un lastre para el sistema. Algún día tendrán que devolver todas esas deudas.
Yo, yo mismo, y mi corporación
La deuda también tiene un componente emocional. Con eso quiero decir que, si estás endeudado conmigo, estás endeudado para siempre… o sea que ponte a trabajar de una vez y déjate de tonterías.
Poco a poco, con el tiempo, las corporaciones han querido extraer cada vez más valor de las personas, ya sea como trabajadores o como consumidores y, finalmente, como accionistas e inversores en nuestros propios planes de jubilación. En esencia, hemos externalizado nuestras propias vidas. Externalizo mi trabajo a una compañía. Externalizo mi consumo a una compañía; voy a Wal-Mart, después voy al Costco. Externalizo mis inversiones y mis ahorros a compañías, se los doy a Citibank, en vez de al banquero local, o a mi cooperativa financiera, o a mi restaurante, o a mis hijos, o a mi catedral. Todas nuestras interacciones están mediadas por las corporaciones – yo no trabajo para ti, ni tú trabajas para mí.
Hablemos de distintos tipos de valor. Ahora mismo utilizamos el dinero y lo medimos todo con esta métrica de color verde. Pero, como ya sabemos, existen otros tipos de valor, como son las relaciones personales; hay otras maneras de medir el valor…
Tenemos formas distintas de experimentar el valor, pero son muy difíciles de medir. Creo que, en el clima actual, todo aquello que la gente podría o debería valorar provoca ansiedad y nerviosismo.
¿En qué sentido?
Estar con un amigo, por ejemplo… De acuerdo, sólo me siento con un amigo si me he tomado un Paxil 4 o algo así, dado que parece que nos han aculturado para huir de la socialización. Solo puedo echar el rato contigo porque estamos trabajando, ¿no?
Claro, porque es productivo.
¡Y tan productivo! Y podemos medirlo porque se está grabando, ¿sigues grabando, no?
Estás diciendo que el dinero no tiene un valor imparcial.
No es sólo que el dinero no tenga un valor imparcial, sino que nuestro dinero ni siquiera es un dinero imparcial. La moneda que empleamos no es el único tipo de dinero que existe. Existen otros tipos, igual que existen otros medios de comunicación distintos, y todos fomentan comportamientos distintos. Los ordenadores estimulan ciertos comportamientos, la televisión fomenta ciertos comportamientos. Una moneda basada en oro promueve ciertos comportamientos, una moneda centralizada fomenta ciertos comportamientos y una moneda local y caduca basada en la cosecha estimula otro tipo de comportamientos. El dinero que utilizamos hoy en día conduce a un comportamiento muy específico y no es casualidad: conduce a la acumulación. Es una moneda que acumula interés con el paso del tiempo, por tanto es preferible acumularla antes que gastarla. Y eso está bien si esa es la herramienta que necesitas.
Pero, quizás, también tendría que haber otras herramientas en esa caja…
Es como si sólo tuviéramos un martillo y nos quejáramos de lo que nos cuesta atornillar cosas. La moneda centralizada favorece mucho la competición, es realmente perfecta para las grandes compañías. Wal-Mart y Citibank pueden conseguir dinero a menor coste; cuanto más grande eres, más cerca estás del almacén. Y los grandes no quieren monedas locales, no les interesa la creación de valor desde abajo ni el dinero basado en el trabajo —un dinero que se crea a través del esfuerzo en vez de los préstamos— dado que eso reduciría su monopolio sobre los medios de intercambio.
El problema de autodescribirnos según nuestro trabajo, o nuestro socialismo, o nuestra clase económica, es que la economía y el dinero que utilizamos sólo representan una parte de nuestro ser.
Claro, yo creo valor, pero ese valor que creo para mi comunidad va más allá de mi labor como panadero, por ejemplo. No sólo soy sastre. También soy el tipo que cuenta los mejores chistes en las fiestas, soy el tipo que tiene una hija preciosa…
Nunca son aspectos aislados, ni se pueden medir con una sola métrica.
Hogar, dulce brico-hogar
Desde la década de 1920 hasta la de 1970, se desarrolló toda una iconografía para convertir a las corporaciones en los héroes del pueblo. En vez de comprar cosas a gente que conozco, ahora confío más en el hombre de Quaker Oats 5 de lo que confío en ti. Esto es consecuencia de las campañas de relaciones públicas y del desarrollo de esta profesión.
¿Crees que la evolución de las relaciones públicas surgió naturalmente o que fue algo premeditado para asegurar que las cosas no se salieran de madre?
Tuvieron que hacerlo para que las cosas no se salieran de madre. Los avances más significativos en lo que a relaciones públicas se refiere siempre han coincidido con momentos de crisis. El movimiento obrero es un buen ejemplo; más allá de que la situación laboral fuera abominable, hay que señalar que la gente veía que la situación laboral era abominable. Surgió así la necesidad de reescribir la narrativa para que la gente pensara que los activistas del movimiento obrero eran personas malvadas y aterradoras. Todo para incitar a la gente a mudarse a los suburbios, a la periferia, y aislarse de esta vorágine de obreros, de “las masas”. O, volviendo al ejemplo de los Quaker Oats, antes la gente veía con desconfianza los productos que llegaban de fábricas lejanas. Aquí tenemos una caja de cartón normal y corriente, la han transportado desde muy lejos ¿por qué comprar esto en vez de comprárselo a alguien a quien conozco de toda la vida? Los medios de comunicación de masas son imprescindibles para hacerte desconfiar de tu vecino, proyectar esa confianza a una entidad abstracta, la corporación, y creer que deparará un mañana mejor y todas esas cosas.
Lo empezaron a amañar más exageradamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados regresaban a casa. Franklin D. Roosevelt estaba compinchado con los de relaciones públicas. Los veteranos traumatizados volvían de la guerra y todo el mundo sabía que estaban totalmente jodidos y aterrorizados. Por aquel entonces ya sabíamos lo suficiente de psicología y psiquiatría para darnos cuenta de que estaban dañados, que sabían utilizar las armas y que… ¡eso era un problema! Si los veteranos hubieran regresado al mismo movimiento laborista que dejaron atrás antes de la Segunda Guerra Mundial, se habría provocado la hecatombe. Entonces se les ocurrió darles casas, hacerles sentirse bien, y eso provocó la creación de Levittown 6 y otros proyectos cuidadosamente diseñados con la ayuda de psicólogos y sociólogos. Vamos a meter a los veteranos en una casa, vamos a celebrar la familia nuclear.
Y el hogar deja de ser un compendio de relaciones para convertirse en un objeto.
La definición actual de hogar es sinónimo de “mi vivienda” cuando, anteriormente, significaba “el sitio de donde soy”. Nueva York es mi hogar, ¿cuál es el tuyo?
Claro, de dónde soy.
¿De dónde eres? No ¿en qué “estructura” vives? Pero tuvieron que redefinir el concepto de “hogar” y se gastaron mucho dinero público para lograrlo. Construyeron casas en vecindarios específicamente diseñados para aislar a las personas entre sí y prevenir que los hombres en particular se reunieran y organizaran en grupos. Estas urbanizaciones no tienen salas de reunión ni de fiestas. Querían tener a los hombres pendientes de sus jardines, que tuvieran tres árboles frutales y fueran expertos en bricolaje. Para la mujer, pondremos la cocina en la parte de atrás, para que pueda vigilar a los niños jugando en el patio trasero.
Y, dado que no hay porche, ya no ves pasar a los vecinos.
Todo tenía que ser individual, ¡y estaba todo planeado! Nadie va a seguir siendo un revolucionario si tiene que pagar una hipoteca. Con tal cantidad de deuda, ya es partícipe del sistema. Cierto es que se ha llevado la peor parte de la economía basada en el interés, pero de aquí a 30 años puede ser propietario de su propia casa.
La libertad no sale gratis
Hablemos de tecnología. En lo que a administrar un sistema de bienes y servicios compartidos se refiere, internet puede ser bastante útil. Pero también da la impresión de que internet, y las máquinas y la tecnología en general, conllevan el riesgo de desplazar las relaciones verdaderas y podría suponer un obstáculo. ¿Dónde te sitúas en relación a estas ideas?
Para mí, la palabra que mejor describe lo digital es “discreción”. Por ejemplo, hablemos de sonido. Si nos fijamos en un sonido, por mucho que lo examinemos de cerca, sigue siendo algo real. Siempre podremos descubrir más fidelidad, más información. Si lo escaneo o lo convierto en un sample, he cogido ese sonido que existía en el mundo real para convertirlo en un número. Aquello que era un hecho en la naturaleza, en el mundo, se ha convertido en un número. Es un derivado de la realidad. Ese número encapsula toda la métrica y toda la información referente a ese sonido que soy capaz de incluir. Ahora puedo hacer copias de ese número y manipularlas. En este sentido, tenemos más opciones. Pero, en lo que al sonido original se refiere, el número sólo puede reproducir lo que yo le he dicho que reproduzca.
Sólo conoce lo que se supone que tiene que medir.
El proceso de reproducción también está ligado a la velocidad de muestreo, algo que, por necesidad, deja cosas fuera. Aunque la velocidad de muestreo sea muy buena —a nivel de super-mp3— y vaya más allá de mi capacidad auditiva consciente, sigue existiendo un espacio entre los samples. Lo mismo ocurre en un tubo fluorescente: hay un espacio entre destello y destello.
