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Cooperativismo abierto para la era P2P

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Hoy presentamos un breve texto originalmente publicado en la web de la P2P Foundation por Michel Bauwens (fundador de la Foundation for P2P Alternatives (P2P Foundation), presagiando la visión de un nuevo tipo de cooperativismo acorde con la filosofía P2P. Dado que es el planteamiento con el que estamos forjando nuestra propia estructura cooperativista en Guerrilla Translation, son unas nociones muy especiales para nosotros.


Es cierto que las cooperativas son más democráticas que sus equivalentes capitalistas, basados en la dependencia salarial y la jerarquía interna. Pero las cooperativas que trabajan dentro del mercado capitalista tienden gradualmente hacia una mentalidad competitiva, e incluso si no es así, trabajan para el beneficio de sus propios miembros y no para el bien común.”

El movimiento cooperativo y las empresas cooperativas están en pleno resurgimiento aunque algunos de sus representantes más arraigados estén en declive. Este resurgimiento es propio de los vaivenes del cooperativismo, estrechamente relacionados con los propios vaivenes de la economía capitalista predominante. Tras la crisis sistémica del 2008, hay mucha gente buscando alternativas.

Aun así, no podemos limitarnos a observar los modelos antiguos y recrearlos. Hemos de tener en cuenta las nuevas posibilidades y necesidades de nuestra época, especialmente en relación a las ventajas que aportan las redes digitales.

A continuación, enumeraré varias ideas desde una perspectiva P2P, o entre pares, tal y como las estamos desarrollando en el contexto de la Peer to Peer Foundation.

Empecemos con una crítica de los modelos cooperativos tradicionales:

Es cierto que las cooperativas son más democráticas que sus equivalentes capitalistas, basados en la dependencia salarial y la jerarquía interna. Pero las cooperativas que trabajan dentro del mercado capitalista tienden gradualmente hacia una mentalidad competitiva, y aunque no sea así, trabajan para el beneficio de sus propios miembros y no para el bien común.

En segundo lugar, la gran mayoría de las cooperativas no crean, protegen, ni producen bienes para el procomún. Al igual que sus equivalentes con ánimo de lucro, normalmente trabajan con patentes y copyrights , favoreciendo así el cerco al procomún.

En tercer lugar, algunas cooperativas tienden a encerrarse en sí mismas en torno a su pertenencia nacional o local. Con ello, dejan el campo global libre a las grandes multinacionales con ánimo de lucro.

Tenemos que cambiar estas características, y podemos cambiarlas hoy mismo.

Estas son nuestras propuestas:

1. A diferencia de las empresas con ánimo de lucro, las nuevas cooperativas han de trabajar para el bien común, un requisito que debería figurar en sus propios estatutos y documentos de gobernanza. Esto conlleva que las cooperativas no pueden tener ánimo de lucro, que tienen que trabajar por el bien social y que todo lo anterior debería reflejarse en sus estatutos. Las cooperativas de solidaridad que ya funcionan en regiones como el norte de Italia y Quebec son un paso importante en la buena dirección. El modelo de mercado capitalista actual ignora las externalidades sociales y medioambientales, pasando la responsabilidad de regularizarlas al Estado. En el nuevo modelo de mercado cooperativo, las externalidades están estatutariamente integradas y son legalmente obligatorias.

2. A diferencia de las cooperativas cuyos miembros son las únicas partes interesadas, las nuevas cooperativas abrirán su gestión a múltiples grupos de interés. Esto supone que la condición de “miembro” ha de extenderse a otros tipos de membresía o que se necesitan alternativas al modelo de membresía tradicional, como el nuevo modelo de Fairshares.

3. La innovación más importante dentro del contexto actual es la siguiente: las cooperativas deben (co-)producir bienes para el procomún y estos bienes han de ser de dos tipos:

a. El primer tipo son bienes inmateriales. Es decir, bienes que utilizan licencias abiertas y compartibles, extendiendo así el proceso de innovación cooperativa a toda una comunidad global dispuesta a enriquecerlo mediante sus contribuciones. En la P2P Foundation hemos introducido el concepto de “licencias de reciprocidad basadas en el procomún”. Estas licencias están diseñadas para crear coaliciones de empresas éticas y cooperativas alrededor del procomún que co-producen. Los aspectos clave de estas licencias son: 1) Este procomún permite el uso no comercial 2) Este procomún permite el uso por parte de instituciones orientadas hacia el bien común 3) Este procomún permite el uso por parte de empresas con ánimo de lucro que contribuyen al procomún. La excepción radica en que aquellas empresas con ánimo de lucro que no contribuyen al procomún tendrían que pagar por el uso de la licencia. No se trata de una estrategia para generar ingresos, sino de una manera de introducir la noción de reciprocidad en la economía de mercado. Es decir, su objetivo es el de crear una economía ética, una dinámica de mercado no capitalista.

b. El segundo tipo es la creación de un procomún material. Aquí nos planteamos establecer sistemas de financiación orientados al procomún para, por ejemplo, fabricar maquinaria. Inspirándonos en las propuestas de Dmytri Kleiner, las cooperativas podrían emitir bonos mediante la contribución de todos los miembros de todas las cooperativas que forman parte del sistema, creando así un fondo comunal para la producción. La cooperativa que pide los fondos obtendría la maquinaria sin condiciones, pero los propietarios serían todos los cooperativistas que, con el paso del tiempo, obtendrían una renta básica derivada de los intereses obtenidos a través del fondo.

4. Finalmente, debemos abordar la cuestión del poder político y social a nivel global. Siguiendo la estela de la transnacional Sociedad Cooperativa de las Indias Electrónicas, proponemos la creación de filés globales. Una filé es un ecosistema global de empresas para facilitar la sostenibilidad del procomún y de la comunidad que contribuye a él. Funcionaría de la siguiente manera: imaginemos una comunidad global de diseño abierto que produce planos de maquinaria agrícola abierta (o cualquier otro producto o servicio imaginable). Esta maquinaria se fabricaría y se produciría mediante un sistema de micro-fábricas abiertas, distribuidas y situadas cerca de los lugares donde se utilizará la maquinaria. Pero estas micro-cooperativas no funcionarían de manera aislada, relacionándose solo a través de una comunidad global de diseño abierto “orientada hacia lo inmaterial”. Por el contrario, estarían todas conectadas entre sí como partes de una cooperativa global que abarcaría a toda la red de micro-fábricas. Estas filés, interconectadas y globales, serían el germen de una nueva modalidad de poder político social y global representativo de la economía ética. Las coaliciones empresariales éticas y las filés podrían volcarse en la coordinación post-mercantilista de la producción física, adoptando gradualmente prácticas de contabilidad y cadenas de producción abiertas.

En resumen, aunque las cooperativas tradicionales han jugado un papel importante y progresista dentro de la historia de la humanidad, tenemos que actualizar su formato para adaptarlo a la era de las redes mediante la introducción de una orientación P2P y del procomún.

Nuestras recomendaciones para la nueva era de cooperativismo abierto son:

1. Estas cooperativas han de estar estatutariamente (internamente) orientadas al bien común.

2. Estas cooperativas precisan modelos de gobierno que incluyan a todas las partes interesadas.

3. Estas cooperativas necesitan acometer activamente la co-producción de bienes materiales e inmateriales para el procomún.

4. Estas cooperativas han de organizarse social y políticamente de forma global, incluso en el caso de que su producción sea local.

 

Artículo traducido por Stacco Troncoso y editado por María Rodríguez – Guerrilla Translation!

         Imagen “Ayrshire Autumn”de Graeme Law.

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Cómo curarse del capitalismo: Cooperativismo y democracia laboral

Richard D. Wolff

En este vídeo y el artículo corto que lo acompaña, el profesor Richard D. Wolff, experto en cooperativas y economista heterodoxo estadounidense explica los motivos por los que el crecimiento ha adquirido tal protagonismo en nuestros sistemas políticos. La desigualdad es consecuencia de la forma en la que están organizadas las empresas. Asumiendo que pasamos una parte significativa de nuestras vidas en el trabajo, ¿qué pasaría si extendiéramos nuestro afán democrático al entorno laboral? ¿en qué cambiaría la sociedad si todas las empresas fueran más democráticas? ¿cuáles serían las implicaciones sociales y políticas de un cambio como este?

(Para activar la pista de subtítulos, pulsad el botón rectangular de la parte inferior derecha y elegir “Spanish – (Spain) -Guerrilla Translation!”)

Prosperidad y democracia económica: La solución de las cooperativas de trabajadores

Las WSDE (Empresas autogestionadas por los trabajadores, por sus siglas en inglés) son una respuesta al fracaso del capitalismo a la hora de proporcionar prosperidad económica, y también al del socialismo en cuanto al establecimiento de una democracia económica.

Entre los factores que impiden la formación, en los EEUU, de una nueva izquierda organizada y políticamente eficaz, se encuentra la profunda frustración de los activistas interesados en hacer que eso suceda. El declive desde los años 70 (y particularmente desde 2008) de la habilidad del capitalismo de “cumplir con su cometido” hacia la mayor parte de la ciudadanía ha llevado a muchas personas a cuestionar, criticar y desafiar el sistema capitalista. El destacado sondeo llevado a cabo por el Pew Research Center en diciembre de 2011 evidenció que un alto porcentaje de americanos se mostraba favorable al socialismo. Muchos más estarían de acuerdo hoy día. No obstante, los activistas de izquierdas se ven cada vez más frustrados por la falta de una alternativa sistémica viable que pueda atraer a aquellos que están desencantados con el capitalismo.

Las izquierdas se ven doblemente frustradas porque las alternativas socialistas tradicionales ni logran inspirar al público ni consiguen mobilizarlos a ellos. Las implosiones del socialismo soviético y los socialismos de Europa del Este, en conjunción con grandes cambios en China y más allá, han alimentado esa frustración. La han avivado también, aunque de un modo diferente, la aceptación del neoliberalismo por parte de los partidos socialistas de Europa Occidental, desde los años 70, y sus políticas de austeridad, desde 2007-2008. El colapso del partido socialista griego, y de igual manera, la disminución importante en el apoyo electoral del partido socialista alemán y otros partidos socialistas, son un claro reflejo de las frustraciones que existen entre los socialismos tradicionales por los que éstos abogan.

Los programas socialistas tradicionales, basados en un gran nivel de intervención gubernamental en la economía (por medio de diversas regulaciones de mercado y empresa, de propiedad y gestión estatal de las empresas, planificación centralizada, etc.) ya no consiguen suscitar mucho apoyo. Cuando en ocasiones parecen conseguirlo (como fue el caso de las últimas elecciones presidenciales y legislativas francesas, por ejemplo), el socialismo tradicional demuestra ser meramente retórico y simbólico, por no haber definido ni perseguido una verdadera alternativa a un capitalismo profundamente impopular. El apoyo del gobierno francés se esfumó rápidamente.

Ante los enfoques socialistas tradicionales, el público responde, cada vez más, con una indiferencia escéptica que podría traducirse como “ya hemos pasado por eso”. Muchos se han formado la opinión de que los socialismos tradicionales, cuando han conseguido instaurarse, demostraron tener demasiadas deficiencias, fueron demasiado insostenibles, o ambas cosas. El creciente interés público que desde la crisis de 2008 se ha despertado hacia las alternativas al capitalismo ha chocado de frente con la pérdida paulatina de confianza en el socialismo tradicional.

La frustración de la izquierda, teniendo en cuenta que el atractivo del socialismo tradicional se ha agotado, surgió ante la falta de una alternativa atrayente y generalmente aceptada al capitalismo. La izquierda no podía proporcionar lo que anhelaban las masas, mientras éstas intensificaban sus críticas hacia el capitalismo en general, su caída a largo plazo y su crisis a corto plazo.

En este punto entra en escena el concepto de las cooperativas de producción o cooperativas de trabajo asociado, o aún mejor, el término poco adecuado pero más específico: empresas auto-dirigidas por los trabajadores (WSDE). Esta idea, que tiene siglos de antigüedad, ha sido reavivada, rediseñada y aplicada para que vaya mas allá del socialismo tradicional. El resultado es una nueva visión de un capitalismo alternativo que podría ayudar a movilizar a una nueva izquierda.

Al establecer la democracia en el seno de las empresas, las WSDE hacen que el gobierno asuma sus responsabilidades ante el pueblo, como trabajadores. La democracia política no es más que una formalidad cuando la dependencia directa de los gobiernos hacia las personas, como votantes, no va acompañada de una dependencia hacia las personas como trabajadores”

Las WSDE reemplazan las empresas capitalistas jerárquicas (organizadas de arriba hacia abajo y dirigidas por sus accionistas principales y las juntas directivas que éstas escogen) por empresas democráticas dirigidas por todos sus trabajadores. Éstas últimas toman colectiva y democráticamente todas las decisiones sobre qué, cómo y dónde se produce. Y lo que es más importante, deciden cómo usar los ingresos netos de la empresa.

La dependencia de los gobiernos (a nivel municipal, regional y nacional) del pago de impuestos por parte de las empresas se convierte, por lo tanto, en una dependencia hacia las personas, como trabajadores. Ya no se usarán los impuestos ni ninguna otra distribución de ingresos netos para moldear las políticas gubernamentales en beneficio de intereses no comunes (capitalistas dentro de las empresas) y en contra de los trabajadores o los ciudadanos.

La importancia de tales transformaciones, a pequeña escala, hacia el modelo WSDE, no puede sobrevalorarse. Por el hecho de situar poderes económicos claves en manos del estado (la regulación o propiedad de las empresas, la imposición de una planificación por encima o en lugar de los mercados), el socialismo tradicional normalmente acumulaba demasiado poder, o exclusivamente en el estado o bien entre el estado y las principales empresas capitalistas que éste “regulaba”. Demasiado poco poder compensatorio, real e institucionalizado residía dentro de las empresas, en manos de los trabajadores. Como resultado, no existían en la vida económica la transparencia, la responsabilidad, ni el tener que rendir cuentas, y por lo tanto, tampoco existía la democracia económica. Cosa que a su vez minaba la democracia en el ámbito político.

Las WSDE podrían solucionar ese problema. En las economías donde predominan las WSDE, los recursos financieros del estado (los impuestos cobrados a las empresas y/ o los préstamos recibidos de las mismas) están compuestos por las contribuciones de los ingresos netos hechos por los trabajadores de estas empresas. Del mismo modo, el uso de los ingresos netos de cualquier empresa para la financiación de partidos o personalidades políticas, esfuerzos de lobbying o centros de estudios, sería un reflejo de las decisiones democráticas de sus trabajadores. Siempre ha sido una característica estructural fundamental del capitalismo – la dictadura del capital dentro de las empresas – la que ha generado los incentivos y proporcionado los recursos para que los capitalistas pudieran doblegar el gobierno para ponerlo al servicio del capital y en contra de los trabajadores. Una economía basada en WSDE, en cambio, aboliría esa dictadura, y en consecuencia, sus efectos políticos.

Al establecer la democracia en el seno de las empresas, las WSDE hacen que el gobierno asuma sus responsabilidades ante el pueblo, como trabajadores. La democracia política no es más que una formalidad cuando la dependencia directa de los gobiernos hacia las personas, como votantes, no va acompañada de una dependencia hacia las personas como trabajadores (en gran proporción, las mismas personas). La democracia política verdadera requiere la intregración de una alianza con la democracia económica, tal y como se contempla en las economías donde predominan las WSDE. El énfasis excesivo del socialismo tradicional en sus diferencias a nivel general con respecto al capitalismo (la sustitución de la regulación/propiedad estatal por la propiedad privada y la planificación estatal por los intercambios comerciales) sería corregido de forma radical por las transformaciones, a pequeño nivel, en la organización empresarial, que pasaría de una organización capitalista a un modelo de WSDE.

Las empresas democratizadas, por supuesto, tendrían que compartir poderes, a todos los niveles (municipal, regional y nacional), con unas estructuras políticas democráticas vinculadas al lugar donde desarrollan su actividad dichas empresas. Las consecuencias politicas de las decisiones empresariales, igual que las consecuencias empresariales de las decisiones políticas, requerirían que la toma de decisiones en ambas áreas sociales (la empresa y la comunidad residente) fuera mutuamente respetuosa e interdependiente. La democracia basada en las empresas co-gestionaría, junto con la democracia basada en la comunidad residente, el espectro completo de las decisiones sociales, incluyendo las funciones y políticas de cualquier sistema político.

En este contexto, la transformación de las empresas capitalistas en WSDE cambiaría radicalmente los lugares de trabajo, las comunidades residenciales, y por consiguiente, la vida de prácticamente todo el mundo. Podría realizar el cambio sistémico que se proponían las socialismos tradicionales, pero que nunca lograron: una alternativa viable y atractiva que sea preferible al capitalismo. Ello ofrece a la izquierdas un medio para superar sus frustraciones y un epicentro alrededor del cual reagruparse y existir mientras construyen nuevos movimientos y organizaciones.


Guerrilla Translation/Relacionado:Hacia un procomún materialMichel Bauwens Dmytri Kleiner John RestakisRevolución integral Enric DuránStrip Capitalism works¡El capitalismo me funciona! Verdadero/FalsoSteve Lambert

El principio de autoridad

AMAZING viewKarol Olesiak de Soldiers for the Cause entrevista a Scott Noble

Scott Noble es el director de varios documentales exitosos y con una importante carga política. Entre ellos destacan títulos como Psywar (Guerra psicológica), Human Resources (Recursos humanos) and Lifting the Veil (Levantando el velo).  Su documental sobre Occupy Wall Street, Rise Like Lions, acabó en primer lugar en la lista de los diez mejores documentales sobre Occupy de la página Films for Action. Su última obra, The Power Principle (El principio de autoridad), trata sobre el Imperio americano haciendo hincapié en la Guerra Fría. Le hemos enviado unas preguntas y, a continuación, reproducimos sus respuestas.

Tu documental Rise Like Lions traza la historia del movimiento Occupy Wall Street. ¿Qué te atrajo de Occupy?

Bueno, creo que debería empezar diciendo que mis opiniones probablemente resulten más “radicales” que las de muchos de vuestros lectores. Occupy está compuesto de gente muy diversa, desde “liberales” y “libertarios” que preferirían una reforma del sistema manteniendo la mayoría de sus instituciones intactas, a “radicales” que quieren transformar por completo las instituciones en sí. Yo soy de los últimos.

Ken Knabb, autor de The Joy of Revolution (El placer de la revolución), ha dicho que Occupy es “el cambio más significativo y radical visto en América desde los años 60”. Ojalá esté en lo cierto. Lo importante es que la gente se está empezando a unir a nivel internacional en búsqueda de una nueva sociedad. Que estos movimientos se sigan agrupando bajo el nombre de “Occupy” en el futuro o no, tampoco tiene tanta importancia. La mecha está prendida.

La respuesta por parte de las “autoridades” ha sido bastante reveladora. Rebecca Solnit de Tom Dispatch ha caracterizado los desalojos de los campamentos de Occupy como “Fuerza casi-letal en su máxima expresión y dirigida hacia gente durmiendo en tiendas, madres con hijos, peatones desarmados, mujeres jóvenes que ya estaban acorraladas, estudiantes sentados que no ofrecían resistencia, poetas, profesores, embarazadas, activistas en sillas de ruedas y octogenarios. Ha sido la mayor campaña continua de brutalidad policial perpetrada en los últimos 40 años, desde Wall Street al Estado de Washington.”

Existe la tentación de ver a la clase dominante como una panda de sádicos. Pero, en lo que a la respuesta histérica ante Occupy se refiere, creo que se han comportado así por puro pánico. Es como la fábula del animal salvaje que te teme más a ti de lo que tú le temes a él. Las élites temen la igualdad, temen la democracia real y temen la justicia. No creo que el cabreo justificado del pueblo se vaya disipar en un futuro próximo. Todos los indicadores apuntan a que, en vez de dirigirnos hacia la “recuperación”, viviremos una serie de eventos catastróficos –sociales, financieros, medioambientales– o incluso una posible Tercera Guerra Mundial. Dar palos puede que funcione a corto plazo, pero no apagará el fuego. Lo único que hacen “los chicos de azul” es dispersar un poco las chispas.

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La siguiente pregunta es si este fuego va ser iluminador o meramente destructor. En El espíritu de rebelión, el gran filósofo anarquista Piotr Kropotkin escribió: “La dirección de esta revolución dependerá, no cabe duda, de la suma total de todas las circunstancias que determinen la llegada del cataclismo. Pero se puede predecir con antelación según el vigor de la acción revolucionaria evidenciada en el período preparatorio por los distintos actores progresistas.”

Ahora mismo estamos en ese período preparatorio, aunque pocos se den cuenta. Obama firmó el NDAA 1 en la nochevieja del 2011, cuando todo el mundo estaba borracho. Es una metáfora muy apropiada. Estamos viendo la introducción de nuevas armas “menos letales”, tecnologías de vigilancia, leyes fascistoides, apropiación de recursos y demás; mientras tanto, una pequeña parte de la población intenta establecer un amago de vigor (r)evolucionario.

A mi modo de ver, el objetivo es la participación directa del pueblo en la gestión de nuestras vidas, incluyendo el ámbito laboral. Es decir, democracia real y participativa.

Tenemos, como poco, a un tercio de la población viviendo en la tierra de los sueños. Una de dos: o ignoran por completo la magnitud del problema, o han proyectado su furia sobre chivos expiatorios irrelevantes. Éste último grupo está formado por personas que se postran ante el poder mientras que dirigen su furia hacia todo aquel que ocupa un escalafón “más bajo” en la jerarquía social. El neofascismo está en auge tanto en Europa como en Norteamérica.

También tenemos un porcentaje alto de la población consumido por la desesperación y otros mecanismos de defensa.

Pero también tenemos Occupy y otros movimientos relacionados en otros países. Parece que la clase gobernante transnacional está haciendo un esfuerzo coordinado para implementar una especie de sociedad neofeudal a lo largo del planeta. Incluso en Canadá –el país con los mayores depósitos de recursos naturales del mundo, se están aplicando políticas de “austeridad”. Se trata de una lucha de clases a escala global.

Si esperamos que nuestros “líderes” resuelvan todos estos problemas, estamos condenados. En “Breve historia del progreso” 2, Ronald Wright examina la respuesta de las élites a los colapsos sistemáticos del pasado: la Isla de Pascua, Roma, Sumeria, los Mayas y demás. Cuando estas sociedades empezaron a implosionar, las élites no quisieron admitir sus errores y cambiar de rumbo — aunque no les faltaran oportunidades para hacerlo y, por el contrario, permanecieron inamovibles; acelerando un nivel de consumo extravagante, declarando más guerras, y aumentando la represión de las poblaciones domésticas.

Si confiamos en la clase gobernante, lo más probable es que la especie humana quede extinta en un futuro cercano. No creo que esa frase sea una hipérbole. Puedes fijarte en cualquier indicador. Por ejemplo, en estos últimos 60 años un 40% de todo el fitoplancton ha muerto. El fitoplancton es una parte absolutamente esencial de nuestros sistemas de soporte vital planetario. En términos simples, la clase gobernante parasitaria está matando a su huésped –nosotros– junto a prácticamente todas las demás formas de vida que hay en la Tierra.”

Si confiamos en la clase gobernante, lo más probable es que la especie humana quede extinta en un futuro cercano. No creo que esa frase sea una hipérbole. Puedes fijarte en cualquier indicador. Por ejemplo, en estos últimos 60 años un 40% de todo el fitoplancton ha muerto. El fitoplancton es una parte absolutamente esencial de nuestros sistemas de soporte vital planetario. En términos simples, la clase gobernante parasitaria está matando a su huésped –nosotros– junto a prácticamente todas las demás formas de vida que hay en la Tierra.

Esto no es un sistema de soporte de la vida;  es un sistema de soporte de la muerte. Eric Fromm utilizaba el término “necrófilo”: “Atracción apasionada por todo aquello que esté muerto, degenerado, podrido, enfermo… la pasión por transformar aquello que vive en algo muerto… destruir por el hecho de destruir… un interés exclusivo por todo lo puramente mecánico.”

No son unas pocas manzanas podridas en Goldman Sachs. En “La colonia penitenciaria” Franz Kafka compara el sistema de gobierno moderno a una máquina en la que todos, incluyendo los gestores de la colonia, deben sacrificarse.

Nadie sale beneficiado de este sistema, ni siquiera la clase gobernante; están condenando a sus nietos a un destino espeluznante.

Mientras tanto, la gente “normal” se desespera cada vez más. Hubo una época en la que los trabajadores se referían a la mano de obra como una “esclavitud asalariada”, mientras que vender nuestro trabajo a un “jefe” para pasar el día acatando sus órdenes nos parecería un insulto a la dignidad. Ahora nos sentimos agradecidos solo por tener trabajo.

Nos enfrentamos a una tarea sobrecogedora. Pero quizás no sea tan desesperada como aparenta.

En muchos sentidos, la estructura estadounidense del poder –como todas las estructuras jerárquicas– es un tigre de papel. Depende en gran parte en lo que Etienne de la Boetie llamaba “servidumbre voluntaria”.

No quiero exagerar esta observación. En Estados Unidos, específicamente, pronto tendremos a miles de drones patrullando la “patria”; mientras que miles de seres humanos que se comportan como drones trabajan diligentemente para el FBI, la seguridad nacional y agencias similares. El presidente norteamericano actual es poco más que un drone supremo. La biométrica y otras tecnologías de vigilancia se extienden a lo largo del país y, por desgracia, no parece que este imperio vaya a renunciar el poder tal y como hizo la Unión Soviética durante el Glasnost y la Perestroika.

En todo caso, jamás debemos olvidar que realmente nos enfrentamos a un porcentaje mínimo de la población. Aun incluyendo a sus esbirros en el aparato de seguridad, sigue siendo menos que un 1%. La Stasi en Alemania Oriental era el aparato de seguridad más temido del mundo; contaban con más de medio millón de informadores; aun así se les derrocó en cuestión de días. En el fondo, los autoritarios son unos cobardes.”

En todo caso, jamás debemos olvidar que realmente nos enfrentamos a un porcentaje mínimo de la población. Aun incluyendo a sus esbirros en el aparato de seguridad, sigue siendo menos que un 1%. La Stasi en Alemania Oriental era el aparato de seguridad más temido del mundo; contaban con más de medio millón de informadores; aun así se les derrocó en cuestión de días. En el fondo, los autoritarios son unos cobardes.

Si surge, y cuando surja, un grupo lo suficientemente grande de gente que decida que el juego se ha acabado, el juego se habrá acabado.

Puede que sea un baño de sangre, puede que sea un despertar masivo, puede que sea ambas cosas. Pase lo que pase, Occupy tiene el potencial de educar al pueblo antes de que sea demasiado tarde.

¿Qué opinas sobre las próximas elecciones americanas 3 y qué papel crees que jugará el movimiento Occupy?

No soy estadounidense y no voy a opinar sobre cómo deben votar los estadounidenses. Es cierto que las corporaciones americanas se han adueñado de una tercera parte de Canadá, convirtiendo al país en una colonia de facto del imperio pero, técnicamente, aún somos dos países distintos. Lo que sí diré es que el concepto de “el mal menor” es una estrategia fallida. Peor aún, creer que una persona aupada a una posición de poder –incluso a la presidencia– vaya a ser capaz de afrontar las crisis que nos amenazan es una noción utópica.

IROQUESES

Confederación Iroquesa

La masa continental  conocida hoy en día como Estados Unidos no ha disfrutado de una democracia a gran escala desde la Confederación Iroquesa 4. Es más, no hay virtualmente ningún país en el mundo, independientemente de las etiquetas políticas que se utilicen, donde el pueblo realmente ostente el poder, ni por asomo. Suiza es bastante democrática; pero incluso en países como Suiza existen jerarquías institucionales muy asentadas, además de una adherencia notable a los sistemas de mercado.

Dentro de la “democracia representativa” de Estados Unidos y de prácticamente todos los demás países del mundo –especialmente después del surgimiento de la televisión, el voto se ha convertido en poco más que un ejercicio simbólico. Las elecciones son, por encima de todo, pugnas entre distintas empresas de relaciones públicas y especialistas en fraude electoral. Con esto no quiero decir que votar no pueda producir resultados positivos, pero tenemos que ser realistas.

En general, el público no entiende muy bien el significado de la palabra “anarquismo”, pero básicamente se trata de una filosofía que aboga por la descentralización y los sistemas de democracia directa. Por ejemplo, en vez de permitir que los políticos tomen todas las decisiones importantes “en nuestro nombre”, una sociedad anarquista contaría con delegados que —en el supuesto de tomar decisiones importantes sin el consentimiento de la mayoría— podrían revocarse y reemplazarse. De hecho, es la manera en la que los humanos nos hemos organizado durante la mayor parte de nuestra existencia en el planeta Tierra.”