Ahora, la pregunta práctica es si es exactamente igual o no. Argumentaría que en muchas situaciones prácticas, sí es prácticamente igual, pero no puede decirse lo mismo de todas las situaciones prácticas. Es una recreación de una cosa, una aproximación y, sin meterme en rollos espirituales y hablar del Prana, del Chi y todo eso, sí que hay una diferencia.
Cuando tenía que investigar algo en la secundaria, me iba a la biblioteca a buscar un libro. Era imposible no ver los otros veinte libros que había en la estantería, pues tenía que leer el título en el lomo de veinte libros antes de encontrar el mío. Leyendo esos veinte lomos veía cosas que, quizás, no hubiera visto de otra manera y esto me daba ideas aleatorias para mi investigación, no predeterminadas. Veía esas cosas gracias al hecho de que algún bibliotecario, un ser viviente que había pasado por ahí, había tomado una serie de decisiones condicionadas por su trayectoria y sus influencias, además del caos típico de la vida cotidiana. Mientras tanto, si estoy en un entorno digital y ya sé qué libro quiero, lo escribo en Google y lo encuentro. No hay ningún otro.
Es como si esa libertad de elección tan concreta formara parte de un entorno muy controlado.
Sí, ¿de qué gama de elecciones dispongo? ¿Y quién determina esa variedad? La gente ni siquiera se da cuenta de esto. Por eso, cuando me fijo en la tecnología, digo: “Genial, cualquiera puede escribir en la red pero, la mayoría, no sabe programar”. Es decir, podemos introducir un texto en el recuadro donde se escribe en el blog, pero no estamos pensando en las predilecciones que son parte de la arquitectura de un blog diario y que tienden hacia reflexiones cotidianas cortas, que no a la introspección…
Fíjate en las comunidades online. Voy a hacer migas con otra persona que tiene un Mini rojo del 2004 con techo corredizo, igual que el mío, en vez de hacerlas con mi vecino, que tiene un coche distinto; voy a buscar esa afinidad perfecta. Pero eso no es una relación verdadera, eso es una relación digital y es algo muy concreto. Las comunidades específicas no tardan en degenerar hacia comportamientos conformistas.
Por eso es un paraíso del consumidor, porque verdaderamente ensalza el concepto de grupos de afinidad cada vez más particularizados, elecciones de consumo cada vez más particularizadas.
La vida derivada, un (des)Reality Show
Uno de los temas recurrentes que encontramos en el libro es que todo lo que aparenta tener sentido común en nuestra realidad —la economía, el dinero, lo que compramos y nuestros trabajos— es, en realidad, ciencia ficción. No vivimos dentro de una estructura económica “natural”, nos la hemos inventado.
La verdad es que tiene bastante que ver con Baudrillard. Solíamos vivir en un mundo real donde creábamos valor y comprendíamos ese valor mutuo que habíamos creado como individuos y grupos. Más adelante, nos desconectamos sistemáticamente del mundo real: de nosotros mismos, de los demás y del valor que creamos, para reconectar con un paisaje artificial de valores derivados de trabajar para corporaciones, dioses falsos y todo eso. En cierto sentido, es como los tres pasos de la vida en el simulacro de Baudrillard.
Llegados a este punto, y como diría Borges, hemos confundido el mapa con el territorio. Hemos confundido nuestros empleos con el trabajo. Hemos confundido nuestras cuentas bancarias con los ahorros. Hemos confundido nuestros planes de pensión con el futuro. Hemos confundido nuestras propiedades con nuestros bienes, y nuestros bienes con el mundo. Tenemos estos sitios que habitamos y que se convierten en propiedades que nos pertenecen. Después se convierten en hipotecas que debemos y después se convierten en préstamos respaldados por hipotecas financiados por nuestras pensiones, y después se convierten se convierten en paquetes de deuda, y suma y sigue.
Hemos estado viviendo en un mundo donde cuanto más lejos intervengas dentro de esta cadena de abstracciones, más riqueza tendrás.
La vía de escape
Entonces, dado que este sistema lo hemos creado nosotros, ¿no podríamos crear algo distinto?
Claro, ese era el objetivo inicial del código abierto. Creo que todos los aspectos de la intencionalidad y de la experiencia humana son, a fin de cuentas y si así lo elegimos, de código abierto. Por eso me interesé por la religión y el dinero, porque me parecieron los dos ámbitos donde la gente no aceptaría una premisa de código abierto. La religión… pues claro que no, ¡son verdades sagradas! Pero yo argumento que el judaísmo, en su concepción original, era una religión de código abierto. Escribí un libro sobre ello —se llama Nothing Sacred 7 — que fue y sigue siendo controvertido. Porque, si la Tora está abierta a la interpretación, si se trata del documento bello, multifacético, hiper-textual e hiper-dimensional que creo que es, entonces está a disposición de cualquiera. ¿Qué pasa entonces con la propiedad de la tierra, con el Estado israelita?
El dinero, cómo no, es el otro aspecto importante, sigue siendo la única cosa que no te dejan reproducir.
¿Has visto en algún sitio la reaparición de esa idea de la moneda dual, tan propia de la Edad Media?
Hemos visto su reaparición desde hace 10 o 20 años en sitios como Ithaca (Nueva York) y Portland (Oregón); sitios con comunidades alternativas y hippies y frikis y aparcamientos dedicados a los Grateful Dead y ese tipo de cosas. Podían experimentar con monedas locales porque tenían gente lo suficientemente rara como para aceptarlo.
Recientemente, y después de la recesión económica en Japón, las monedas duales han empezado a arraigar en comunidades no “alternativas”. Todo el mundo tenía tiempo pero nadie tenía dinero. Todo el mundo estaba dispuesto a trabajar pero no había compañías para darles trabajo. Y, dado que la única forma de trabajar que conocemos es externalizando nuestro empleo a una compañía, las cosas pintaban mal.
Una de las necesidades principales era dar asistencia social a los abuelos y bisabuelos que vivían fuera de las grandes ciudades. Nadie podía permitirse contratar a un asistente, a gente que les bañara, les diera paseos, les inyectara la medicina, el intravenoso o les pusiera el orinal. Entonces, si no puedes permitirte pagar por esos servicios, ¿qué haces? Y lo que hicieron fue implementar un sistema des-localizado de moneda complementaria donde te prestas como voluntario para cuidar de una persona mayor en tu zona durante cierta cantidad de horas. A cambio recibes cierto número de créditos que, más adelante, puedes utilizar para que alguien que viva cerca de tus abuelos pueda cuidar de ellos. ¡No había intercambio monetario! Es una moneda que, literalmente, se ha creado a partir del trabajo. Incluso después de que mejorara la economía y de que la gente recuperara sus seguros médicos, los ancianos preferían a los asistentes sociales que venían de la comunidad, y no a los que les mandaban las compañías.
Ahora se avecina algo similar en Estados Unidos, en los sitios donde las cosas van especialmente mal: Detroit, Lansing, Cleveland. Son ciudades que tienen recursos humanos, tienen terrenos y fábricas viejas. Tienen tiempo, tienen energía, pero no tienen dinero, ni son un reclamo para las corporaciones. ¿Qué opción les queda? Implementar una moneda local, hacerse favores mutuos. Yo te arreglo el coche y tú me devuelves el favor más adelante.
Promover negocios que dependen de un préstamo bancario es como decir que no confías en modelos de negocio sostenibles. Cualquier negocio que haya arrancado con un préstamo no es un negocio sostenible, porque ya está metido en el carrusel de la deuda y del interés. Esto es lo que le sigue confundiendo a Obama. Debería decir, “Mirad, ya sé que la crisis económica es real; hay préstamos e hipotecas pero vamos a hacer algo al respecto. Lo más importante es que, en vez de gastar 5 billones de dólares del dinero de vuestros bisnietos en estos banqueros que la han cagado, vamos a ver cómo podemos gastar un pelín de dinero para reeducar a las comunidades sobre un desarrollo económico real y sostenible.”
¡Y es fácil! Cuando hablo con economistas, o con banqueros, todos me dicen: “Bueno, eso no funcionaría. Para que ocurra todo eso necesitas un banco que invierta en la comunidad.”
Pero la verdad es que no. No necesitas ningún banco.
Guerrilla Translation/Relacionado:
“El objetivo del juego no es tener un juego con objetivo”/ Douglas Rushkoff
¡El capitalismo me funciona! Verdadero/Falso/ Steve Lambert
Retomando el Mundo/ Douglas Rushkoff
Notas del equipo de traducción.
1. [La entrevista original se publicó en noviembre del 2011, pocas semanas antes del desalojo de Zucotti Park.]↩
2. [“Vaal” es un monstruo de un episodio de la serie original de Star Trek que requiere los servicios constantes de sus “alimentadores”, los nativos de un planeta visitado por el Enterprise. Más información en este enlace.]↩
3. [Es decir, con una tasa de sobrestadía inherente.]↩
4. [“Paxil” es el nombre comercial de un fármaco antidepresivo e inhibidor selectivo de la recaptura de serotonina. Más información en este enlace.]↩
5. [Se trata del personaje que aparece en el logotipo de un tipo de copos de avena estadounidense para el desayuno. El logotipo lo diseñó Saul Bass, más conocido por sus secuencias de títulos de películas en los sesenta. Aquí tenéis más información sobre el Quaker Oat Man.]↩
6. [“Levittown” es el ejemplo arquetípico del suburbio norteamericano. Aquí tenéis un recuento histórico crítico sobre su creación.]↩
7. [ Nada sagrado en español. Aquí está la web del libro]↩
.