Otra forma de ver las campañas políticas es que suponen un despilfarro tremendo de energía que podría emplearse en otras cosas. Esta es la opinión tradicional de los anarquistas. La anarquista norteamericana Lily Gair Wilkinson escribió: “La llamada a los votos jamás puede ser una llamada a la libertad porque, ¿qué es votar? Votar es registrar consentimiento a someterse al mandato de un tipo de legislador u otro.”

En general, el público no entiende muy bien el significado de la palabra “anarquismo”, pero básicamente se trata de una filosofía que aboga por la descentralización y los sistemas de democracia directa. Por ejemplo, en vez de permitir que los políticos tomen todas las decisiones importantes “en nuestro nombre”, una sociedad anarquista contaría con delegados que —en el supuesto de tomar decisiones importantes sin el consentimiento de la mayoría— podrían revocarse y reemplazarse. De hecho, es la manera en la que los humanos nos hemos organizado durante la mayor parte de nuestra existencia en el planeta Tierra.

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Marcha conmemorativa Kanien’kehá:ka Montreal.

Aquí tenemos la descripción de Kahentinetha Horn del proceso de toma de decisiones consensual de los Kanien’kehá:ka:

“Nadie puede imponer su voluntad ni tomar decisiones en nombre de otro, todos tenemos que entender el punto de vista y estar de acuerdo por voluntad propia. El objetivo no es el consenso total, sino la comprensión total… el individuo tiene el deber de involucrarse directamente y de aportar sus ideas a la discusión dentro de su clan. La decisión final será totalmente satisfactoria para algunos, satisfactoria para otros y relativamente satisfactoria para el resto, y reflejará elementos de todos estos grupos. Se trata de un procedimiento lento y cuidadoso que requiere comprensión absoluta por parte de cada individuo y no una decisión tomada por ‘un líder’. La persona que explica la decisión es un portavoz.”

En cuanto a Occupy, no estoy de acuerdo al 100% con el modelo de consenso adoptado por las asambleas de ciertas localidades; hay demasiado riesgo de sabotaje por parte de infiltrados; pero opino que su estructura de democracia directa es la más apropiada.

En cuanto al movimiento Occupy y las elecciones, creo que lo más importante es seguir siendo independiente del partido Republidemócrata 5 o cualquier otro que pretenda cooptar el movimiento. Dejemos que Occupy construya alternativas reales. En mi documental “Lifting the Veil” la historiadora Sharon Smith describe al Partido Demócrata como “el cementerio de los movimientos sociales”. Es algo que hay tener en cuenta. 

Dentro de la “democracia representativa” de Estados Unidos y de prácticamente todos los demás países del mundo –especialmente después del surgimiento de la televisión, el voto se ha convertido en poco más que un ejercicio simbólico. Las elecciones son, por encima de todo, pugnas entre distintas empresas de relaciones públicas y especialistas en fraude electoral. Con esto no quiero decir que votar no pueda producir resultados positivos, pero tenemos que ser realistas.”

¿Cómo ves la trayectoria de Occupy y a dónde crees que se dirigirá de cara al futuro?

Creo que esta pregunta merece una respuesta detallada, porque hay una gran variedad de resultados potenciales.

En estos momentos, Occupy está evolucionando de distintas maneras. Esto es muy saludable. Hay ocupaciones de casas desahuciadas, actos de solidaridad con los presos, boicots, la gente está cambiando de bancos a uniones de crédito y demás.

El movimiento ya ha tenido éxito en el sentido que ha afectado al discurso dominante. Toda la idea del 1% en contra del 99% es meme muy poderoso. En mi opinión, lo más importante es que Occupy está construyendo redes de ayuda mutua. EEUU es una sociedad tremendamente atomizada y el primer paso para provocar un cambio real es derribar esos muros diseñados para que las personas permanezcan aisladas entre sí.

Grève_étudiante_québécoise

Quebec, 2012

Según escribo estas palabras, la insurrección más importante relacionada con Occupy en Norteamérica está ocurriendo en Quebec. Los estudiantes se niegan a aceptar la subida de las matrículas y desafían abiertamente las draconianas leyes de “emergencia” que impulsa el Estado. Lo más impactante de estas asambleas estudiantiles es que insisten en organizarse mediante la democracia directa y rechazan los viejos modelos jerárquicos. Se han inspirado en los estudiantes chilenos, que a su vez se han inspirado en los estudiantes griegos y españoles, que a su vez también han tomado inspiración de los eventos en Egipto y demás. La juventud, en particular, está empezando a darse cuenta de que la democracia “representativa” es una dinámica de organización social anticuada.

Con el paso del tiempo, Occupy y otros movimientos relacionados se volverán más militantes. Estoy bastante seguro de ello. No estoy hablando de una insurrección armada contra el gobierno, aunque es un escenario concebible si la gente llega a un extremo de desesperación; estoy hablando más bien de un nivel más avanzado de conciencia de clase, sacrificio, solidaridad, organización, participación y una voluntad de sobrepasar, circunvalar y superar las instituciones tradicionales.

Es probable que veamos un aumento de la violencia perpetrada por el Estado. La autodefensa, o incluso la autodefensa armada, es otra posibilidad.

El poder utiliza varias técnicas previsibles para aniquilar cualquier movimiento que proponga cambios positivos. Uno es la propaganda. Otro es la fuerza bruta. Otro es la cooptación por parte del establishment. Otra es la contrainteligencia, incluyendo “trucos sucios”. Todos estos están entrelazados y se alimentan mutuamente.

El primer objetivo es dividir y conquistar al movimiento. Ya vemos señales de esto en Occupy y, especialmente, ahora que nos aproximamos a las elecciones. Escribiendo en The American Prospect 6, Sally Kohn sugiere que Occupy no tardará en verse dividido en facciones: los “radicales” y “anarquistas” quedarán marginalizados (aunque los que empezaron el movimiento eran “radicales” y “anarquistas”) mientras que el resto se adaptará a la “corriente principal”. Creo que a Kohn le parece una gran idea. Pero examinémosla más de cerca.

La filosofía de Gandhi era anárquica (“El Estado no-violento ideal sería una anarquía ordenada”) y, de hecho, gran parte de su filosofía estaba basada en la no-violencia de dos filósofos anarquistas (Kropotkin y Tolstoy). También dijo que la política era un mal necesario, llamándolo “un pulso con la serpiente”. Puede que ahora, y gracias a las nuevas tecnologías, podamos tomar un camino distinto: en vez de librar un pulso con la serpiente, quizás podamos engañarla. Echar pulsos con serpientes no es la manera más inteligente de conseguir un objetivo.”

PR Watch 7 publicó un comunicado fascinante firmado por Ron Duchin, antiguo presidente de Mongoven, Biscoe & Duchin (MDB), una agencia de asuntos públicos basada en Washington D.C. especializada en “la gestión de conflictos y la motivación que impulsa a los movimientos activistas”.

power_principle_filmDuchin se graduó del US Army War College 8 y fue asistente especial del secretario de defensa. Su nombre aparece listado en la Asociación de Antiguos Oficiales de Inteligencia.

“En 1991 dio un discurso ante la Asociación Nacional de Ganaderos Estadounidenses, describiendo las estrategias empleadas por MBD para dividir y conquistar movimientos activistas. Duchin afirma que los activistas se dividen en cuatro categorías: radicales, oportunistas, idealistas y realistas y que, para derribarlos, se necesita una estrategia en tres pasos.

“Primero, aíslas a los radicales –los que quieren cambiar el sistema y promover la justicia social. Segundo, “cultivas” cuidadosamente a los idealistas: los que son altruistas, no pretenden sacar provecho de su activismo y no son tan extremos en sus métodos y objetivos como los radicales. Esto se logra convenciéndoles poco a poco de que su activismo tiene consecuencias negativas para algunos grupos, para finalmente convertirles en realistas”

“Finalmente, coaccionas a los realistas (los progresistas pragmáticos dispuestos a trabajar dentro del sistema) para llegar a un acuerdo”

Una de las estrategias más utilizadas para aislar a los “radicales” es la provocación.

Tanto Gandhi como Martin Luther King estarían horrorizados al comprobar que, hoy en día, mucha gente cree que una ventana de Starbucks goza de más “derechos” que un grupo de manifestantes pacíficos. Es más, ninguno de estos dos señores condenó a los revolucionarios violentos; responsabilizaron a los verdaderos culpables –los arquitectos del sistema.

En lo que a violencia se refiere, podemos aprender muchas lecciones del programa de contrainteligencia del FBI para enfrentarse a la “nueva izquierda” en la época de los derechos civiles. Aquí tenemos un ejemplo típico protagonizado por un agente provocador:

“Tommy el viajero”, haciéndose pasar por organizador del SDS  9, ofrecía bombas, armas de fuego y talleres sobre tácticas de guerrilla a los estudiantes de varias universidades neoyorquinas. Dos de los estudiantes a los que había enseñado hacer cócteles molotov quemaron el edificio del  ROTC de la facultad y fueron arrestados de inmediato (New York Times, 7 y 19 de junio, 1970).

En su estudio, On an Overlooked Category of Social Movement Participant: the Agent Provocateur and the Informant (“Las categorías ignoradas de los partícipes en movimientos sociales: el agente provocador y el informador”) el sociólogo Gary T. Marx resume el objetivo de estas operaciones: “Reunir evidencias para utilizar en un juicio, promover la paranoia y la discordia interna, y/o dañar la imagen pública de un grupo”.

Dado que estas triquiñuelas son prácticamente imposibles de prevenir, y teniendo en cuenta que pueden fomentar la paranoia y la desmoralización dentro de grupos disidentes (siendo este uno de sus objetivos), hay muchos intelectuales y activistas que pasan este tema por alto. Me parece un error.

Primero, si estudiamos la historia de las operaciones clandestinas, podemos aprender cómo minimizar la amenaza que suponen estos trastornos de la mejor manera posible. He aquí una lección importante: jugar a “pillar al chivato” es un juego peligroso.

En un memorándum de 1970, “…se ordenó a los agentes del FBI a plantar documentos falsos –impreso con material de oficina del FBI– en manos de las Panteras Negras para provocar sospechas de la presencia de informadores policiales dentro del grupo.”. Otra directiva del FBI ordena a los agentes a cuestionar constantemente las motivaciones de los componentes de la nueva izquierda: “Aumentará el nivel de paranoia inherente a estos círculos, y propagará la noción de que hay un agente del FBI escondido detrás de cada buzón”.

En conclusión: es mejor debatir tácticas que estar acusándose mutuamente de ser “agentes”. Los colectivos deberían expulsar a los agitadores reincidentes cuando sea necesario, pero es más importante desalentar el faccionalismo excesivo.

Otro motivo por el que hay que prestar atención a las operaciones clandestinas y ser capaces de discutir sobre ellas: educando al público sobre la existencia de estos “trucos sucios” podemos minimizar su valor propagandístico. Esto es especialmente pertinente en lo que a agentes provocadores se refiere.

El subtítulo de mi documental Psywar es: “El verdadero campo de batalla es la mente”. Es comprensible que el público reaccione con repugnancia ante actos de destrucción de propiedad o de terrorismo insensato –siempre y cuando no provengan de la policía o de soldados, en tales casos nos han adoctrinado a aceptar, o incluso vitorear, la violencia.

En respuesta a la destrucción de la Comuna de París, Karl Marx escribió: “La burguesía… que contempla plácidamente la masacre después de la batalla, se ve sobrecogida y horrorizada ante la profanación de los ladrillos y el hormigón”

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Barricada en la Comuna de Paris. 1871

No se trata de un problema nuevo, como tampoco lo es el debate sobre la violencia dentro de los movimientos activistas.

En lo que a la brutalidad policial se refiere, uno de los conceptos que tenemos que meter dentro de la cabeza de nuestros amigos y vecinos es que el castigo colectivo por parte del Estado jamás está justificado. Jamás. Si un joven furioso o un provocador arroja un objeto a la policía, eso no le da a la policía el derecho de cargar contra los otros 500 manifestantes que están las inmediaciones. Pero esto sigue ocurriendo. Repetidamente. Me parece increíble que incuso tengamos que hablar sobre ello.

Puede que esta confusión surja de nuestra cultura del “daño colateral”, donde aceptamos que mueran decenas de civiles por cada “militante” eliminado en oriente medio.

Sin dejar de lado las atrocidades cometidas por la Unión Soviética, merece la pena recalcar que la cantidad de muertes causadas por el capitalismo es tan sumamente alta que roza lo incalificable. Millones de niños mueren todos los años debido a la violencia sistemática perpetrada por el “libre mercado”. Estas prácticas no son parcela exclusiva del capital norteamericano, evidentemente; son anteriores al capitalismo norteamericano y, de hecho, se implementan en países que tienen niveles aceptables de igualdad y cohesión doméstica. Canadá es buen ejemplo de ello. Las corporaciones mineras canadienses matan a muchísimas más personas que las balas canadienses.

Los medios corporativos normalmente describen los abusos policiales perpetrados sobre manifestantes alegando: “Los manifestantes chocaron con la policía”. Otra variante muy arraigada es: “Los manifestantes arrojaron botellas y otros objetos a la policía”, seguido por “…la policía respondió con gas lacrimógeno”.

En un artículo reciente sobre este tema, David Graeber señaló que cualquier intento de atraer a los “medios masivos tradicionales” apelando a un ideal imaginario del “protocolo del buen manifestante” está condenado al fracaso. En cuanto a Occupy, la firme resolución de no emplear la violencia no impidió cargas contra los manifestantes, ni engendró ningún tipo de cobertura positiva en los medios.

Hay activistas que invierten mucho tiempo redactando misivas enfurecidas a la CNN y ABC etc. Yo les sugeriría que invirtieran su tiempo convenciendo a sus amigos y familiares de cancelar sus suscripciones a estos canales. Los medios corporativos son el megáfono del 1%.

Volviendo a mi comentario inicial, creo que la insistencia de Occupy en la no-violencia ha sido y es la mejor opción. En el siguiente escrito, Arundhati Roy cita uno de los muchos motivos por los que las revoluciones pacíficas son preferibles.

“Pero recordad que si la lucha recurre a la violencia perderá su visión, belleza e imaginación. Y más peligroso aún, marginalizará y, eventualmente, victimizará a las mujeres. Y la lucha política que no tiene en su corazón mismo a las mujeres, ni por encima, ni por debajo, ni en su interior, no es una lucha verdadera.”