¿Qué es el procomún?
Helene Finidori/ Gemeingüeter Germany
- Texto traducido por Carmen Lozano Bright; vídeo traducido y subtitulado por Stacco Troncoso. Editado por Arianne Sved – Guerrilla Translation!
- Ilustración de Enrique Flores
- Artículo original. Vídeo original
El procomún (o los comunes) se puede explicar como un sistema social que relaciona íntimamente a las personas o partes interesadas con sus recursos y con las formas participativas en las que los gestionan/producen y cuidan de ellos.
Si hace poco nos preguntábamos “¿Qué es el P2P?” hoy nos centramos en otro término importante que mucha gente no acaba de entender: el “procomún”. Para explicarlo, cedemos la palabra a Helene Finidori, coordinadora de Commons Abundance Network, un colectivo de investigación y colaboración con la noble misión de crear una nueva economía de la abundancia basada en el procomún. A modo de aperitivo, incluimos un video de animación creado por Gemeingüeter Germany, un colectivo alemán dedicado a la difusión y defensa del procomún.
(Para activar la pista de subtítulos, pulsad el botón rectangular de la parte inferior derecha y elegir “Spanish – (Spain) -Guerrilla Translation!”)
La lógica del procomún para construir una ciudadanía y una justicia globales a múltiples niveles y escalas.
El procomún (o los comunes) se puede explicar como un sistema social que relaciona íntimamente a las personas o partes interesadas con sus recursos y con las formas participativas en las que los gestionan/producen y cuidan de ellos.
El procomún puede ser descrito de varias maneras y a través de diversas dimensiones. Las tres que se explican a continuación funcionan conjuntamente, como un todo:
- Como objeto, el procomún es la riqueza común, el conjunto de bienes que heredamos o creamos, utilizamos y modificamos, que sirven para nuestro sustento (recursos naturales, sociales y culturales, la diversidad genética y biológica, el conocimiento, etc.) y que transmitimos a las generaciones futuras. Estos bienes deben ser cuidados y (re)generados, y deben ser indiscriminadamente accesibles para el mayor número de personas posible. Por eso mismo, deben ser protegidos de las apropiaciones, la sobreexplotación, el agotamiento y el abuso.
- Como práctica, el procomún es la escala común de valores de la cual formamos todos parte integral; la cultura y las relaciones que construimos entre nosotros así como con los recursos y con la tierra; las maneras de estar y hacer en común (los cuidados, el reparto, la preservación y la reposición de nuestros bienes comunes con discernimiento, transparencia, empatía, equidad, justicia, conciencia del otro…). Esta práctica depende de manera crucial de unas habilidades adaptables y mantenidas en el tiempo, de flujos de conocimientos incrementados y de una colaboración y un aprendizaje continuos que incluyan métodos de trabajo conjunto en la resolución de problemas. Esta práctica toma múltiples formas y nombres. Vida y desarrollo sostenibles es uno de ellos.
- Como resultado, el procomún es el bien común, la consecuencia de la práctica (acceso, capacidad, bienestar, calidad de vida, prosperidad, abundancia). Se trata de la savia del proceso, lo que hace que el mundo prospere y que, a su vez, se convierta en bienes a cuidar.
Gracias a las relaciones e interacciones entre estos elementos, los sistemas generativos del procomún proporcionan condiciones tangibles que empoderan y activan a las comunidades, a varios niveles y escalas, en relación con sus propósitos y con el contexto ecológico en el que se encuentran.
Desde esta perspectiva, el procomún puede servir como medio para acelerar la adopción de prácticas sostenibles que aborden las dimensiones sociales, medioambientales y económicas de forma sustentable, cohesiva e interconectada. De igual manera, puede funcionar como sistema de veto que evalúe el impacto de las políticas y prácticas de sostenibilidad.
Así pues, nutrir y cultivar el procomún en todas sus dimensiones y manifestaciones puede servir de referente para una ciudadanía global y una justicia global.
Guerrilla Translation/Relacionado:
¿Qué es el P2P?/ Michel Bauwens
Introducción a “Sacred Economics”/ Charles Eisenstein
Reclamando el crédito como bien común/ Thomas H Greco
La llamada a la revolución de Russell Brand
Dado que no veo la tele — porque no tengo tele— y evito el famoseo a toda costa — porque me da la gana— la verdad es que no tengo ni idea de si Russell Brand es famoso en España o no.
En todo caso, la reciente entrevista cara a cara enfrentando a Brand con Jeremy Paxman, un presentador británico de la muy vieja escuela, está causando revuelo en la red y con buen motivo. Brand está bastante sembrao en el vídeo, expectorando perlas del calibre de “Votar supone ser cómplice tácito de ese sistema, y no puedo recomendarlo…” o “Se está destruyendo el planeta, estamos creando una clase marginal, estamos explotando a los pobres del mundo entero mientras que los problemas genuinos y legítimos del pueblo ni siquiera son abordados por la clase política…” ante la mirada estupefacta del apoltronadísimo Paxman. ¿Qué otros famosos “escandalosos” están diciendo algo así?
Subtitular el vídeo no ha resultado nada fácil. Brand desengrana vocablos cuan repartidor de panes y peces, apenas pausando entre intervenciones y atropellando verbalmente a su entrevistador (a quien, todo sea dicho, no le viene mal el escarmiento). Estos subtitulos son para lectores rápidos. Hemos intentado compactarlos lo máximo posible, pero sin perder el “salero” de Brand.
(Pulsad en la parte inferior derecha para activar subtítulos en Español)
Video traducido y subtitulado por Stacco Troncoso. Editado por Carolina y Amador.
Las críticas no se han hecho esperar, tanto desde los sectores conservadores como los más progresistas. De entre todas, la observación que más me ha llamado la atención proviene de Jerome Roos, editor de Reflections on a Revolution, una de las mejores publicaciones online del momento. En su reseña sobre la entrevista, Roos apunta:
“En el fondo, lo que me da esperanza no es Russell Brand. Aunque he disfrutado mucho con la entrevista, la verdad es que me da igual lo que este famoso le diga a la BBC o lo que escriba en The New Statesman. Lo que me emociona de verdad es el hecho de que este anhelo revolucionario tan sincero siga resonando con millones de personas. No creo que la revolución vaya a arrancar en cualquier momento… pero eso es porque ya ha empezado.”
A mí también me han divertido mucho las intervenciones de Brand. Puedo estar en desacuerdo con algunos de sus comentarios —realmente no creo que necesitemos ningún “sistema administrativo centralizado” a estas alturas— pero lo que me parece más destacable es que un “famoso” proveniente de la clase obrera refleje el cabreo generalizado que sentimos a lo largo del planeta. A veces, observando el movimiento global que ha surgido (o resurgido, dependiendo de tu perspectiva, no ofendamos a nadie…) en los últimos tres años, echo de menos la conexión revolución/cultura popular de finales de los sesenta o del apogeo del Punk. ¿Dónde están los MC5 de hoy en día? ¿El auge del black power ligado al Free Jazz, Albert Ayler y Archie Shepp? ¿Frank Zappa hablando de los disturbios de Watts? ¿The Clash? ¿Patti Smith? ¿Dónde está la banda sonora de esta revolución?
Personalmente, no veo nada comparable a la repercusión internacional que tuvo ese reflejo musical y artístico del espíritu revolucionario de los sesenta. Hablamos de un momento en el que la cultura popular y la política se entremezclaban como componentes indivisibles del mismo afán de cambio. A finales de los setenta vimos algo parecido con el Punk y su filosofía DIY. Puede argumentarse que en los noventa vivimos una revolución musical comparable pero, ¿qué ha pasado ahora? ¿Por qué no se reunieron Rage Against the Machine para tocar en Occupy? (Aunque tocaran en Wall Street diez años antes). ¿Veremos un nuevo movimiento musical que refleje, que no lidere, las características del 15M, Occupy, Turquía, Brasil y la Primavera Árabe? ¿Un resurgimiento Punk más acorde con el espíritu DIWO (DoItWithOthers) que el DIY (DoItYourself)?
No voy a comparar la calidad artística de Brand con los artistas que he mencionado (como bien señalaba el Inspector Callahan, “Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno.”) pero me parece importante tener en cuenta la repercusión que pueden tener sus acciones sobre la conciencia popular. ¿Cuántos otros famosos se están mojando tanto como él?
Brand me cae muy bien, y me parece muy gracioso. Tiene duende, está sembrado… Como bien dice en el vídeo: “Claro que va a haber una revolución. Va a ocurrir, no cabe duda. Es que no me cabe la menor duda. Esto es el final, ha llegado la hora de despertar…”
- Texto: Stacco Troncoso
“El cambio climático puede ser la respuesta a la doctrina del shock”
Jason Mark de Earth Island Journal entrevista a Naomi Klein
- Traducido por Stacco Troncoso, editado por Arianne Sved – Guerrilla Translation! Imagenes de Lëa-Kim Châteauneuf ,. Retrato de Ed Kashi
- Artículo original en Earth Island Journal
La autora canadiense Naomi Klein es bien conocida por sus agudas observaciones críticas, tanto que es fácil olvidar que, por encima de todo, es una periodista de primera categoría. Durante esta entrevista, Klein dejó entrever cuáles son sus prioridades, aunque también confesó estar preocupada por algunas de sus respuestas dado que podrían costarle la oportunidad de entrevistar al presidente de uno de los grupos ecologistas más prominentes (al leer la entrevista veréis por qué). A Klein le interesaba más perseguir el reportaje que protagonizarlo, anteponiendo su periodismo a sus opiniones personales.
Ese rigor caracteriza la carrera de Klein, quien prefiere mantenerse al margen de la cháchara mediática sobre temas de actualidad. Trabaja con constancia, esmero y discreción. Puede resultar sorprendente recordar que la enorme influencia internacional del trabajo de Klein se basa en una obra relativamente escueta; ha publicado tres libros, uno de ellos una antología de artículos de prensa.
“No logo: el poder de las marcas”, el primer libro de Klein, investigaba la manera en la que las marcas manipulan los deseos del público al tiempo que explotan a las personas que fabrican sus productos. El libro salió a la venta pocas semanas después de las protestas contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle y se convirtió en bestseller internacional. Su siguiente obra importante, “La doctrina del shock”, argumenta que los impulsores del libre comercio a menudo se aprovechan de las crisis –ya sean naturales o fabricadas– para imponer políticas desreguladoras. En su último libro, aún sin titular, Klein centra su atención en el cambio climático. El libro saldrá a la venta en 2014 y será adaptado como documental a manos de Avi Lewis, el esposo y compañero creativo de Klein.
Los libros y artículos de Klein buscan articular una contra-narrativa al avance de la globalización corporativa y la austeridad impuesta por los gobiernos. Klein cree que el cambio climático puede suponer una nueva oportunidad para desarrollar esta contra-narrativa. “El libro que estoy escribiendo argumenta que nuestras respuestas ante el cambio climático podrán reconstruir la esfera pública, fortalecer nuestras comunidades, y crear trabajos dignos”.
Pero antes tiene que acabar su investigación. Hablando de la respuesta del activismo de base al caos climático, Klein me dijo: “Ahora mismo está pasando desapercibido, pero lo estoy siguiendo con mucha atención.”
—Jason Mark
A lo largo de tu trayectoria profesional has escrito sobre el poder de las marcas comerciales, los movimientos populistas de todo el mundo y el fundamentalismo del mercado libre. ¿Qué te ha llevado a hacer ahora un libro y una película sobre el cambio climático?
Bueno, mi último libro, La doctrina del shock, termina hablando del cambio climático. Concluye con una visión de un futuro distópico donde veremos una infraestructura débil chocando de frente con unas condiciones meteorológicas extremas, algo que ya hemos visto con el huracán Katrina. Pero, en vez de esforzarnos por reducir las emisiones para prevenir desastres futuros, vemos numerosos intentos de sacar provecho de esa crisis. Por aquel entonces ya creía que el cambio climático iba a suponer una barra libre sin precedentes para el capitalismo del desastre. Me pareció una progresión lógica pasar de escribir sobre el capitalismo del desastre en La doctrina del shock a escribir sobre el cambio climático. Mientras escribía La doctrina del shock, también estaba cubriendo la guerra de Irak y el negocio de la guerra, y empecé a darme cuenta de que esos mismos patrones se repiten después de desastres naturales como el tsunami asiático o el huracán Katrina. En ese libro hay capítulos que hablan sobre ambos acontecimientos. Más tarde, me di cuenta de que el cambio climático podría suponer una especie “shock del pueblo”, una respuesta a la doctrina del shock –que, en vez de otra coyuntura para que el capitalismo del desastre se alimente de la miseria de la gente, sea una oportunidad para que las fuerzas progresivas ahonden en la democracia y realmente mejoren la calidad de vida de todo el mundo. Después, al escribir un artículo sobre las reparaciones de guerra para la revista Harper’s, me topé con el concepto de la “deuda climática”. Me reuní con la embajadora boliviana ante organismos internacionales –se llama Angélica Navarro– y me dijo que el cambio climático podría brindarnos la oportunidad de implementar un Plan Marshall ecológico a nivel global, en el que el norte pagaría su “deuda climática” mediante un proyecto de desarrollo medioambiental a gran escala.
Tras el huracán Sandy, escribiste sobre el potencial del “shock del pueblo”. ¿Crees que ya está ocurriendo? ¿Estamos viendo una respuesta del activismo global ante las condiciones meteorológicas extremas que padecemos hoy en día?
Veo que el shock del pueblo ya está bastante extendido, con diversos colectivos actuando en muchos frentes distintos. Gente que, por ejemplo, ha estado luchando por la agricultura sostenible durante muchos, muchos años, y que ahora se da cuenta de que también es una solución para el problema del clima. Se están reformulando muchas cuestiones –y no de manera oportunista, sino para profundizar en nuestro entendimiento. Aquí en Canadá, la gente que más se está oponiendo a la extracción en arenas de alquitrán son las comunidades indígenas que viven río abajo de los yacimientos. Su oposición no se debe al cambio climático sino a que el alquitrán envenena sus cuerpos. Pero el hecho de que también esté destruyendo el planeta le añade otra capa de urgencia. Creo que sobreponer el cambio climático a otros problemas que sufrimos tiene un potencial enorme.
En cuanto al huracán Sandy, he observado algunas respuestas ciudadanas muy esperanzadoras, particularmente en las montañas de Rockaway, donde la gente estuvo muy organizada desde el principio, donde Occupy Sandy cosechó una cooperación muy fuerte y donde surgieron nuevas redes. La primera fase sólo consiste en la recuperación y, ante la llegada de un proceso de reconstrucción impulsado por empresas privadas, estas comunidades están organizadas para responder, atender las reuniones, enfrentarse con las inmobiliarias y hablar sobre una visión de la vivienda pública muchísima más adecuada que la que hemos visto hasta ahora. O sea que sí, es algo que ya está ocurriendo sin duda. Ahora pasa desapercibido, pero lo estoy siguiendo con mucha atención.
En un artículo que escribiste para The Nation en noviembre de 2011, señalaste que, en lo que al cambio climático se refiere, existe una doble negación: los conservadores niegan la evidencia científica, mientras que algunos sectores de la izquierda niegan las implicaciones políticas de esa evidencia. ¿Por qué crees que algunos ecologistas se resisten a enfrentarse a todo lo que el cambio climático supondrá para el mercado y la economía?
Creo que dentro del movimiento medioambiental de las grandes organizaciones ecologistas existe un profundo estado de negación. A decir verdad, creo que ha sido mucho más dañino que el negacionismo de la derecha debido a todo el terreno que hemos perdido. Porque nos ha llevado en una dirección que ha dado muy malos resultados. Basta con fijarnos en la trayectoria del protocolo de Kyoto, del mecanismo de desarrollo limpio de las Naciones Unidas o del tratado de emisiones de la Unión Europea. Ya hemos tenido casi una década para evaluar los resultados de estos planes y los datos son desastrosos. No sólo han aumentado las emisiones sino que además hemos visto innumerables casos de fraude, que sólo han servido para alimentar las críticas de la derecha. La derecha se ha opuesto a la fijación de límites máximos e intercambio de los derechos de emisión alegando que nos iban a llevar a la bancarrota, que era un regalo para las corporaciones y que, por cierto, no iba a funcionar. Y tenían razón en todos los sentidos. En lo de la bancarrota, no, pero tenían razón al decir que era un regalo enorme para las corporaciones y que ni siquiera nos iba a acercar a lo que, según los científicos, tendríamos que estar haciendo para bajar el nivel de emisiones. Así que me parece muy importante preguntarse por qué los grupos ecologistas han sido tan reticentes a seguir las indicaciones de la ciencia hasta sus conclusiones lógicas. Creo que científicos como Kevin Anderson, y su colega Alice Bows del Tyndall Centre, han sido los más valientes a la hora de enfrentarse en este sentido, porque no sólo se enfrentan a los grupos verdes, sino que también critican a sus colegas científicos por la manera en la que la ortodoxia de la economía neoliberal ha infiltrado el mundo de la ciencia. Es una lectura aterradora porque llevan más de una década diciendo que el nivel de reducción de emisiones que necesitamos en el mundo desarrollado es incompatible con el crecimiento económico.
Lo que sí sabemos es que el movimiento medioambiental obtuvo una serie de victorias espectaculares a finales de los 60 y en los 70, cuando se redactó todo el marco legal para responder a la contaminación y proteger a las especies animales. Fue una victoria tras otra y tras otra. Y esto se convirtió en lo que después se denominarían las leyes de “Imposición y control”, que decían: “No podéis hacer eso. Esa sustancia está prohibida o estrictamente regulada”. Era una estrategia de regulación por parte del gobierno. Pero se detuvo en seco con la llegada al poder de Reagan. Reagan, básicamente, le declaró la guerra al movimiento medioambiental, y de manera muy abierta. Ahí es cuando empezamos a oír algunas de las expresiones empleadas habitualmente por los negadores –equiparar la defensa del medio ambiente con el comunismo y ese tipo de cosas. Con la desaparición gradual de la Guerra Fría, la defensa del medio ambiente se convirtió en el siguiente blanco, el siguiente comunismo. En ese momento el movimiento tuvo la opción de responder de dos maneras posibles: podía luchar y defender sus valores para intentar resistir la apisonadora del neoliberalismo incipiente, o podía adaptarse a esa nueva realidad adecuándose al auge del gobierno corporativista. Eligió lo segundo, y de manera muy consciente, como queda patente en lo que decía por esa época Fred Kupp, el presidente de la Enviromental Defense Fund (Fundación de defensa medioambiental).