Dicho todo esto, tampoco deberíamos transformar el concepto de la no-violencia en una especie de religión o reducirlo hasta lo absurdo.

Es alarmante que la defensa propia en contra de la violencia perpetrada por el Estado se denomine cada vez más a menudo como algo “radical” o incluso inmoral.

Scott Olsen

Scott Olsen. Oakland, 2011

Algunos liberales vilipendiaron a los manifestantes de Occupy por aparecer en una ocupación con cascos y escudos –todo esto después de que Scott Olsen, un veterano de la Guerra de Irak, recibiera el impacto de un bote de gas lacrimógeno en el cráneo.

Tanto Gandhi como Martin Luther King estarían horrorizados al comprobar que, hoy en día, mucha gente cree que una ventana de Starbucks goza de más “derechos” que un grupo de manifestantes pacíficos. Es más, ninguno de estos dos señores condenó a los revolucionarios violentos; responsabilizaron a los verdaderos culpables –los arquitectos del sistema.

A menudo nos topamos con una opción falsa: o nos levantamos contra el Estado a través de una insurrección armada, o nos ponemos a resolver conflictos a través de los “canales oficiales” mientras que aceptamos la violencia policial con pasividad. Pero contamos con una gran cantidad de tácticas potenciales y entre ellas hay opciones ilegales que siguen siendo tan justificables como eficaces.

Por ejemplo, los pacifistas a menudo destruyen equipo militar. Puede que estén salvando vidas al hacerlo. Las ocupaciones también puede ser ilegales, pero son efectivas. De hecho encontramos referencia a ello en este texto del Programa de Contrainteligencia del FBI:

“Un estudiante, contratado por un comité de investigación del congreso para recopilar información sobre estudiantes radicales, ha revelado cómo estableció una sede local de los Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS) en su universidad para tener controlada a la izquierda y “prevenir” la toma estudiantil de las facultades (Meinhausen 1969)”.

También hay que preguntarse si estos tipos de ocupaciones –ya sean de un edificio gubernamental, una casa desahuciada o una fábrica– deberían defenderse con la fuerza. Esto no es un ejercicio intelectual, sino algo que ha ocurrido en repetidas ocasiones a lo largo de la historia norteamericana. Creo que, en términos morales, estas medidas defensivas están totalmente justificadas.

Un “radical” de la talla de Thomas Jefferson escribió: “En cualquier nación, allá donde encontremos tierra sin cultivar y pobres sin empleo, es evidente que las leyes de propiedad se han extendido hasta el punto en el que violan el derecho natural”. Decir que algo esté justificado moralmente no es lo mismo que decir que sea un curso de acción ideal. Estamos intentando crear una sociedad menos violenta, no morir por ser fieles a un principio.

La filosofía de Gandhi era anárquica (“El Estado no-violento ideal sería una anarquía ordenada”) y, de hecho, gran parte de su filosofía estaba basada en la no-violencia de dos filósofos anarquistas (Kropotkin y Tolstoy). También dijo que la política era un mal necesario, llamándolo “un pulso con la serpiente”.

Puede que ahora, y gracias a las nuevas tecnologías, podamos tomar un camino distinto: en vez de librar un pulso con la serpiente, quizás podamos engañarla. Echar pulsos con serpientes no es la manera más inteligente de conseguir un objetivo.

La Realpolitik a la Henry Kissinger normalmente se percibe como una visión del mundo “fría y racional”. De hecho, es tan irracional que roza el delirio. La raza humana no ha sobrevivido gracias a la competición entre especies; por contrario, aquellos valores que a menudo se denominan como “suaves” o “inocentes” por parte de estos supuestos “realistas” –cooperación, ayuda mutua, igualdad– son los mecanismos esenciales que nos permiten sobrevivir como especie.”

Dentro del pensamiento anarquista libertario encontramos la tradición mutualista. No se trata de capturar el Estado sino de reemplazarlo –construir la nueva sociedad sobre el esqueleto de la antigua. Gar Alperovitz, escribiendo sobre las cooperativas de trabajadores en la revista YES!, ha descrito este proceso como “una reconstrucción evolucionaria”.

R. Buckminster Fuller dijo: “Jamás cambiarás nada luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que haga que antiguo se vuelva obsoleto.”

Si nos coordinamos a nivel internacional, puede que venzamos a los amos tan solo por el poder de nuestro número  En realidad, esa es nuestra mayor ventaja, aparte de la legitimidad de nuestra causa. De ahí viene el eslogan del 99%.

Si queremos que la (R)evolución tenga éxito, tiene que ser global. Me sorprendió el hecho de que el departamento de policía de Nueva York se tomara la molestia de hacer una redada en el estudio de Globalrevolution TV en pleno auge de Occupy. Se trataba de un canal que emitía imágenes, no sólo de los eventos de Nueva York, sino de levantamientos similares a lo largo del planeta y los enlazaba entre sí de manera explícita. Las autoridades alegaron que la página de GRTV “albergaba materiales inminentemente peligrosos para la vida”, una justificación irrisoria. Creo que el término “revolución global” siembra el terror en los corazones de los plutócratas de todo el mundo. Están acostumbrados a vivir en un mundo transnacional, mientras que nosotros, el pueblo, seguimos atrapados dentro de sus fronteras.

Las nuevas tecnologías posibilitan un nivel de comunicación y coordinación internacional sin precedentes. Llegado el momento, si es que llega,  en el que todos estemos unidos y a una escala suficiente, empezaremos a ser muchísimo más eficaces. Este es el motivo por el que, de todas las propuestas que han salido de Occupy, mi preferida es la idea de promover delegados electos que representen a cada ciudad y municipio a lo largo de la nación; actividades que después  se pueden coordinar a nivel nacional y, eventualmente, internacional.

Puede que la revolución digital nos permita crear la primera internacional verdadera de la historia.

También me parece importante recalcar que, si el movimiento permanece descentralizado y sigue practicando la democracia directa, cualquier incremento en nuestro número no tiene por qué automáticamente resultar en estructuras de poder jerárquicas.

Puede que la emergencia de cooperativas de trabajo independientes y organizadas en torno a principios de igualdad sea el factor clave para determinar nuestro éxito. La mayoría de la gente no se une a un movimiento porque sea la opción más correcta; y mucho menos si cree que el único “beneficio” que va a obtener a cambio es una paliza de la policía. Pero si ofreces una alternativa verdadera, donde las personas reciben un trato digno de seres humanos, como iguales, donde pueden ser parte del cambio y no se les obliga a trabajar sin parar sólo para subsistir, se unirán.

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Cartel de los Wobblies

Me ha sorprendido aprender que hay más de mil millones de personas trabajando en cooperativas a lo largo del planeta. Es cierto que no todas estas cooperativas son iguales; existen varios grados de adherencia a las jerarquías del capitalismo y del estatismo; pero la propia naturaleza del modelo cooperativo favorece la sostenibilidad, la igualdad y la libertad del individuo.

Estas unidades descentralizadas tienen un potencial inimaginable. Quizás ha llegado la hora de retomar el espíritu de los Wobblies 10 y su idea de “un gran sindicato”.

Una organización de estas características no tiene por qué demandar la conformidad inamovible de sus miembros. Cada grupo debería ser libre de adoptar ciertas medidas y rechazar otras. Lo que funciona en un lugar puede que no funcione en otro. De nuevo, creo que los anarquistas ya están muy avanzados en este sentido. Como escribió George Barrett, la economía anarquista “empieza desde abajo, no desde arriba. Igual que un organismo, esta sociedad libre crece y se genera de la unidad más básica hasta llegar a una estructura compleja.”

Es esencial comprender que la clase gobernante no tiene el mismo afecto por las fronteras que la gente de a pie de calle. La cultivación obsesiva del nacionalismo de masas es una estratagema para dividir y conquistar. Mientras tanto, las élites expresan su solidaridad mediante su clase. Son transnacionales. Y nosotros también tenemos que serlo.

O, como argumentaba Tom Brown, el “modo de organización sindicalista es de lo más elástico, ahí yace su fuerza primaria, y las confederaciones regionales se pueden formar, modificar, añadir o verse reformadas según las condiciones locales y las circunstancias cambiantes.” [Syndicalism, p. 58]

El matemático cibernético John B. McEwan, escribiendo sobre la influencia del anarquismo en la cibernética, alega: “Los socialistas libertarios seguidores del anarquismo no individualista, especialmente Kropotkin y Landauer, mostraron un entendimiento adelantado de las redes complejas de relaciones cambiantes, involucrando muchas estructuras de actividad correlacionada y ayuda mutua independientes de la coacción autoritaria. Sobre este trasfondo desarrollaron sus teorías de organización social…”.

“Estos vínculos autogobernados serán lo suficientemente flexibles como para ajustar sus diferencias, corregir y aprender de sus errores, experimentar con nuevas vertientes de vida en sociedad más creativas y, de esta manera, lograr una auténtica armonía en un plano humanista más elevado. Puede que aquellos errores y conflictos que se restrinjan a la jurisdicción limitada de grupos con propósitos concretos tengan repercusiones negativas limitadas. Pero los errores de cálculo y las decisiones criminales perpetradas por el Estado y otras organizaciones autocráticamente centralizadas pueden afectar a naciones enteras, e incluso a la totalidad del planeta.”

John Stauber, 11 del Center for Media and Democracy, te ha descrito como un “pionero de los nuevos medios audiovisuales”. ¿Cómo crees que Internet ha cambiado el género documental?

Internet ha revolucionado el género documental.

Tradicionalmente, los documentalistas tenían que seguir un camino muy tortuoso para mostrar su obra. A menos que disfrutaran de medios propios, tenían que conseguir financiación de fuentes secundarias y eso, a menudo, suponía comprometer su visión; dependían de la crítica burguesa, de los festivales de cine y de las productoras; y acceder al material de archivo era un proceso difícil y laborioso. Internet ha resuelto todos estos problemas.

Aunque claro, el nuevo género documental sólo es una pequeña parte de la gran revolución de Internet.

Recuerdo ver un programa en A&E sobre “las personas más influyentes de la historia” o algo así. Johann Gutenberg, el inventor de la imprenta mecánica con caracteres móviles, encabezaba la lista. El programa decía que la imprenta había sido la fuerza más democratizadora de la historia moderna. Se puede argumentar que, algún día, Internet se valorará de forma similar. Si es que sobrevive. 

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Imagen de AC3 Monitor

Tu último documental explora la Guerra Fría. ¿Cómo ha sido tu aproximación a este tema?

El último documental se llama The Power Principle — ‘Corporate empire and the rise of the national security state’. (El principio de autoridad —El imperio corporativo y el auge del estado de seguridad nacional). El título está inspirado en una cita del filósofo anarquista Mikhail Bakunin– “Si la historia tiene un diablo, es el principio de autoridad”. A grandes rasgos, se trata de la historia del imperio americano, con un énfasis especial en el periodo de la Guerra Fría.

Hay muy pocos documentales que traten sobre la Guerra Fría de forma honesta. La serie de 20 horas de la CNN dedica la mayor parte de su metraje a las intrigas políticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Cuando habla de atrocidades, se centra en la represión soviética en Europa del Este. Sólo hay un episodio en el que se habla de las atrocidades perpetradas en Latinoamérica.

Mi primer objetivo era hilvanar varias perspectivas históricas “alternativas” sobre el imperio americano. A continuación, empecé a analizar cuestiones que, a mí modo de ver, habían sido o bien ignoradas o minimizadas.

Para dar énfasis, querría enumerar algunas de mis conclusiones: 

1: La Guerra Fría no fue sólo una lucha entre la Unión Soviética y los Estados Unidos; el auténtico conflicto se libró entre las corporaciones norteamericanas y el tercer mundo. 

2: Los planificadores políticos estadounidenses de alto nivel, junto con los de otras naciones occidentales, eran perfectamente conscientes de que la Unión Soviética tenía una política exterior muy conservadora. Es algo patente en varios documentos desclasificados. Aun así, el gobierno norteamericano se involucró en lo que sólo puede ser descrito como una campaña terrorista en contra del pueblo americano, repleta de invocaciones constantes a la “amenaza soviética” para justificar el gasto militar y la guerra. 

3: Estados Unidos no goza de una prensa libre.

No utilizo el término “prensa libre” en el sentido legal, es decir, “libre de la opresión del estado” (aunque esto ocurre ocasionalmente en Estados Unidos), sino en el sentido descrito por Orwell. En el prefacio de Rebelión en la granja”, escribió– “El hecho más lamentable en relación con la censura literaria en nuestro país ha sido principalmente de carácter voluntario… Pues bien, estas mismas noticias son eludidas por la prensa británica, no porque el gobierno las prohíba, sino porque existe un acuerdo general y tácito sobre ciertos hechos que ‘no deben’ mencionarse.”.

Peter Phillips de Project Censored 12 argumenta que la mayor diferencia entre los medios corporativos estadounidenses y los medios estatales de la Unión Soviética es que, en lo que a los segundos se refiere, el público era plenamente consciente de la función propagandística de estos. Muchísimos americanos siguen presos del delirio de que la programación de la CNN o la ABC o la PBS o incluso de la Fox guarda algún tipo de relación con el periodismo de verdad.

Hubo una época en la que Estados Unidos tuvo una prensa obrera muy dinámica e influyente. Durante la Guerra Fría, la histeria anticomunista y la represión gubernamental marginalizó a las voces disidentes de manera exagerada, allanando el camino para la contrarrevolución neoliberal. Después de la destrucción de la “nueva izquierda”, los “medios alternativos” se convirtieron en algo similar al samizdat  Soviético; excepto que, en lugar de prohibir por completo este tipo de medios, se les enterró bajo una montaña de mierda. Es decir, las ondas estaban saturadas de “entretenimiento” insípido, deshumanizador y embrutecedor.

En el documental también hablo de la Operación Mockingbird. Era una operación encubierta de la CIA para comprar influencia en los medios masivos y ahora se ha convertido en un término generalizado para describir la infiltración mediática por parte de agencias de inteligencia. Lo más interesante de Mockingbird es que se lo tomaran como algo necesario. De hecho, el término “infiltración” no es verdaderamente preciso. Lo que vemos tras la Segunda Guerra Mundial es un clan, o una red, de expertos en operaciones psicológicas, espías y barones mediáticos; en resumen, una gran familia feliz. 

4: El pentágono es un mecanismo keynesiano.