Había que aceptarlo o, al menos, tolerarlo.
Exacto. Ahora sabemos que todo gira en torno a convenios corporativos. Ya no es cuestión de “vamos a demandar a estos cabrones”, sino de “vamos a colaborar con estos cabrones a través de convenios corporativos”. Ya no existe un enemigo.
Es más, las grandes empresas se presentan como “la solución”, desempeñan el papel de participantes voluntarios y parte de la solución. Ese es el modelo que ha perdurado hasta nuestros días.
Incluso me remito a casos como la lucha contra NAFTA, el tratado norteamericano de libre comercio. Los grandes grupos medioambientales, con muy pocas excepciones, brindaron su apoyo a NAFTA, a pesar de la sublevación entre sus miembros, y vendieron el tratado al público de forma muy agresiva. Ese es el modelo que se ha globalizado a través de la Organización Mundial del Comercio y que, en muchos sentidos, ha sido responsable de la vertiginosa subida de los niveles de emisiones. Hemos globalizado un modelo económico basado en un hiper-consumismo totalmente insostenible que se está extendiendo con éxito por todo el mundo, y que nos está matando.
Los grupos medioambientales no fueron espectadores pasivos de este proceso. Fueron colaboradores, partícipes voluntarios. No estoy hablando de todos los grupos. No es el caso de Greenpeace, ni de Friends of the Earth ni, en términos generales, del Sierra Club. Tampoco estoy hablando de 350.org, porque aún no existía. Pero creo que se remonta a las raíces elitistas del movimiento y al hecho de que, cuando se crearon muchos de estos grupos conservacionistas, la conservación se entendía como una especie de deber burgués. Se fraguó cuando las élites se juntaban para hacer senderismo y después decidían que tenían que salvar la naturaleza. Pero las élites cambiaron. Llegados a ese momento, si el movimiento medioambiental iba tomar la decisión de luchar, tendría que haber renunciado a ese estatus de élite, pero no estaban dispuestos a hacerlo. Creo que es uno de los mayores motivos por los que los niveles de emisiones están donde están hoy en día.
En la cultura norteamericana, siempre hay un afán de obtener soluciones en las que todos salen ganando. Pero si realmente queremos ver una reducción del 80% en emisiones de dióxido de carbono, alguien va a salir perdiendo. Y entiendo que estás diciendo que a los líderes de los grupos medioambientales le resulta muy difícil mirar a los ojos a sus socios para decirles: “vais a salir perdiendo”.
Exacto. Es meterte con el poder. Su estrategia de “todos salimos ganando” ha fracasado. En esa idea se basaba el programa de fijación de límites e intercambio de los derechos de emisión. Y ha resultado ser una estrategia fallida y desastrosa. Los grupos verdes no son tan listos como se creen, les han timado a una escala espectacular. Muchos de sus socios tenían un pie en US CAP [Coalición de EE.UU. para la Acción Climática] y el otro en la Cámara de Comercio Estadounidense. Estaban haciendo sus apuestas y, cuando vieron que se podían salir con la suya sin necesidad de legislación alguna, se deshicieron por completo de US CAP.
La expresión “todos salimos ganando” es curiosa, porque hay muchos perdedores en esta estrategia. Se sacrifica a mucha gente bajo el lema “todos salimos ganando”. En Estados Unidos nos hemos limitado a la lucha por regular los derechos de emisiones y sé que todo el mundo está harto de esa lucha. Creo que sobran las pruebas de que no hemos aprendido las lecciones clave de ese fracaso.
¿Y cuáles crees que son esas lecciones clave?
Una de ellas es que estaban dispuestos a sacrificar a las comunidades que vivían en los perímetros de las zonas contaminadas, solo por conseguir ese “todos salimos ganando” con los grandes contaminadores que forman parte de esa coalición. Había comunidades en Richmond, California, por ejemplo, que pensarían: “Si luchamos contra el cambio climático, nuestros hijos padecerán menos de asma”. En esa situación no ganaron todos porque llegaron a un acuerdo que decía: “Vale, podéis seguir contaminando, pero vais a tener que comprar compensaciones de emisión en otra parte del planeta”. El beneficio local desaparece, se sacrifica.
A mí me encantaría que todos saliéramos ganando. El libro que estoy escribiendo argumenta que nuestras respuestas ante el cambio climático pueden reconstruir la esfera pública, fortalecer nuestras comunidades y crear empleo digno para todos. Podemos abordar la crisis financiera y la crisis ecológica al mismo tiempo. Lo creo de verdad. Pero considero que solo podremos salir ganando todos mediante coaliciones con las personas, no con las corporaciones. He observado una predisposición a sacrificar los principios básicos de la solidaridad, ya sea en esa comunidad a las afueras de Richmond, California, o en una comunidad indígena en Brasil a la que, como sabemos, obligan a abandonar su territorio porque su jungla se ha convertido en un sumidero de carbón o la han incluído en el programa de compensaciones. Ya no tienen acceso a la jungla que les permitía vivir de manera sostenible, porque está vigilada y porque un grupo conservacionista ha decidido intercambiarla por otra cosa. Estos son los sacrificios que se hacen. En este modelo hay muchos perdedores y ningún ganador, que yo vea.
Has hablado sobre el Mecanismo de Desarrollo Limpio como una especie de capitalismo del desastre. ¿No crees que la geoingeniería es la máxima expresión del capitalismo del desastre?
De lo que no me cabe duda es de que es la máxima expresión del afán de evitar todo el trabajo duro que supondría reducir las emisiones, y creo que ahí reside su atractivo. Creo que cuanto más imposible resulte negar la existencia del cambio climático, más estrategias como ésta veremos. Mucha gente querrá dar el salto directo a la geoingeniería. El atractivo de la geoingeniería es que no amenaza nuestra visión del mundo. Nos deja en una posición dominante. Nos dice que hay una escotilla de emergencia. Por eso veremos un aumento del tipo de discursos que nos han llevado hasta este punto, en los que nos auto-adulamos por el poder que tenemos.
Nuestra manera de responder ante el cambio climático implica la voluntad de sacrificar a grandes números de personas –ya estamos mostrando una brutalidad frente al cambio climático que me parece espeluznante. Creo que ni siquiera existe el lenguaje apropiado para describir la geoingeniería, porque sabemos perfectamente que esas decisiones permitirán la extinción de culturas y pueblos. Tenemos la capacidad de pararlo y elegimos no hacerlo. Por eso creo que la inmoralidad tan profunda y la violencia que hay detrás de esa decisión no se ve reflejada en el lenguaje que empleamos. Se puede ver en esos congresos sobre el clima, donde los delegados africanos utilizan palabras como “genocidio” y los delegados europeos y norteamericanos se muestran muy molestos, muy a la defensiva. Pero lo cierto es que la definición de genocidio de las Naciones Unidas es: el acto deliberado para hacer desaparecer o desplazar a las personas. Lo que están diciendo los delegados que representan el Norte es: “No lo hacemos porque queramos que desaparezcáis, lo hacemos porque, en el fondo, no nos importáis. Mientras podamos continuar con nuestro negocio, nos da igual si desaparecéis o no. Es un efecto secundario de los daños colaterales”. Pero a la gente que se enfrenta a esta desaparición le da igual si se hace con malicia o no porque todavía podríamos impedirlo. Y estamos eligiendo no impedirlo. Creo que una de las crisis que tenemos es una crisis lingüística. No estamos hablando de esto con el lenguaje de urgencia y mortalidad que merece el tema.
Dices que el discurso progresista es insuficiente. ¿Cuál sería un discurso alternativo para darle la vuelta a la situación?
Bueno creo que el discurso que nos ha llevado a esta situación –y este es, en parte, el motivo por el que vemos un negacionismo tan fuerte sobre el cambio climático en Norteamérica y Australia– tiene bastante que ver con la mentalidad de frontera. Está muy ligado a la idea de que siempre habrá más, de que vivimos en tierras que eran supuestamente inocentes, tierras “que descubrimos” y donde la naturaleza era abundante. Nadie podía imaginarse que se agotarían. Son mitos fundacionales.
Por eso me ha dado muchísima esperanza el surgimiento del movimiento Idle No More, porque me parece que los líderes indígenas están mostrando un espíritu de tremenda generosidad en su afán de educarnos en una narrativa distinta. Acabo de participar en una mesa redonda de Idle No More y yo era la única ponente no indígena. Todos los demás ponentes decían que querían adoptar un rol de liderazgo. Han tardado bastante en llegar a este punto. Estas comunidades han sido víctimas de muchísimos abusos y están muy enfadadas –con razón– con la gente que les robó las tierras. Es la primera vez que he visto esta apertura, una voluntad palpable de aportar algo, de liderar, de modelar otra forma de relacionarse con la tierra. Eso es lo que me está dando muchísima esperanza ahora mismo.
La gente no ha entendido los efectos de Idle No More todavía. Mi marido está filmando un documental que acompañará al libro y, en estos momentos, está rodando en Montana. También hemos estado filmando mucho en la reserva norte de los Cheyenne, porque hay ahí un depósito enorme de carbón, y ya llevan muchos años debatiendo sobre si se extrae el carbón o no. Parecía que al final lo iban a extraer, lo cual va en contra de sus profecías, y les resultaba muy doloroso. Pero ahora hay una generación de jóvenes en la reserva que están empeñados en dejar el carbón en el suelo, y se están formando a sí mismos para subsistir con energía eólica y solar. Todos hablan del movimiento Idle No More. Creo que está pasando algo muy potente. En Canadá tiene una importancia tremenda, como la tiene en toda Norteamérica, debido a las enormes cantidades de energía sin explotar, energía hidrocarburífera que se encuentra en tierras indígenas. Lo mismo podemos decir del petróleo del ártico y, sin duda, de las arenas de alquitrán. Es aplicable a todos los sitios en los que se quieren construir oleoductos. Es aplicable a las explotaciones de gas natural. Es aplicable a los grandes depósitos de carbón en Estados Unidos. Creo que en Canadá nos tomamos los derechos indígenas con más seriedad que en Estados Unidos. Espero que eso cambie.
Es interesante porque, mientras que algunos de los grupos ecologistas establecidos están encandilados con ideas como los servicios de ecosistema o el capital natural, existe este contradiscurso que viene del Sur global y de las comunidades indígenas. Es como una especie de dialéctica.
Sí, es el contradiscurso, esas son las formas alternativas de ver el mundo que están emergiendo ahora mismo. Hay otra cosa que está pasando –no sé cómo llamarla. Es quizá un movimiento reformista, una rebelión de base. Algo está pasando en el movimiento medioambiental en Estados Unidos y Canadá y, sin lugar a dudas, en el Reino Unido. Tiene que ver con lo que yo llamo “la visión del mundo del astronauta” –es decir, observar La Tierra desde el espacio– que se ha impuesto entre los grandes grupos del movimiento medioambiental durante mucho tiempo. Creo que ha llegado la hora de dejar atrás la iconografía del planeta azul porque nos sitúa por encima de todo y nos lleva a ver la naturaleza de una manera muy abstracta, como un gran tablero de ajedrez donde vamos moviendo fichas. Nos ha hecho perder la conexión con la Tierra; la vemos como “el planeta” en vez de “la Tierra”.
Creo que esto se ha hecho especialmente patente con el fracking, o fractura hidráulica. Todos los directivos del Sierra Club, del NRDC y del EDF decidieron que esto sería un “combustible de transición”. “Hemos hecho los cálculos y vamos a dar nuestro apoyo a esta técnica”, dijeron. Entonces se enfrentaron al rechazo generalizado de sus miembros, sobre todo los del Sierra Club. Y eso les ha llevado a modificar ligeramente su postura. Ha sido porque las bases dijeron: “Un momento, ¿qué clase de ecologistas somos si no nos preocupamos por el agua o por la industrialización de los paisajes rurales? ¿En qué se ha convertido el ecologismo?”. Así pues, ha surgido una resistencia, a nivel local y de base, en los movimientos que se oponen al oleoducto Keystone XL y al oleoducto Northern Gateway, o en el enorme movimiento contra el fracking. Ellos son los que están ganando batallas, ¿no te parece?
Creo que los grandes grupos medioambientales se están volviendo totalmente irrelevantes. Algunos reciben muchísimo dinero de corporaciones, fundaciones y donantes ricos, pero todo su modelo está en crisis.
No quiero acabar con algo tan deprimente.
No estoy segura de que sea tan deprimente.
Puede que tengas razón.
He de aclarar que estoy expresando mi propia opinión, pero también veo grandes cambios. Creo que el Sierra Club ha experimentado un proceso de reforma. Ahora mismo están en la primera línea de estas luchas. Y creo que muchos de estos grupos están teniendo que escuchar a sus socios. Algunos rechazarán el cambio porque están demasiado atrincherados en su modelo de convenios con grandes empresas, aún tienen demasiados conflictos de interés. Ésos son los grupos que van a sufrir de verdad. Y no pasa nada, en mi opinión. Creo que en estos momentos hay mucha presión en Europa, donde unos 100 grupos de la sociedad civil están presionando a la Unión Europea para que, en vez de intentar arreglar su fallido sistema de compensaciones de carbono, lo abandonen por completo y empiecen a hablar de cómo deshacerse de las emisiones a nivel doméstico y dejar atrás esta estafa. Creo que ese es el momento en el que nos encontramos. No tenemos más tiempo que perder con todos estos juegos de trileros que no dan resultado.
Guerrilla Translation/Relacionado:
Sé apocalíptico: Por qué lo radical se ha vuelto normal/ Robert Jensen
Vivir sin crecimiento económico/ Charles Eisenstein
Esta entrevista también ha aparecido en:
“La misión de la Web 2.0 es destruir el aspecto P2P de Internet”
Marc Garrett entrevista a Dmytri Kleiner
- Traducido por Stacco Troncoso, editado por Carmen Lozano Bright – Guerrilla Translation! Imagen de Studio Leon & Lóes
- Artículo original en Furtherfield
“En los albores del nuevo milenio, los usuarios de la Red están desarrollando un modo de colaboración mucho más eficaz y ameno: el ciber-comunismo.” Richard Barbrook, “El Manifiesto CyberComunista”
Dmytri Kleiner, autor del Manifiesto Telekomunista, es un desarrollador de software involucrado en proyectos que “investigan la economía política de Internet, junto al ideal de la autoorganización obrera de los medios de producción, como una forma de lucha de clases.” Nacido en la URSS, Kleiner se crió en Toronto y actualmente reside en Berlín. Es el fundador del Telekommunisten Collective (Colectivo Telekomunista), un proveedor de servicios de telefonía e Internet que también se dedica a proyectos artísticos como deadSwap (2009) y Thimbl (2010) a fin de explorar cómo las relaciones sociales están esquematizadas dentro de las tecnologías de la comunicación.
“Recientemente, recibimos una copia física del Manifiesto Telekomunista en la redacción de Furtherfield. Tras leer el manifiesto, es patente que supone un revulsivo en el debate sobre iniciativas colaborativas basadas en el procomún. Es una llamada a la acción que pone en entredicho nuestro comportamiento social y nuestra relación con la propiedad y los métodos de producción. El manifiesto propone alternativas a Creative Commons y a las manifestaciones jerárquicas del capitalismo (tanto en red como en espacios físicos) mediante una actitud Copyfarleft, así como las estrategias colectivas del Telekomunismo y su “Comunismo de Riesgo”.a Son muchos los colectivos de arte digital que intentan salvaguardar sus principios éticos en un mundo en el que es casi inevitable verse absorbido por el poder institucional. Esperamos que esta conversación ofrezca alternativas para proceder con cierta dignidad recíproca dentro de este torbellino al que llamamos vida…”
Que empiece la discusión…
Marc Garrett: ¿Por qué decidiste crear una copia en papel del Manifiesto republicada por el Institute of Networked Cultures (Instituto de Culturas en Red), de Amsterdam?
Dmytri Kleiner: Geert Lovink se puso en contacto conmigo ofreciéndose a publicarlo y acepté la oferta. Con textos largos, me parece más práctico poder leer copias físicas.
MG: ¿A quién va dirigido el Manifiesto?
DK: Me siento identificado con hackers y artistas con conciencia política, especialmente artistas cuya obra está relacionada con la tecnología y la cultura en red. Gran parte de la temática y la ideología expuesta en el Manifiesto proviene de una conversación continua con estas comunidades y el Manifiesto es una contribución más a ese diálogo.
MG: Desde la llegada de Internet, hemos vivido el auge de varias comunidades en red que han explorado una expresividad tanto individual como colectiva. Muchas coinciden en su oposición a los sistemas masivos desplegados por corporaciones como Facebook y MySpace. Evidentemente, vuestro proyecto critica toda esa hegemonía que influye en nuestro comportamiento mediante la esquematización en red, la apropiación neoliberal y un aparato de vigilancia cada vez más expandido. En el manifiesto dices “Para poder cambiar la sociedad debemos expandir activamente el alcance de nuestros bienes comunes, para que nuestras comunidades independientes, entre iguales, sean materialmente sostenibles y capaces de resistir los avances del capitalismo.” ¿Puedes dar algún ejemplo de alternativas “materialmente sostenibles”?
DK: Ahora mismo no hay ninguna. Para ser preciso, lo único que poseemos en común es la riqueza inmaterial, por lo que cualquier plusvalía derivada de estas nuevas plataformas y relaciones siempre acabará en manos de quien gestiona recursos escasos, bien porque son físicamente escasos, o porque se les ha impuesto la escasez mediante leyes que protegen patentes y marcas registradas. La sostenibilidad de las comunidades en red depende del acceso a unos bienes comunes capaces de sustentar a estas mismas comunidades. Tenemos que expandir el ámbito del procomún para incluir estos bienes.

MG: El Manifiesto reabre el debate en torno a la importancia de las clases, y dice “La condición de la clase obrera en la sociedad se ve esencialmente asociada a la falta de poder y a la pobreza; la condición de la clase obrera en Internet no dista mucho.” ¿Puedes darnos algunos ejemplos de esta clase obrera en el contexto de Internet?
DK: Mi concepto de clase obrera es muy clásico: cualquiera cuya subsistencia dependa de estar trabajando continuamente. El sistema de clase describe una serie de relaciones. El proletariado es aquella clase que carece de los medios de producción independientes necesarios para garantizar su propia subsistencia y, por tanto, necesita de un salario, de mecenazgo o de caridad para sobrevivir.