Una de sus funciones menos conocidas –aunque es crucial– es la transferencia de fondos públicos a industrias privadas en nombre del “presupuesto de defensa”. Es incomparablemente irónico, especialmente al tener en cuenta la justificación ideológica de la Guerra Fría. América atacó continuamente (y sigue atacando) a toda nación que rechazara la ortodoxia del libre mercado, pero el propio Pentágono es un ejemplo distorsionado de intervencionismo keynesiano. 

5: El gobierno norteamericano cometió genocidio durante la Guerra Fría.

El término “genocidio” tiene una historia interesante. En 1946 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución retroactiva, definiendo “actos de genocidio” como  “la destrucción, completa o parcial, de grupos raciales, religiosos, políticos y demás.” Por motivos evidentes, Stalin protestó ante la inclusión de la palabra “política” y se quedó fuera.

Aun así, incluso si adoptamos la definición estandarizada, el gobierno de los Estados Unidos fue responsable de genocidio durante esta época. Amnistía Internacional, por ejemplo, describió las matanzas masivas en Timor del Este y Guatemala, como genocidio. Cierto es que estamos hablando de genocidio por mediación de terceros, pero no habría ocurrido de no ser por el armamento, el entrenamiento y el apoyo facilitado por el gobierno estadounidense.

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John Stockwell

La cifra exacta de personas asesinadas por Estados Unidos y/o sus “delegados” durante la Guerra Fría sigue siendo motivo de controversia. John Stockwell, un antiguo oficial de la CIA, da una estimación conservadora de unos 6 millones de individuos, sobre todo campesinos sin tierras. La mayoría de estas bajas provienen del holocausto en el sudeste asiático.

A menudo escuchamos el contrargumento de que la Unión Soviética fue responsable de más muertes, pero eso no es particularmente relevante. Nadie está intentando rescatar al estalinismo del cubo de basura de la historia. En concreto, sólo una pequeña fracción de aquellos gobiernos que entraron en el punto de mira estadounidense durante la Guerra Fría podrían verdaderamente describirse como “estalinistas”,  “maoístas” o incluso “socialistas”. Sería más correcto describirlos como regímenes “progresistas”, “moderados” o, sencillamente, “nacionalistas”.

Sin dejar de lado las atrocidades cometidas por la Unión Soviética, merece la pena recalcar que la cantidad de muertes causadas por el capitalismo es tan sumamente alta que roza lo incalificable. Millones de niños mueren todos los años debido a la violencia sistemática perpetrada por el “libre mercado”. Estas prácticas no son parcela exclusiva del capital norteamericano, evidentemente; son anteriores al capitalismo norteamericano y, de hecho, se implementan en países que tienen niveles aceptables de igualdad y cohesión doméstica. Canadá es buen ejemplo de ello. Las corporaciones mineras canadienses matan a muchísimas más personas que las balas canadienses. 

6: El imperio se asemeja mucho a la mafia

Igual que nos parece ridículo que la policía norteamericana disuelva las pequeñas acampadas de Occupy con tácticas del SWAT, resulta extraño que Estados Unidos se moleste en atacar países como Chile o Granada. En el caso de Chile, un informe del Departamento de Estado recalcó que Estados Unidos no tenía “intereses nacionales vitales” en esa nación. Aun así, se determinó que el derrocamiento de Salvador Allende era un asunto de importancia vital.

Hablemos de Granada. El documental muestra un clip de Ronald Reagan en el que dice, literalmente, “esto no es sólo por la nuez moscada… es por la seguridad nacional”. Reagan puede que se tragara todo esto, pero la gente del Pentágono y de la Corporación Rand sabía que no era así.

Entonces, ¿para qué se molestan?. La respuesta es el peligro de un buen ejemplo. En el documental Noam Chomsky lo llama “la doctrina de la mafia”.

Si un tendero no puede pagar el dinero de la protección, al mafioso el dinero le puede dar lo mismo, pero no le da igual que sirva de ejemplo. Sus acciones pueden inspirar a otros tenderos a dejar de pagar al “don”.

De la misma manera, permitir el auge de un experimento democrático viable –ya sea en un campamento de Occupy en Nueva York o en un país minúsculo como Granada– puede suponer un antecedente positivo (aunque para ellos sea negativo) para colectivos más grandes. 

7: Los intereses corporativos están inextricablemente entrelazados con la política militar.

Esto es bastante evidente. Lo más notable es que muchos de los autodenominados “progres” tienen una habilidad sorprendente para separar –dentro de sus mentes– la relación existente entre las agresiones militares y la explotación económica.

Uno de los ejemplos más notables sería la reciente campaña de “Haz que pobreza pase a la historia” capitaneada por Bono y Bob Geldof. Fue un espectáculo mediático celebrado por todo lo alto que contó con la presencia de gente como Madonna y Bill Gates.

En el programa de David Letterman, Bono dijo que “El presidente Bush, a quien todos conocéis y con quien tendréis vuestras diferencias a varios niveles, ha sido parte integral de esto y tenemos que reconocérselo” Esta entrevista se emitió en pleno baño de sangre iraquí (el cual, como saben vuestros lectores, continúa hoy en día).

Antes del concierto, retransmitido a nivel mundial, “Bob Geldof mandó una orden por correo electrónico a todos y cada uno de los artistas de Live 8, prohibiéndoles mencionar la guerra de Irak o decir cualquier cosa que ‘avergonzase’ a Tony Blair”.

Estamos hablando de una desconexión absoluta. Los famosos aparecen en televisión a menudo, incitando a los telespectadores a donar dinero a países del “tercer mundo”, especialmente después de un desastre natural. Por muy buenas que sean sus intenciones, estos ejercicios autocomplacientes sólo sirven para ofuscar los verdaderos motivos por los que estas personas siguen sumidas en la pobreza.

La pobreza del “tercer mundo” no es una especie de “condición natural”; es consecuencia de siglos de explotación colonial y corporativa ejecutada mediante la violencia. En el documental utilizo Haití como el mejor ejemplo de este legado de horror. Lo último que necesitan los haitianos es más “ayuda” o más “rescates” por parte de los norteamericanos, los franceses o los españoles. Lo que necesitan son desagravios y que les dejen en paz de una vez por todas. 

8: El imperialismo norteamericano no es un fenómeno reciente.

Mucha gente cree que el imperialismo norteamericano no comenzó de verdad hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Sería más exacto decir que el imperio americano no se extendió a nivel global hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Podemos ver ejemplos distintos para justificar el imperialismo norteamericano a lo largo de la historia de los Estados Unidos: “civilizar a los salvajes”, “el destino manifiesto”, “hacer del mundo un lugar más seguro para la democracia”, “vencer la amenaza comunista”, “erradicar el mal de las drogas”, “hacer frente al terrorismo” y demás… Pero la naturaleza fundamental de la política exterior estadounidense es muy consistente; los cambios generalmente se derivan de alteraciones en la configuración del poder. Esto es aplicable a todos los estados-nación. Como escribió Bakunin, “la debilidad es la mayor virtud de los estados pequeños”.

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Nafeez Ahmed

En el documental, Nafeez Ahmed habla de la “Gran estrategia” de 1945,  “(….) ideada por los estrategas políticos del Departamento de Estado norteamericano en conjunción con los expertos del Consejo de Relaciones Extranjeras en Washington D.C.”. Este es el momento en el que la antorcha imperial pasa de manos británicas a manos estadounidenses.

La “Gran estrategia” garantizó que la política estadounidense consistiría en “limitar cualquier ejercicio de soberanía por parte de países extranjeros que supongan una amenaza” a esta zona del planeta. Pero esta política sólo podría adoptarse bajo una “política integrada para lograr la supremacía militar y económica de Estados Unidos”.

Por eso, tuvieron que llevar el concepto de “intereses de seguridad” mucho más allá de los conceptos tradicionales de integridad territorial e incorporar la dominación de estas regiones “estratégicamente necesarias para el control mundial”. 

9. Las élites no sólo engañan al público, también se engañan a sí mismas.

En el documental, Christopher Simpson (autor de “The Science of Coercion”) dice que la propaganda puede tener un efecto “inverso”. Es decir, los legisladores pueden empezar a creer en su propia propaganda.

Es imposible medir hasta qué punto los legisladores políticos son sencillamente cínicos o si creen poder justificar sus acciones mediante una serie de principios imaginarios. Sospecho que se trata de ambas cosas.

Independientemente de que estas personas crean defender ideales nobles o no, la realidad es que sus acciones no son más sofisticadas que las de un chimpancé grande golpeando a un chimpancé pequeño en la cabeza con un palo. 

La Realpolitik a la Henry Kissinger normalmente se percibe como una visión del mundo “fría y racional”. De hecho, es tan irracional que roza el delirio. La raza humana no ha sobrevivido gracias a la competición entre especies; por contrario, aquellos valores que a menudo se denominan como “suaves” o “inocentes” por parte de estos supuestos “realistas” –cooperación, ayuda mutua, igualdad– son los mecanismos esenciales que nos permiten sobrevivir como especie. 

10. Estados Unidos no es una excepción. Se comporta prácticamente de la misma manera que otros imperios a lo largo de la historia.

No me cabe duda de que ciertos reaccionarios dirán que mi documental es “antiamericano”, pero la mera noción del “antiamericanismo” es totalmente absurda. Arundhati Roy resumió la estupidez del término cuando dijo: “¿eso significa que soy anti-Gran Cañón?”.

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Arundhati Roy

El “anti-americanismo” es un concepto totalitario; supone equipar al ciudadano medio con las operaciones del estado, en esencia fusionando ambas cosas, a pesar de que sólo hay un grupo (el 1%) que toma todas las decisiones importantes en nombre del resto (el 99%).

La premisa del anti-americanismo no surgió realmente hasta la Primera Guerra Mundial, cuando George Creel, el cabecilla de la incipiente industria propagandística, se propuso eliminar “las distinciones de clase” para crear lo que él llamaba “un instinto masivo ardiente”. Los “buenos americanos” marcharon a la guerra y dejaron de unirse a los sindicatos. Los “malos” americanos acabaron en la cárcel o deportados. Todo esto aparece mi documental Psywar.

El desmantelamiento del Imperio Americano no nos va a librar de las guerras. La única manera de detener, o como poco mitigar, estos conflictos cada vez más suicidas es ampliar el poder de toma de decisión de la gran mayoría del pueblo.

11. Las élites occidentales apoyaron al fascismo antes de, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

The Power Principle probablemente es el primer documental que examina detenidamente la historia oculta del fascismo y el mito de la Segunda Guerra Mundial como la “guerra buena”.

El fascismo normalmente queda retratado como un brote irracional de histeria masiva primordialmente causado por “grandes figuras” como Hitler o Mussolini. Adam Curtis perpetúa esta falacia en su documental El siglo del individualismo.

Por contrario, el fascismo fue (y sigue siendo) totalmente racional. Recibió todo el apoyo de las élites occidentales, desde Rockefeller hasta el propio Winston Churchill, y, aparentemente, sólo se le opuso cuando los fascistas empezaron a amenazar los intereses comerciales angloamericanos.

En el documental cito tres ejemplos –España, Grecia e Italia– para demostrar que los gobiernos norteamericanos y británicos brindaron todo su apoyo al fascismo antes de, durante y después de la guerra. También examino el papel que jugaron los bancos y las corporaciones americanas a la hora de financiar el movimiento fascista.

El mito de “la buena guerra” ha sido uno de los mecanismos de propaganda más devastadores de la modernidad. En vez de contemplar el conflicto como una tragedia monumental pero totalmente evitable y consecuencia de las acciones de la clase gobernante mundial, se nos vende como una victoria heroica en la que América “salvó al mundo”. Es una percepción constantemente reforzada por Hollywood.

Es esencial comprender que la clase gobernante no tiene el mismo afecto por las fronteras que la gente de a pie de calle. La cultivación obsesiva del nacionalismo de masas es una estratagema para dividir y conquistar. Mientras tanto, las élites expresan su solidaridad mediante su clase. Son transnacionales. Y nosotros también tenemos que serlo. 

12. Un escenario de Tercera Guerra Mundial es prácticamente inevitable, a menos que el pueblo norteamericano despierte – y rápidamente.

Las tres mayores “situaciones de alto riesgo” (conocidas) que casi provocaron un intercambio nuclear ni siquiera fueron reveladas al público hasta después de la caída de la Unión Soviética. Las examino en mi documental.

La primera ocurrió durante la Crisis de los Misiles en Cuba. En pleno conflicto, un grupo de destructores de la marina estadounidense comenzó a lanzar cargas de profundidad hacia un submarino estacionado cerca de Cuba. Fue una decisión totalmente desquiciada, se cree que el objetivo era forzar al submarino a salir a la superficie. Los comandantes soviéticos creían que había comenzado la Tercera Guerra Mundial.

Vasili Arkhipov

El protocolo militar soviético dictaba que los comandantes tenían permiso previo para lanzar misiles siempre que tres de los que estuvieran presentes llegaran a un consenso; dos dijeron que sí, uno dijo que no. Entonces “los tres comandantes se pelearon entre sí, y solo Vasili Arkhipov se opuso al lanzamiento.” A Arkhipov se le conoce como “el hombre que salvó al planeta”.

La segunda instancia más grave ocurrió en 1983. Un error informático en un centro de aviso nuclear cercano a Moscú indicó erróneamente que Estados Unidos había lanzado un ataque nuclear. El indicador de probabilidad estaba en el nivel uno, el más alto de todos.

La persona que estaba de guardia, Stanislav Petrov, no tenía autoridad para lanzar un contrataque. Pero, de haber comunicado esa información a sus superiores, los líderes soviéticos sólo habrían tenido varios minutos para decidir si lanzar un contraataque o no. Petrov rompió el protocolo militar y se quedó a la espera.

La tercera instancia más grave tuvo lugar ese mismo año, cuando la OTAN comenzó un ejercicio de guerra: un simulacro de un ataque nuclear masivo conocido como “Operación Able Archer” (Arquero capaz).

Cuando Hitler invadió Rusia durante la Segunda Guerra Mundial, lo hizo bajo la guisa de un juego de guerra. Las facciones más veteranas e intransigentes del Kremlin creían que la historia estaba a punto de repetirse.

En preparación para el ejercicio, los soviéticos movilizaron en secreto todos los componentes clave de sus fuerzas militares, incluyendo los submarinos nucleares. Un error por parte de cualquiera de las dos facciones hubiera provocado un holocausto.