MG: Por una serie de motivos personales y sociales, me gustaría que la clase obrera no fuera exclusivamente percibida como marginada o económicamente desaventajada, sino verla también como una clase involucrada en situaciones de empoderamiento individual y colectivo.
DK: Claro, la clase obrera comprende a una gama muy amplia de personas. Lo que les une es que, por lo general, no son propietarios de bienes productivos. Como clase, no tienen capacidad de acumulación de plusvalía. Como verás, mi concepto de clase no tiene nada de novedoso.
MG: Tras las muerte de Marx, Engels le recordó a los estudiosos de éste que “Toda la historia ha de ser estudiada de nuevo”.1 Dentro de la clase obrera de la cultura contemporánea y la cultura en red ¿quiénes son los individuos o colectivos que ves con más posibilidad de escapar de su clase social?
DK: Siempre ha habido individuos capaces de superar su clase social. Muchos empresarios de la burbuja puntoCom le sacaron partido a las “ventas” multimillonarias de sus plataformas, al igual que otros individuos desprovistos de propiedad en otros ámbitos. Ahora mismo, la movilidad entre clases y a gran escala se ha vuelto mucho más improbable. Si naces pobre hoy en día, tendrás menos oportunidades de no morir siendo pobre o de evitar que tus hijos queden sumidos en la misma pobreza. Es la condición global.
No nos veo trascendiendo estas condiciones de clase hasta que haya una abolición de las clases. Aunque ahora, y a base de equivocación, se puede convencer a la gente de que el concepto de clase social ha dejado de ser aplicable. De hecho, es una táctica muy extendida entre la derecha para degradar la conciencia de clase. Aún así, las condiciones de clase son relacionales. El poder de las clases varía según la época y dependiendo de la condiciones históricas.
La condición de una clase reside en el equilibrio de su lucha contra las demás clases. Este equilibrio viene determinado por su capacidad de lucha. El procomún es uno de los componentes que afectan nuestra capacidad, especialmente al reemplazar bienes por los que, en otras circunstancias, hubiéramos tenido que comprar a dueños capitalistas. Si lograramos traspasar la producción desde bienes productivos propietarios hasta bienes comunes, habría un desplazamiento en este equilibrio de poder entre clases y, así, más que escapar de nuestra condición de clase, la transformaremos. Pero este traspaso es proporcional al valor económico de los bienes, por lo que requiere de una expansión del procomún para incluir bienes con valor económico o, lo que es lo mismo, bienes escasos capaces de producir rentas.
MG: El Manifiesto Telekomunista propone un “Comunismo de Riesgo” como nuevo modelo operativo para la producción entre iguales, alegando que “el comunismo de riesgo provee una estructura para que los productores independientes compartan un patrimonio común de activos productivos, permitiendo que las formas de producción antes asociadas exclusivamente con la creación de valor inmaterial, como el software libre, se extiendan a la esfera material”. Aparte de vuestra evidente apropiación lingüística del término “Capitalismo de Riesgo” para convertirlo en “Comunismo de Riesgo”, ¿cómo surgió la idea?
DK: Empezó con la apropiación del término.
La idea surgió de la comprensión de que todo lo que estábamos haciendo dentro de las comunidades de la cultura libre, el software libre y las redes libres, sólo era sostenible cuando servía a los intereses del capital y que, por tanto, no tenía la capacidad emancipadora que yo y otros veíamos en ellas. La financiación capitalista implica que, en el fondo, lo único que permanece libre es el capital en sí. El software libre estaba en su época de crecimiento, mientras que la cultura libre se vio sumida en una guerra en torno al derecho a compartir y reutilizar, con el resultante desplazamiento desde las redes libres hacia las plataformas centralizadas, la censura y la vigilancia. Al darme cuenta de que esto se debía a la lógica de captura de ingresos y la precondición del capital, supe que necesitábamos una alternativa y unos modos de financiación compatibles con los ideales emancipatorios que, para mí, van implícitos dentro de la comunicación libre, junto a una manera de construir infraestructuras comunicativas concebidas como libres y con la capacidad de permanecer como tal. Bauticé todo este concepto como “Comunismo de Riesgo” y me puse manos a la obra para entender cómo podría llevarse a cabo.
MG: Es un vehículo eficaz para la lucha revolucionaria de la clase obrera. También hay una propuesta para una “Comuna de Riesgo”, a modo de empresa. ¿Cómo funcionaría?
DK: La comuna de riesgo funcionaría de la misma manera que un fondo de inversión de capital de riesgo, pero financiando empresas basadas en torno al procomún. El papel de la comuna sería distribuir propiedades escasas de la misma forma que una red distribuye propiedades inmateriales. Adquiere sus fondos emitiendo titulización de créditos — por ejemplo, en forma de bonos — y adueñándose de bienes productivos para ponerlos en venta, beneficiando así a las empresas que están bajo su tutela. Los trabajadores de la empresas son también dueños de la comuna, y las rentas obtenidas se dividen equitativamente entre todos. Esto, como complemento a cualquier remuneración que puedan recibir por su trabajo dentro de las empresas.
Esto es sólo un boceto y en ningún momento digo que el modelo del comunismo de riesgo esté acabado, o que las ideas que expreso en torno a él sean definitivas. Se trata de un proyecto continuo y, en tanto que tenga un futuro, no me cabe duda de que evolucionará según se vaya topando con la realidad, por no mencionar las ideas de los demás y sus innovaciones.
Lo principal es que necesitamos un modelo como este, su implementación y los detalles que propongo son… pues eso, propuestas.
MG: Entonces, con esta combinación de software libre, licencias Copyleft y Copyfarleft y los medios de producción entre iguales, ¿habría propiedades a título del colectivo o cooperativa, igual que ocurre con las acciones de una empresa?
DK: El modelo que apoyo ahora mismo es el de comuna que agrupa muchas empresas, cada una de ellas independiente y de tal manera que la comuna sería la propietaria del 100% de las acciones de cada empresa. Los trabajadores de las empresas serían también propietarios de la comuna. La comuna tendría acciones que se distribuirán entre los propietarios y tocarían a una por cabeza.
MG: En el Manifiesto hay una sección titulada “CREATIVE ANTI-COMMONS” b en la que se habla de Creative Commons como algo contrario al procomún, vendiendo “la lógica de la privatización capitalista bajo un nombre deliberadamente engañoso”. Esto para muchos, ya sean liberales o con una mentalidad más radical, es un tema controvertido, dado que cuestiona la propia naturaleza de muchos comportamientos en red. Me siento intrigado por la elección de la palabra “privatización”. Muchos, y me incluyo a mí mismo, asumimos que describe un proceso en el que una organización sin ánimo de lucro pasa a ser un negocio privado, normalmente a instancias del gobierno y con el objetivo de añadir más ingresos a los presupuestos nacionales a través del desmantelamiento de servicios públicos generalizados. ¿Estás diciendo que Creative Commons actúa de la misma manera, pero dentro de su rol de corporación distribuida y basada en Internet?
DK: Hay partes significativas del Manifiesto que son remezclas de textos anteriores y esa frase originalmente proviene de un artículo más largo llamado “COPYRIGHT, COPYLEFTYCREATIVEANTI–COMMONS,” escrito por mí y Joanne Richardson bajo el seudónimo de “Ana Nimus”.
Con esto queremos expresar que el “común de “Creative Commons” está privatizado porque el autor sigue reteniendo su copyright mientras que, en la mayoría de los casos, lo único que se ofrece a la comunidad está bajo cláusulas no comerciales. El autor original disfruta de privilegios especiales, mientras que los usuarios del procomún tienen derechos limitados, específicamente limitados y de tal manera que se elimina cualquier posibilidad de que se ganen la vida por medio de esa obra. Por tanto, estas obras no pertenecen al procomún, sino que son obras privadas. El autor original es el único con derecho a rentabilizar la obra.
Toda concepción previa de un procomún intelectual o cultural — incluyendo la cultura pre copyright y anti copyright, y los principios del movimiento del software libre — estaba basada sobre el concepto de no conceder privilegios especiales al autor original, prefiriendo insistir en el derecho de todos a utilizar y reutilizar este material en común. Las licencias no comerciales representan una privatización de la idea del procomún y la reintroducción del concepto de un artista original y único con derechos privados y exclusivos.
Es más, dado que considero toda expresión como una extensión de percepciones previas, las ideas “originales” sobre las cuales se derivan esta serie de derechos no son realmente originales, sino una apropiación ejecutada mediante los derechos auto-otorgados de los licenciadores de Creative Commons. Más allá de la mera privatización del concepto y composición del procomún moderno cultural, al determinar un autor único, Creative Commons coloniza nuestra cultura común, otorga una autoría exclusiva a un cuerpo de trabajo en crecimiento constante y, en efecto, expande el alcance de la cultura privada en detrimento de la cultura del procomún.
MG: Esto nos lleva a Thimbl, una platafroma de microblogging distribuida, de código abierto y gratuita que, según tus palabras, es “…similar a Twitter o identi.ca. Pero Thimbl es una aplicación web especializada basada en un protocolo de información de usuario llamado Finger. El protocolo Finger se desarrolló en los 70 y, como tal, es compatible con todas las plataformas de servidor actuales.” ¿Por qué creaste Thimbl y qué tipos de individuos y grupos crees que lo van a utilizar y cómo?
DK: En primer lugar, y por encima de todo, Thimbl es un concepto artístico.