Hay otros ejemplos, aunque ninguno es tan escalofriante. Un informe de la Nuclear Age Peace Foundation enumera más de 20 “situaciones de riesgo” durante el trascurso de la Guerra Fría. Lo más probable es que la mayoría habrían evitado gracias los mecanismos de prevención, pero no lo podemos saber con certeza.

En estos momentos estamos al borde de un incidente, o una serie de incidentes, muy similar: un asalto potencial en contra de Irán. En el epílogo de The Power Principle reproduzco varias citas de oficiales rusos y chinos indicando que Irán podría convertirse en su “línea en la arena”. No hay evidencia tangible de que Irán esté construyendo armas nucleares –aunque sería comprensible, dado su proximidad a Israel. Puede que la cúpula israelí esté incluso más desequilibrada y sea más peligrosa que la estadounidense.

Según la Carta de Nuremberg, las guerras de agresión no provocadas constituyen el peor de todos los crímenes posibles dentro de la legislación internacional. Pero estas guerras se han convertido en algo rutinario para el mayor superpoder del mundo. Como decía Martin Luther King, “esta locura ha de acabar”.

Cualquier militar que reciba la orden de atacar Irán –desde el “soldado raso” hasta los “altos cargos”– está obligado por ley, no solo a rechazar la orden, sino a detener a la parte o partes culpables hasta que se les pueda llevar ante la justicia. Y habrá justicia, de alguna manera u otra.

Más allá de la propia ley –y vuestros lectores son plenamente conscientes de esto– los soldados tienen que seguir los dictámenes de su conciencia. Una guerra contra Irán podría fácilmente provocar una reacción en cadena que acabaría en un conflicto nuclear. Francamente, los hombres que gobiernan el mundo son unos lunáticos. Deberían encerrarles de inmediato en un psiquiátrico, tanto por su propia seguridad como para la del resto.

Soldiers for the Cause

Soldiers for the Cause

Por eso le tengo tanto respeto a los hombres y mujeres de Soldiers for the Cause. Hacen lo que debería estar haciendo cada veterano, u oficial militar en activo: intentar defender a la ciudadanía estadounidense. El 99% del personal militar estadounidense en activo hace justo lo contrario –pone en riesgo al pueblo americano mediante asesinatos para aumentar márgenes corporativos y eso solo sirve para incitar a la venganza.

Mientras tanto, se comenten abusos brutales en contra de ciudadanos normales tan solo por ejercer el “derecho” a libre expresión y reunión. De nuevo, este fenómeno no se limita a Estados Unidos. Si los soldados se tomasen sus juramentos en serio dejarían de buscar enemigos potenciales en países como Afganistán o Irak o Irán. El enemigo está dentro. 

¿Crees que tus documentales están teniendo un efecto positivo?

Sí… pero no es que vayan a cambiar el rumbo de la historia. Soy un compañero más.


Guerrilla Translation/Relacionado:Las raíces internacionales del 99%/ Jeff LawrenceGuía práctico-utópica del inminente colapso/ David Graeber


Notas del equipo de traducción

1. [NDDA: National Defense Authorization Act o “Ley de Autorización para la Defensa Nacional”. Permite, entre otras cosas, la detención indefinida de cualquier “disidente” sin necesidad de juicio. Más detalles aquí.]

2. [“Breve historia del progreso. ¿Hemos aprendido por fin las lecciones del pasado?]

3. [La entrevista original data del Mayo del 2012, varios meses antes de las elecciones generales Estadounidenses.]

4. [La Confederación Iroquesa fue una liga de tribus indígenas del noreste de Estados Unidos y el sureste de Canadá creada a mediados del siglo XII. Más detalles aquí ]

5. [“Republocat” en el original. Juego de palabras entre el partido Demócrata (Democrat) y el Republicano (Republican). El equivalente al “PPSOE” español.]

6. [The American Prospect es una revista bimensual liberal sobre política y cultura. Recordemos que “liberal” no significa lo mismo en el contexto político Estadounidense que en Europa. Esta es su web.]

7. [PR Watch es una organización no gubernamental sin ánimo de lucro dedicada al periodismo de investigación sobre la industria de relaciones públicas. Esta es su web.]

8. [El US Army War College es uno de los centros de formación estratégica más influyentes del ejercito estadounidense.]

9. [El SDS (Students for a Democratic Society o “Estudiantes para una sociedad democrática”) fue un movimiento de activismo estudiantil norteamericano en los años sesenta. Más información aquí.]

10. [El sindicato de Trabajadores Industriales del Mundo— (IWW o los Wobblies) surgió a principios del siglo XX en Estados Unidos. Promovían la teoría sindicalista revolucionaria (democracia laboral y autogestión obrera). A pesar de la represión que sufrieron, siguen en activo. Más información aquí.]

11. [The Center for Media and Democracy (Centro para los medios y la democracia) es un organismo estadounidense fundado por ciudadanos y ONG’s dedicado a investigar y reportar las relaciones públicas de la industria mediática. El centro ofrece a ciudadanos, periodistas e investigadores información para examinar el comportamiento de los medios ante la sociedad. Esta es su web.]

12. [Project Censored (o “Proyecto censurado”) es una organización sin ánimo de lucro que se dedica a analizar y publicar noticias censuradas u omitidas en los medios tradicionales. Más información aquí.]

Dmytri Kleiner y la financiación del procomún material

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Tercer y último extracto de nuestra traducción del diálogo a tres bandas entre Michel Bauwens, Dmytri Kleiner y John Restakis. Hoy, Dmytri Kleiner, comunista de riesgo y especialista en tecnologías de descomunicación, intenta dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo vamos a crear empresas para beneficiar al procomún si no disponemos de capital para ponerlas en marcha?


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Dmytri Kleiner

Asimismo quise explicar en qué consistía el comunismo riesgo, mi propio proyecto que precede a la acuñación del término “producción entre iguales” pero que pueda aportarle muchos beneficios, dado que estamos hablando de lo mismo, aunque utilicemos términos distintos para describirlo. Como tecnólogo, siempre me he inspirado en las dinámicas de las redes entre iguales y en los proyectos de software libre. Todo esto influyó en la creación del  comunismo riesgo.  Dado que ya teníamos TCP/IP y demás para distribuir bienes inmateriales, me propuse crear un protocolo apto para la producción y distribución de bienes físicos. Internet es una plataforma muy eficaz para compartir, distribuir y crear riqueza inmaterial colectiva y para ayudarnos en nuestro afán de ser productores independientes basados en este procomún colectivo.

Henry George

Henry George

El objetivo del comunismo riesgo es seguir el mismo patrón con la riqueza material. Tiene influencia de muchas tradiciones, y no sólo de la tradición anarco-comunista. Uno es el ideal georgita de utilizar las rentas económicas como base fundamental de la distribución mutua de riquezas. En términos sencillos, esto significa que podemos distribuir las rentas pasivas. Bajo esto concepto, los trabajadores, además de obtener ingresos mediante la producción de bienes, agregan rentas por ser dueños de los medios de producción, por ser dueños de activos productivos.

Vivimos en una sociedad desigual porque tenemos una distribución desigual de activos productivos. Incluso si hablamos del movimiento cooperativo  —que siempre he admirado y que siempre he utilizado como ejemplo a seguir— es evidente que la distribución de activos productivos también es desigual. Lo mismo pasa en otros tipos de producción; si nos fijamos en la influencia social de los trabajadores del sector de la tecnología en contraposición a la de los trabajadores del sector agrícola, es evidente que el colectivo de trabajadores del sector tecnológico tiene mucho más peso e influencia que el de los trabajadores agrónomos. Hay desigualdad en el capital y en los recursos humanos de estas cooperativas. Este protocolo busca normalizar estas desigualdades sin necesidad de administración externa.

La reacción típica del comunismo de Estado ante el movimiento cooperativo es decir que las cooperativas se explotarían y se excluirían mutuamente. La solución pasa por crear cooperativas gigantes, como Mondragón, o Estados socialistas; pero entonces, como hemos visto a lo largo de la historia, surge algo llamado la clase administrativa, y esa clase administrativa que gobierna el conjunto de cooperativas de un Estado socialista se puede convertir en algo tan contraproducente y explotador como la propia clase capitalista. ¿Cómo creamos reciprocidad entre cooperativas y distribuimos sus ganancias sin engendrar una clase administrativa? Para esto me he inspirado en las teorías de Henry George y Silvio Gesell respecto a la idea de compartir las rentas.

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Silvio Gesell

El concepto es que las cooperativas seguirían siendo independientes, igual que las cooperativas de hoy en día. Serían productores independientes pero, en vez de ser dueños de sus propios bienes productivos, cada miembro de la cooperativa sería copropietario de estos bienes, junto a todos los demás miembros de todas las demás cooperativas enmarcadas dentro de Federación. Las cooperativas arrendan la propiedad de la comuna colectivamente. Esto se lleva a cabo a través de un protocolo, que no una estructura administrativa. Si la cooperativa requiere un activo como, por ejemplo, un tractor, la comuna central entra en funcionamiento como una especie de mercado de bonos. El planteamiento del bono sería: “Necesitamos un tractor y estamos dispuestos a pagar 200 dólares al mes por él en concepto de rentas”, y los demás miembros de la cooperativa pueden decir: “Sí, nos parece buena idea, es una buena distribución de estos bienes productivos y vamos a comprar estos bonos.” La comuna aprueba la venta de bonos, la cooperativa se lleva el tractor y el dinero generado por las rentas de éste se reinvierte en saldar los bonos.

Una vez recuperada la inversión, cualquier otro ingreso percibido por la renta del tractor, junto a todas las demás rentas acumuladas, se distribuye de manera equitativa entre todos los trabajadores, no sólo los trabajadores la cooperativa que lo ha pedido. Esto no se limita a tractores, podríamos decir lo mismo sobre edificios, tierras o cualquier otro activo productivo.

Esto supone que todos los ingresos pasivos, es decir aquella porción de ganancias derivada de la propiedad de bienes productivos, se distribuyen proporcionalmente entre todas las partes interesadas dentro de todas las cooperativas. Y ese es el protocolo básico del comunismo riesgo: pagas una renta sobre los activos productivos que utilizas, esa renta se divide equitativamente entre todos los miembros de la comuna, no entre las cooperativas independientes sino entre toda la comuna.

Esto supone que si utilizas la cantidad exacta per cápita de tu acción en estas propiedades, ni más ni menos, la cantidad que pagas en concepto de renta y lo que recibes como dividendo social será exactamente igual. Si eres un trabajador normal esto tendrá un funcionamiento previsible y constante pero, si ya no trabajas tanto —o bien por la edad o porque estás desempleado— utilizarás muchos menos bienes productivos que la persona media. En este último caso, recibirás mucho más en concepto de dividendos que lo que pagas por renta y, en ese sentido, sí es una especie de renta básica. Por el contrario, si eres un productor súper motivado y estás expandiendo tu capacidad productiva, entonces la cantidad que pagas por los activos productivos será mucho más alta de lo que recibes como dividendos, aunque, como has apuntado, también obtienes ingresos de la aplicación productiva de esa propiedad. El comunismo riesgo no busca controlar el producto de las cooperativas. El producto de las cooperativas es totalmente suyo para utilizar como quieran. No busca limitar el control o contabilizar o ni siquiera decirles cómo tienen que distribuir el producto o bajo qué condiciones. Lo que producen es totalmente suyo, se limita exclusivamente a la gestión colectiva del procomún de activos productivos.


Originamente traducido por Stacco Troncoso y editado por Mamen Martín y Rosana Fernández. La entrevista completa se puede leer aquí, y el extracto en el blog de la Fundación P2P está aquí.

Las raíces internacionales del 99%

https://guerrillatranslation.files.wordpress.com/2014/01/las-raices-internacionales-del-99-3-e1389046033982.pngJeffrey Lawrence

El 19 de septiembre de 2011, dos días después del comienzo de la ocupación de Zucotti Park en Nueva York, dos de los españoles del 15-M que participaron en la organización de Occupy Wall Street estaban preocupados. Como los demás simpatizantes del 15-M que asistían a las reuniones preparatorias, Begonia Santa Cecilia y Luis Moreno-Caballud habían imaginado que el campamento en el corazón de Wall Street sería algo parecido a las acampadas que habían visto en España ese mismo año: espacios hospitalarios y abiertos en plazas públicas donde se congregaban grupos diversos de gente. Sin embargo, las cosas no eran así. El parque estaba rodeado de furgonetas de policía y los escasos y homogéneos manifestantes gritaban a los agentes y a los curiosos que pasaban por allí. Además, las propias asambleas se habían vuelto rápidamente conflictivas. Moreno-Caballud y Santa Cecilia decidieron proponer un cambio de táctica, enviando un email al grupo de trabajo de Extensión, que se ocupaba de comunicar el mensaje de Occupy al exterior.

El propósito de ese email era simple. Occupy tenía que enfatizar que no era una protesta más “contra el sistema”, sino un movimiento que estaba creando un espacio físico y conceptual en el que la gente podía encontrarse para hablar, escuchar y formular soluciones alternativas a la crisis económica y política global. Releyendo los emails organizativos y pensando retroactivamente sobre los debates de las asambleas preparatorias, los dos españoles decidieron revitalizar un slogan que había sido formulado a través de un proceso colectivo en los días previos a la ocupación: “Somos el 99%”. Enviaron un email con el asunto “#Occupy Wall Street sobrevive transformándose en #Somos el 99%”:

“Parece que #Occupy Wall Street necesita urgentemente una operación masiva de ampliación para sobrevivir. La clave para el éxito del movimiento es que sea inclusivo. Ahora mismo el movimiento es demasiado homogéneo, debido al imaginario y al lenguaje “activista” con que se identifica… Propongo que empecemos hoy una rápida y masiva campaña de extensión con esta idea: #SomosEl99% -Este es el plan: ponemos toda nuestra energía y recursos en anunciar el día de #SomosEl99%, que tendrá lugar el próximo sábado 23, en nuestro espacio en Zuccotti/Liberty Park.”

Dos días después, Justin Molito, otro miembro del grupo de Extensión, empezó a imprimir flyers. Para el fin de semana, la campaña del 99% estaba en marcha y #WeAreThe99% (“SomosEl99%”) era “trending topic” en Twitter. En dos semanas, aparecieron acampadas en más de cincuenta ciudades norteamericanas. Se coreaba “Somos el 99%” en todo el país, y después en todo el mundo. El movimiento del 99% se había hecho global.

Resulta útil pararse un momento a recordar lo profundamente que caló el slogan “Somos el 99%” en la conciencia nacional americana, a partir de los meses de octubre y noviembre de 2011. Quizás estamos todavía demasiado cerca de esos meses de Occupy para entender completamente cómo, en un país que se enorgullece de hablar en nombre de la clase media, la retórica del 99% y del 1% ha reconfigurado el vocabulario político. De hecho, parece probable que dentro de unos diez años esos meses sean vistos como el momento clave para las elecciones presidenciales de 2012: el momento en que un Obama muy tocado por los desastrosos resultados de las elecciones legislativas y por su fracaso en el conflicto del “techo de deuda” con los republicanos pudo por fin apuntarse un tanto populista, gracias al vocabulario introducido por Occupy. Pero, ¿cómo llego a suceder todo esto?

Hay muchas percepciones falsas sobre la historia del movimiento Occupy en EE.UU. Desde los primeros días de Occupy Wall Street, cuando la periodista del New York Times Gina Belafonte se refirió al campamento de Zucotti Park como “la protesta política convertida en espectáculo”, los medios masivos norteamericanos presentaron a Occupy como un hatajo de individuos insatisfechos y con dificultades para encontrar un propósito en sus vidas. Al mismo tiempo, los simpatizantes del movimiento a menudo han dado una versión sobre sus orígenes que gira en torno a las actividades de un grupo de organizadores americanos que consiguieron de alguna manera capturar la imaginación pública. Este texto propone una narrativa diferente: la historia de cómo un grupo de extranjeros que trajeron tácticas y experiencias de movimientos sociales recientes en otros países articularon algunas de las ideas más persuasivas y de las prácticas más duraderas que iban a surgir del movimiento Occupy.


I.  Los participantes internacionales de Occupy Wall Street

http://tropicsofmeta.files.wordpress.com/2013/05/we-are-the-99.pngDesde el 13 de agosto al 10 de septiembre de 2011, asistí a los encuentros de la Asamblea General de Nueva York (AGNY) en el parque de Tompkins Square, en Manhattan. En estas “asambleas generales” semanales, abiertas a cualquiera que quisiera participar, un grupo de unas cincuenta o sesenta personas planeó la acampada y la ocupación de Wall Street para el 17 de septiembre. Fui, por tanto, testigo de la prehistoria de Occupy Wall Street, aunque reconozco que fue más por curiosidad que por convicción. Hasta ese momento yo me hubiera calificado como miembro de la izquierda “distraída” −había dedicado tiempo y esfuerzo a varias iniciativas políticas y sociales sin sentirme totalmente responsable de esas causas (y sin que nadie me lo exigiera). Las asambleas previas a Occupy Wall Street me abrieron los ojos, pero como aún me resistía a intervenir en los debates y las deliberaciones tácticas, me limitaba a intercambiar opiniones con otros participantes antes y después de las asambleas. Gracias a mi tendencia a mantenerme al margen del reducido núcleo de estas reuniones, pude observar la dinámica asamblearia desde una perspectiva que la mayoría de los integrantes más activos no pudieron permitirse. Aunque he seguido participando en asambleas, grupos de trabajo y convocatorias de Occupy a lo largo de un año y medio, me he mantenido mayormente en la periferia del movimiento. Desde esa posición de participante a la vez que observador, he podido constatar lo poco que se sabe aún de los inicios de Occupy Wall Street.

La historia estándar de Occupy Wall Street en los Estados Unidos es que la izquierda americana fue capaz finalmente de promover un movimiento colectivo para combatir los abusos de las élites político-financieras, en la estela de la crisis económica de 2008. Incluso los artículos que han reconocido las conexiones internacionales de Occupy normalmente las han caracterizado en términos de inspiración indirecta de los movimientos sociales de 2011 en Egipto, Grecia, España y otros lugares.

Sin embargo, lo que yo vi en estos encuentros y lo que he sido capaz de reconstruir estudiando los primeros documentos de la Asamblea General de NYC, es que cerca de un 40 o 50% de los participantes en las asambleas de agosto y septiembre de 2011 provenían de lugares que no eran Estados Unidos: España, Brasil, Irán, Grecia, Armenia, Japón, India, Palestina, Argentina, Rusia e Italia, además de la nación Choctaw y Puerto Rico. Solamente un artículo aparecido en los medios durante el primer mes de Occupy Wall Street se enfocaba parcialmente en las raíces internacionales del movimiento, “Cómo empezó realmente Occupy Wall Street”, publicado por Andy Kroll en la revista Mother Jones el día 17 de octubre. Bajo mi punto de vista, su provocadora pero legítima afirmación de que los participantes extranjeros eran al menos tan importantes como los americanos en la organización de Occupy Wall Street, no fue tomada en serio en ningún otro lugar.

Lo más sorprendente, quizá, sea el modo en el que destacados intelectuales de la izquierda, y muchos del movimiento mismo, comenzaron a ensayar ese relato de la inspiración indirecta, y no la participación directa, una vez que Occupy se extendió por el mundo. Al contrario de lo que uno esperaría, los principales teóricos académicos de Occupy se han basado en gran medida en la versión mediática de los orígenes del movimiento, aunque hayan dado más relevancia al impulso internacional del movimiento, frente al nacional, e idealizado lo que la prensa ha tendido a demonizar. Me inquietó que el académico y teórico político norteamericano Michael Hardt hablase de las “continuidades invisibles” de los nuevos movimientos sociales durante una charla sobre “El derecho a los comunes” en la Universidad de Princeton en noviembre de 2012, como si Occupy solo se pudiera conectar con Madrid y Atenas mediante una analogía. En su ahora famosa “Declaración” de mayo del 2012, Hardt y Antonio Negri emplean un lenguaje metafórico casi idéntico al de los medios de comunicación masivos para describir los movimientos sociales de 2011: las acampadas “se inspiraron en” las revueltas, los ocupadores de Wall Street “tomaron el relevo” de los indignados europeos, y los manifestantes de todo el mundo “reconocieron la resonancia”. En su empeño por atribuir los movimientos alrededor del mundo a una “multitud” horizontal, sin rostro ni nombre, Hardt y Negri no parecen contemplar la posibilidad de que alguno de esos manifestantes hubieran tomado un avión. ¿Los historiadores materialistas no dan ninguna importancia al hecho de que la participación de extranjeros en estos movimientos no fue sólo virtual sino también presencial?

NingunPero mi objetivo aquí, en cualquier caso, no es simplemente recuperar la importancia de los participantes internacionales. Desde los primeros días de la Asamblea General de NYC y de la organización de Occupy Wall Street, existieron visiones distintas sobre los propósitos del movimiento. Paradójicamente, aunque la mayoría de las interpretaciones de Occupy han tendido a marginalizar a las voces extranjeras del movimiento, fueron éstas las que resonaron más profundamente tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.  Al relatar la historia de los participantes internacionales, espero ofrecer algunas posibilidades futuras para la actual ola de movimientos sociales que están latentes en estos personajes olvidados de la historia de Occupy. Me centro concretamente en los españoles que contribuyeron a Occupy Wall Street porque creo que sus ideas y sus prácticas fueron absolutamente cruciales en las fases emergentes del movimiento ─el contingente español solía constituir entre el diez y el veinte por ciento de los asistentes a las pequeñas asambleas organizativas─ y porque presencié esas prácticas de cerca. Al igual que Moreno Caballud y Santa Cecilia, otros españoles acababan de retornar de España, donde habían participado en el movimiento 15-M, conocido también como el movimiento de los indignados, que estalló el 15 de mayo de 2011 con una manifestación a escala nacional contra la corrupción de las élites políticas y financieras del país y que desembocó en el levantamiento de numerosas acampadas en las principales plazas de ciudades de todo el estado. Para julio de 2011, el 15-M había conseguido el apoyo del 80% de los ciudadanos españoles y se estima que el movimiento ha llegado a atraer a entre seis y ocho millones de personas a las acampadas de Madrid, Barcelona y muchas otras ciudades. Además del entusiasmo y la convicción nacidos de haber sido testigos de ese movimiento verdaderamente popular, el contingente español de Occupy trajo también un principio que se había gestado en las acampadas españolas.

Este principio era lo que estos españoles comenzaron a llamar “la política de cualquiera”: la creencia en que los movimientos sociales deberían estar compuestos por cualquiera que quiera participar en ellos. Aunque “horizontalidad” se había convertido en un palabra clave en los movimientos autónomos y anti-globalización de los 80’s y 90’s para referirse al proceso de creación de consenso en las asambleas populares, la concepción de Occupy que tenían los españoles estaba menos orientada hacia esas actividades internas de las asambleas –grupos “autónomos” que practican la “acción directa”- que hacia la participación de la gente en general, estuvieran o no en las asambleas. Es decir, les preocupaba más la inclusividad que la horizontalidad del movimiento. Para ellos un movimiento “sin líderes” era importante no sólo porque estableciera un protocolo para asambleas no-jerárquicas, sino sobre todo porque desdibujaba los límites entre el “dentro” y el “fuera” del movimiento.

El contingente español a menudo repetía la frase: “nos importa menos el propio Occupy que lo que Occupy genera”. Les había impresionado la manera en que, durante el 15-M, los activistas habían cedido autoridad y agencia a cualquiera que llegaba para participar en las acampadas, y exigían que el lenguaje del movimiento fuera accesible para quienes no eran activistas ni académicos. Por todo ello, consideraban que la acampada en Wall Street no debía ser sólo un lugar para protestar contra los excesos de las instituciones financieras americanas, sino también, más fundamentalmente, un espacio para la construcción de una sociedad alternativa en la que la cooperación y la ayuda mutua sustituyera a la competición económica. En cierto sentido, esta idea concordaba con los principios anarquistas de auto-gestión que su compañero de asambleas, el antropólogo David Graeber, expuso en su ahora ya icónico artículo “Las raíces anarquistas de Occupy Wall Street”. Graeber, una de las caras más visibles del movimiento en la escena internacional, ha reconocido por lo demás en numerosas ocasiones la importancia de la contribución de los “indignados” españoles a la creación de Occupy Wall Street (por ejemplo, aquí). Pero a la mayoría de los españoles de Occupy les preocupaba que un énfasis exagerado en los procesos asamblearios pudiera crear un aislamiento de la comunidad “radical” en lugar de un movimiento inclusivo. El éxito de Occupy Wall Street, pensaban, no consistiría en “traer a gente al movimiento” para que escuchara su retórica, sino en expandir el movimiento –sus propósitos, su vocabulario y sus prácticas- para que cualquiera pudiera contribuir a su construcción.

Me resulta difícil explicar tales principios por escrito ya que la eficacia del contingente español de Occupy residía sobre todo en cómo decían lo que decían y cómo hacían lo que hacían. Recuerdo a un americano que hablaba en términos casi religiosos de la “fe inquebrantable” de los españoles, y a otro (algo menos entusiasta) que señaló que él era uno de los pocos asistentes a la AGNY que no hablaba español (estadounidenses incluídos). Sin duda, anécdotas personales como estas suelen dar una impresión distorsionada de los múltiples significados, fuentes e interpretaciones de un acontecimiento político. Estos puntos de vista tienen tanto de interpretación como de observación, como diría seguramente el antropólogo Clifford Geertz. Sin embargo, también soy consciente de que el tipo de teorización global sobre Occupy ofrecida por Hardt y Negri tiende a simplificar las complejas trayectorias y contingencias de los movimientos sociales. Cuando hablé con Hardt tras su ponencia en Princeton, me comentó que sabía de la presencia internacional en la prehistoria de Occupy pero tan sólo de manera “anecdótica”, una respuesta que me dejó un tanto insatisfecho. Una de las preocupaciones más acuciantes para cualquiera que desee comprender el movimiento Occupy es precisamente cómo relacionar la enorme escala de los nuevos movimientos sociales con la creciente sensación de que expresan las crisis que nos afectan en nuestro día a día. Es por eso, creo yo, que debemos estar abiertos a explorar alternativas tanto a la teorización abstracta como a las típicas reconstrucciones periodísticas del movimiento que tienden a elevar lo anecdótico al fijarse en el detalle pintoresco, la entrevista al “tío más siniestro de la acampada”, o el dramático tira y afloja de los debates entre militantes. Combinaré, por tanto, las observaciones personales con el análisis, reflejando así no sólo los conceptos centrales del movimiento sino también cómo y cuándo se pusieron en práctica (o no) estas ideas.


II.  Occupy ama al 15M

El tránsito de estas gentes, prácticas e ideas entre España y Estados Unidos en el verano de 2011 generó mucha de la energía que iba a impulsar los esfuerzos organizativos de Occupy en agosto y septiembre del mismo año. Por supuesto muchos tipos de protesta y tendencias políticas diferentes convergieron en la formación de Occupy Wall Street. El movimiento debe mucho a las campañas anti-globalización de Seattle y Argentina en el cambio de milenio, a las protestas pro-democracia de la primavera árabe cuya onda expansiva circulaba ya por Occidente y a la llamada a la propagación de acampadas de protesta americanas realizada por la revista canadiense Adbusters durante los calurosos días del verano de 2011. En julio, la coalición New Yorkers Against Budget Cuts (“Neoyorquinos contra los recortes de presupuesto”) probó la idea erigiendo unas pocas tiendas de campaña junto al City Hall: el campamento que llamaron “Bloombergville” (en referencia al alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg).

Pero incluso antes de estas iniciativas norteamericanas, el impulso para lo que se convertiría en el movimiento Occupy empezó en Nueva York con una manifestación en solidaridad con el movimiento 15-M en Washington Square, el día 21 de Mayo de 2011. Durante las seis semanas siguientes, un grupo de españoles reunidos bajo el nombre “Democracia Real Ya – NYC”, entre ellos algunos que llevaban bastante tiempo viviendo en Nueva York, se dieron cita semanalmente en el salón de actos de un bar español para solidarizarse con el 15-M y comentar la posibilidad de que un movimiento similar pudiera suceder en Estados Unidos. César Arenas-Mena y Moreno-Caballud comenzaron a asistir a las reuniones de New Yorkers Against Budget Cuts hacia mitad de julio, y el día 27 del mismo mes, tuvo lugar una charla informativa sobre el 15-M en la librería feminista de Manhattan Bluestockings. El momento clave de esta fase previa, sin embargo, lo constituyó un encuentro organizativo en el espacio de arte y activismo situado en el corazón de Wall Street 16Beaver, el día 31 de julio. El encuentro, llamado “For General Assemblies in Every Part of the World” (“Por asambleas generales en todas partes del mundo”) y organizado por Ayreen Anastas, Rene Gabri, Xavi Acarin y Moreno-Caballlud, entre otros, reunió a participantes en acampadas españolas con griegos que protestaban en la plaza Syntagma, además de activistas japoneses, palestinos y americanos (algunos organizadores de Bloombergville entre ellos). En esta reunión se anunció la primera asamblea de la Asamblea General de Nueva York (en aquel momento conocida como la Asamblea General Popular sobre los Recortes), que iba a tener lugar el 2 de agosto.