Una de las corrientes base del Telekomunismo es que el capital no financia a plataformas distribuidas y libres, sino que prefiere financiar plataformas centralizadas y de propiedad privada. Thimbl es, en parte, una parodia de tecnologías supuestamente innovadoras como Twitter. Al crear una plataforma similar a Twitter pero utilizando el protocolo Finger, Thimbl demuestra que “el micro-blogging” ya era parte de la cultura en red de los 70 y que, por consiguiente, ni la inversión de capital multimillonario, ni los centros de datos centralizados masivos son realmente necesarios para ejecutar estas formas de comunicación, sino que más bien se utilizan para tener un control centralizado y obtener rentas de las propias plataformas.
MG: En InfoEnclosure-2.0 ,c un ensayo colaborativo con Brian Wyrick publicado en Mute Magazine, decís que “La misión de la Web 2.0 es destruir el aspecto P2P de Internet. Ahora tú, tu ordenador y tu conexión a Internet dependéis de un servicio centralizado que controla tu capacidad de comunicación. La Web 2.0 supone la ruina de los sistemas libres entre iguales y el regreso de los ‘servicios online’ monolíticos.”2 ¿Crees que Thimbl es un ejemplo del tipo de plataforma que nos liberará de la dominación de las corporaciones Web 2.0?
DK: Claro. Thimbl, aparte de ser una parodia, propone una visión de futuro viable, dado que extiende la utilización de las plataformas de Internet clásicas como alternativa a la implementación de plataformas “full-stack” hipercomplejas. De todas formas, explicamos por qué estas opciones se han ido dejando de lado y que “…el reto más significativo no es técnico sino político”. Nuestra subsistencia como desarrolladores de software nos obliga a trabajar para unos patrones que, la gran mayoría de las veces están financiados por el capital y, por tanto, tienen un interés primordial en el control de los datos de usuario y sus interacciones, dado que la comercialización de estos datos es un prerrequisito para recibir el capital.
Thimbl tendría que verse adoptado por una comunidad muy amplia antes de convertirse en una plataforma viable. Un colectivo pequeño como el nuestro sólo puede llevar el proyecto hasta cierto punto. Estamos encantados de ayudar a cualquiera que quiera unirse a través de nuestro servidor de Thimbl. Creo que “conoce” a la mayoría de los usuarios, dado que yo personalmente sigo a todos los usuarios existentes de Thimbl, o eso creo, y así es como puedes ver el estado de la “Thimbl-esfera” dentro de una línea temporal global.
Pero incluso si el desarrollo de una plataforma como Thimbl no es terriblemente significativo (porque hay mucho que lograr, muy rápidamente), el valor de una plataforma social se deriva del tamaño de su base de usuarios, por eso organizaciones con más alcance que Telekommunisten tendrán que adoptar la plataforma y contribuir a ella para que vaya más allá de ser un concepto gráfico y que funcione como plataforma.
Por otra parte, y como dice la propia página web, “la idea de Thimbl es más importante que el propio Thimbl”, y nos parecería genial ver la creación de otra plataforma libre y gratuita que extendiera los protocolos de Internet clásicos. Hay quien ha sugerido utilizar smtp/nntp, xmmp o incluso http/WebDav en vez de Thimbl, y cada uno de estos tiene sus ventajas e inconvenientes. Nuestro objetivo es desarrollar una plataforma abierta y libre, funcione como funcione, y Thimbl es una contribución artística técnica y conceptual en torno a este objetivo.
MG: Otro proyecto es la página de Facebook de Telekommunisten, donde ya tenéis más de 3000 fans. Es un buen ejemplo de la complejidad y las contradicciones que afectan a muchas iniciativas independientes. Tenemos la impresión de que Internet, en estos momentos, está controlado por una serie de nodos centrales; es como cuando un vecindario se ve dominado por grandes espacios comerciales, mientras que las tiendas más pequeñas e independientes se ven desplazadas. Con esto en cuenta, ¿cómo sorteas estas contradicciones?
DK: No quise utilizar Facebook ni otras plataformas similares durante mucho tiempo. Prefería utilizar el correo electrónico, Usenet y IRC, tal y como vengo haciendo desde los 90. Cuando escribí InfoEnclosure 2.0 aún no era usuario de estas plataformas. Aún así, cada vez era más evidente que la gente no sólo estaba adoptándolas, sino que prefería recibir información a través de ellas; prefiere que se le contacte por redes sociales antes que a través del correo electrónico. Compartir cosas en Facebook les interesa, mientras que recibir correos electrónicos resulta cansino para ciertas personas. Creo que esto se debe a una serie de motivos que, de por sí, son interesantes y comienzan con el hecho de que el capital ha invertido millones para mejorar la utilidad de estas plataformas, mientras que las plataformas de Internet “clásicas” se han quedado más o menos como estaban en los 90. Además, hay mucha gente utilizando las redes sociales que jamás fue partícipe del tipo de listas de correos o grupos de Usenet, etc que yo empleaba antes para compartir información.
Me di cuenta que, para alcanzar a más gente y compartir información, tendría que hacerlo a través de las tecnologías que empleaban los demás, que no son necesariamente las que yo preferiría utilizar.
Mi crítica de Facebook y de otras plataformas similares no es que no sean útiles, sino que son plataformas privadas, centralizadas y patentadas. Además, abstenerme de utilizar Facebook en nombre de mi propio ascetismo mediático no me interesa. No veo el capitalismo como una elección de consumo, estoy más interesado en la condición de las masas, que en mi propia corrección consumista. Al final está claro que criticar a plataformas como Facebook hoy en día supone una utilización de estas plataformas. Por todo esto me hice usuario y lancé la página de Telekommunisten en Facebook. No es sorprendente que haya tenido tanto éxito y que gracias a ella lleguemos a mucha más gente que a través de nuestros otros canales como páginas web, listas de correo, etc. La esperanza es que nos ayude a promover nuevos canales descentralizados, según se vayan implementando.
MG: Me he descargado deadSwap y quiero utilizarlo y explorarlo. En la página dice “Internet está muerto. Para evadir a la fanfarria del control capitalista, la comunicación entre iguales ha de abandonar Internet para asentarse en los callejones oscuros de las operaciones secretas. La cooperación entre iguales ha abandonado la Red y sólo puede sobrevivir en células clandestinas”. ¿Qué me puedes contar de este proyecto? ¿Hay gente utilizándolo ahora mismo?
DK: No tengo ni idea si hay gente utilizándolo, en estos momentos no estoy llevando ninguna red.
Al igual que Thimbl, deadSwap es un concepto artístico. Pero a diferencia de Thimbl, que tiene el potencial de convertirse en una plataforma utilizable, deadSwap es parodia pura y dura.
Se desarrolló para la conferencia Sousveillance de 2009, “El arte de la vigilancia inversa”, celebrada en la Universidad de Aarhus. deadSwap es un juego urbano distópico en el que los participantes hacen las veces de agentes secretos, comparten información en memorias USB, las esconden en localizaciones secretas o, de forma alternativa, las intercambian clandestinamente y se comunican a través de un portal anonimizador de SMS. Es una parodia de la “cúpula hacker” y su reacción al cerco de Internet: esa convicción de que las nuevas tecnologías encubiertas vencerán todo intento de censurar Internet y que, gracias a todo este aparato clandestino, siempre seremos más listos y andaremos un paso por delante de los propietarios y controladores de nuestros sistemas de comunicación. Esta actitud rechaza desde un principio cualquier análisis de clase, con una creencia inamovible en la habilidad que tenemos los hackers para superar la represión estatal y corporativa. Aunque es un concepto muy simple, deadSwap sería muy difícil de poner en práctica. El propio manual dice: “el éxito de la red depende de la competencia y diligencia de los participantes” y “convertirse en un superespía no es nada fácil.”

MG: ¿Qué otros servicios/plataformas/proyectos ofrece el Colectivo Telekommunisten a los hackers imaginativos, aventureros y con conciencia social?
DK: Ofrecemos servicios de hosting para individuos, pequeñas organizaciones y, especialmente, para artistas. Tenemos hosting para newsletters, y un servicio de llamadas a larga distancia. Nos puedes encontrar en IRC en in#telnik, dentro de freenode. Vamos a estar especialmente enfocados en Thimbl y damos la bienvenida a todo aquel que quiera participar en el proyecto. También tenemos un foro para la comunidad con el que coordinar todo esto que podéis encontrar aquí.
Quien quiera seguir mis actualizaciones personales, pero prefiere mantenerse apartado de redes sociales, casi todas mis actualizaciones también se publican aquí.
MG: Gracias por esta conversación fascinante, Dmytri.
DK: Gracias a ti, Marc. 🙂
Fin de la entrevista.
=============================<snip>
Referencias:
1. [Marx/Engels. Archivo de Internet(marxist.org/espanol) Correspondencia Marx-Engels: Engels a Conrad Schmidt, Londres, 5 de agosto de 1890. VersiónOnline.]↩
2. [InfoEnclosure-2.0. Dmytri Kleiner & Brian Wyrick. Lunes, 29 de enero, 2007.]↩
N.de.T.
a. [Venture Communism en el original, juego de palabras (y por admisión del propio Kleiner, como explica más adelante en la entrevista) sobre Venture Capitalism o “Capital de Riesgo”]↩
b. [“Creative Anti-procomún” juego de palabras con el nombre de la licencia Creative Commons.]↩
c. [InfoCercamiento 2.0.]↩