Durante los días siguientes, la frase más icónica y duradera de Occupy, “Somos el 99%”, fue acuñada por una serie de participantes de la Asamblea General de NY. El contingente español fue absolutamente crucial en esta articulación. El 4 de agosto, se inició un hilo de emails titulado “Una única demanda”, en la recién creada lista de correo “Septiembre 17”.  Uno de los aspectos más fascinantes de esta serie de correos es que desmonta la teoría de la ingenuidad del movimiento por rehuir la formulación de una “demanda oficial” porque deja constancia de la intensidad y la perceptividad con la que los integrantes del movimiento debatían la necesidad de presentar demandas en la fase inicial de Occupy Wall Street. También demuestra que la idea de Occupy Wall Street como movimiento del 99% no fue “inventada” por un solo manifestante sino que, de hecho, fue desarrollada pacientemente por varias voces a lo largo del tiempo. Así pues, al contar la historia de los orígenes de la frase, resisto la tentación de tratar de identificar a un “pionero” pero sí quisiera documentar las contribuciones concretas de un amplio conjunto de personas al concepto de un movimiento del 99%.

El americano Willie Osterweil, recién llegado de las acampadas en Barcelona, comenzó la discusión señalando que esta “única demanda” del movimiento debería ser lo suficientemente amplia para incluir a todo el mundo: “No queremos observadores, queremos participantes”. Lorenzo Serna, un miembro latino e hispanohablante del grupo de Extensión respondió diciendo que tal vez lo que necesitaba no era una única demanda sino un mensaje único, algo que pudiera ser “fácilmente transferible de mi a cualquiera”. Isham Christie entonces enfatizó la diferencia entre una “demanda”, “que se dirige al estado o a las élites económicas” y un “mensaje”, “que se dirige a la gente que intentamos traer al movimiento”. En definitiva, el consenso “online” al que se llegó fue que Occupy Wall Street debía definirse menos por el qué de su posición política que por el quién de sus participantes. Moreno-Caballud sugirió entonces que la identidad del movimiento se definiría según su capacidad de generar un mensaje que fuera fácil de entender y que combinara lo político con lo económico, como había hecho el 15-M con su “No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”. Amin Husain añadió un eco populista de la constitución americana ofreciendo el slogan: “Nosotros, la gente, estamos tomando las calles porque el gobierno no nos escucha”. Finalmente, David Graeber, inspirado por un artículo del economista Joseph Stiglitz sobre “la política del 1%”, propuso la expresión que se convertiría en sinónimo de Occupy:

“¿Qué os parece “el movimiento del 99%”?”. Graeber continuó: “Los dos partidos políticos gobiernan en nombre del 1% de americanos que han recibido casi todos los beneficios del crecimiento económico, que son los únicos completamente recuperados de la recesión de 2008, que controlan el sistema político y la casi totalidad de la riqueza económica. Así que si los dos partidos representan al 1%, nosotros representamos a ese 99% cuyas vidas han quedado esencialmente fuera de la ecuación”.

Al día siguiente Santa-Cecilia y Moreno-Caballud imprimieron un flyer, añadiendo el pronombre “nosotros” al 99%, creando así una “identidad colectiva” para el “todos” y el “cualquiera” que formaría parte del movimiento: “Nosotros, el 99% llamamos a una asamblea general el 9 de agosto a las 7:30 en el Potato Famine Memorial”. El concepto del 99% empezó a circular por las calles de Nueva York. Más tarde, el activista y bloggero Chris lo transformó en su forma final: “Somos el 99%”, que dio nombre a una página de Tumblr. Estas fueron las palabras y el concepto que Santa-Cecilia y Moreno-Caballud recuperaron en su email de septiembre, durante la primera semana de la acampada.

  ser    Aunque el “mensaje” único del 99% fue una de las constantes que unió a los participantes de la AGNY desde dicho email del 4 de agosto hasta la ocupación del 17 de septiembre, los distintos contingentes de la asamblea variaban en su manera de ponerla en práctica. No es casualidad que la presencia española fuera la más fuerte en el grupo de trabajo de difusión Occupy Outreach, encargado de desarrollar el mensaje de la asamblea para llevarlo a otras comunidades fuera del movimiento. De los aproximadamente diez integrantes del grupo de Difusión en agosto y principios de septiembre, tres eran españoles. Además de Moreno Caballud y Santa Cecilia, Lauren Dapena Frais también participó activamente en el grupo. He de reconocer que cuando Moreno Caballud y Santa Cecilia, que no son ciudadanos estadounidenses, me hablaron en agosto de su plan de distribuir folletos en las salidas del metro de Brooklyn, me preocupé por su seguridad. ¿Cómo iban a reaccionar los neoyorquinos ante dos personas con acento marcadamente español instándoles a asistir a reuniones para la ocupación de Wall Street? No obstante, el contingente español persistió en sus esfuerzos más que nada porque, fieles al espíritu del 15-M, creían que el movimiento debería identificarse no sólo con los asamblearios, los manifestantes o los acampados sino, ante todo, con el conjunto de la población que es sometida a la manipulación de la élite político-financiera. Durante las asambleas de Tompkins Square Park, mientras gran parte del debate se centraba en cuestiones tácticas y logísticas de la ocupación, a Santa Cecilia se le veía, a menudo, repartiendo folletos a transeúntes curiosos que pasaban por el parque, hablándoles de las razones de Occupy. La idea era que la asamblea debía mantenerse abierta al 99% de la población, considerada la protagonista del movimiento. De hecho, aunque Moreno Caballud y Santa Cecilia acabaron uniéndose a las manifestaciones y la acampada del 17 de septiembre, albergaban serias dudas sobre las connotaciones imperialistas del nombre “Occupy” así como sobre la idea de levantar la acampada en “territorio enemigo”. Como habían pasado gran parte de su tiempo en España asistiendo a las asambleas más pequeñas que se extendieron en distintas localidades tras el desalojo de las acampadas masivas de Barcelona y Madrid, Santa Cecilia y Moreno Caballud siguieron propugnando el lema del 99% y propusieron esfuerzos por crear y apoyar asambleas locales más allá del distrito financiero de Nueva York.

            No me parece del todo casual que el grupo que más se preocupó de la inclusividad del movimiento, y más se esforzó por ella, haya sido excluído, en efecto, de los principales relatos sobre los orígenes de Occupy. ¿Por qué es así? En primer lugar, el 15-M fue más drástico que otros movimientos de 2011 en su creencia en un movimiento sin líderes hasta el nivel orgánico; al ser entrevistados, los acampados españoles solían negarse a dar sus apellidos, una práctica que fue replicada inicialmente por el contingente español de Occupy.  Especialmente en los primeros días del campamento de Zuccoti, esta táctica de despersonalización fue habitualmente recibida con confusión, hostilidad y, sobre todo, indiferencia por una sociedad americana fuertemente afectada por el culto a la celebridad. La falta de auto-promoción por parte del contingente español de Occupy supuso la progresiva disminución de su visibilidad y su influencia en el movimiento. Para el momento en que Occupy Wall Street había capturado la imaginación popular, en los últimos días de septiembre, los españoles ya no tenían una presencia decisiva en los principales órganos del movimiento, ni en Zucotti Park ni fuera del parque. Este giro confirmó, en parte, la efectividad de su concepto de un movimiento del 99%. Pero, por otro lado, el hecho de que fueran menos visibles que otros participante hizo que los medios globales –y en consecuencia, los activistas y académicos que, a pesar de toda nuestra retórica, continuamos estando fuertemente atados a esos canales estrechos de información- básicamente ignoraran las continuidades entre el 15-M y Occupy.

En el primero de mayo de 2012, durante una marcha a través de las calles de Manhattan, un grupo de participantes de Occupy intentaron reconstruir los puentes entre los dos movimientos. Preocupados por el hecho de que la gente tanto en Estados Unidos como en España siguieran viendo a Occupy como un movimiento local enfocado en el sistema político americano, llevaron una pancarta que decía: “Occupy Loves 15-M (Spain)”. Tengo fotos del contingente español llevando esa pancarta desde Union Square por todo Broadway hasta Zucotti, pero no creo que mucha otra gente reparara en ellos. La pancarta era una especie de testimonio de cierta derrota. Siendo cierto que muchos en Occupy “amaban” al 15-M, se había vuelto ya casi imposible afirmar una verdad mucho más profunda: que el 15-M era, o al menos era una parte fundamental, de Occupy Wall Street.


III.  Activistas, académicos, y cualquiera

Una de las principales características que distinguen al contingente español de los demás participantes de la AGNY es que la mayoría de los españoles del movimiento nunca habían sido activistas antes de los acontecimientos de 2011. Como muchos otros españoles en casa y en el extranjero, el 15-M les atrajo precisamente porque el lenguaje de las acampadas se había despojado del tradicional discurso de la izquierda. Casi todos los miembros españoles de la AGNY tenían estudios de posgrado —Santa-Cecilia, Moreno-Caballud, Lauren Dapena Fraiz, Ángel Luis Lara, Maleni Romero, Lucia Rey, Vicente Rubio, Manuel Levin, Xavi Acarrín, y Nikki Schiller— y sin embargo, todos se sentían cautivados por los lemas e ideas que salieron de las acampadas del 15-M. Al igual que los demás participantes de la AGNY, los españoles estaban imbuidos de la tradición de la política radical, habiendo leído desde  Marx hasta Franz Fanon, Gilles Deleuze y Felix Guattari, desde Gayatri Spivak y Jacques Rancières hasta Hardt y Negri. La diferencia fundamental, a mi modo de ver, era la forma en la cual los participantes se identificaban con esos teóricos políticos. Mientras que la mayoría de los activistas empleaban una retórica anti-capitalista en prácticamente cada frase que pronunciaban, había otro grupo, representado en el email de la “Demanda Única” por Lorenzo Serna, Isham Christie y Moreno Caballud, al cual le preocupaba más cómo se podrían modificar, reformular y traducir dichas ideas en lemas “fácilmente comprensibles”. Dentro del contingente español, este deseo de hablar un lenguaje cotidiano solía manifestarse en un rechazo deliberado a identificarse como intelectuales, activistas o académicos, a pesar de que varios de los españoles desempeñaban profesiones académica.

Aunque sería fácil calificar ese rechazo de hipócrita y engañoso, la precariedad de su situación era muy real en esos momentos. En los primeros días del movimiento Occupy existía el temor legítimo de una represión del gobierno, en especial hacia quienes no poseyeran la ciudadanía estadounidense. Y lo que es aún más importante quizá, el 15-M ya se hallaba en vías de reconfigurar la relación entre académicos, activistas y el resto de la población. Los debates acerca del papel del intelectual en los movimientos sociales se remontan a La Nueva Izquierda británica y norteamericana, pasando por Gramsci, Lenin y más allá, pero han adquirido una urgencia mayor en el mundo de habla hispana a raíz de las guerrillas de los años 60 y 70, la insurrección Zapatista de los 90 y los recientes movimientos populistas en Latinoamérica. Grupos como el Colectivo Situaciones de Buenos Aires, que empezó a combinar los esfuerzos organizativos y la militancia política con iniciativas de investigación tras la crisis financiera argentina de 2001, han atacado tanto a la izquierda ortodoxa como al establishment académico debido a su desinterés por interactuar con las personas sobre las que escriben. Siguiendo la pauta de estos movimientos en el mundo hispanoparlante, el 15-M fue notable por el papel secundario que asumieron los activistas y académicos del movimiento al ceder el paso a los indignados que llegaban a las acampadas y rechazando intencionadamente el tradicional concepto izquierdista de una vanguardia revolucionaria.

            Esta nueva forma de pensar y actuar de los españoles respecto a los movimientos sociales ha tenido, no obstante, sus teóricos. El más importante, con diferencia, para el contingente español de Occupy era Amador Fernández-Savater, un escritor y editor independiente de Madrid que publicó una serie de apuntes en su blog en mayo y junio de 2011 titulados “Apuntes de acampada sol”. Aunque Fernández-Savater cuenta con una larga trayectoria como activista, su modo de pensar, escribir y participar en acciones políticas cambió radicalmente tras varios años de colaboración con las víctimas del atentado de la estación ferroviaria de Atocha, Madrid, en 2004. Los apuntes de Fernández-Savater consistían a menudo en breves frases que había oído al pasear por las acampadas (“Sin vivienda, no hay viviendo” o “Somos personas”) seguidas de una explicación sobre cómo estos pronunciamientos en lenguaje cotidiano expresaban un sentido común alternativo en el movimiento. Solía autodenominarse “recogedor de citas”, un oyente que recopilaba y glosaba lo que otros expresaban en las plazas. En la primera anotación de su blog, Fernández-Savater reflexionaba sobre el significado de recoger estas palabras y expresiones encontradas:

“Discusión con un amigo militante. Me dice que le chirría el lenguaje que se emplea. Lo encuentra muy pobre: “democracia”, “ciudadanía”, etc. Se lo discuto: desde el “no a la guerra” son precisamente ese tipo de enunciados “planos” los que abren espacios donde todos cabemos y que mueven las cosas. Es verdad que me parece más potente “no vas a tener casa en la puta vida” que “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Pero me parece que hoy está claro que las palabras tienen fuerza no tanto por lo que dicen, sino por quién las dice y desde dónde las dice.”

Este intento de encontrar un lenguaje en el que “cabe todo el mundo” fue un distintivo del contingente español de Occupy.

            Se podría decir que el énfasis del contingente español sobre el lenguaje cotidiano y la gente común no era nada nuevo ya que las corrientes teóricas más significativas de los últimos veinte años han luchado por el poder colectivo de los grupos marginados que no hablan el idioma de la élite culta y que a menudo son excluidos de las historias de los “grandes hombres”. El énfasis sobre el anonimato y la marginación, fortalecido por el renovado interés por el marxismo tras la crisis financiera mundial de finales de 2007, puede verse en el concepto de Hardt y Negri sobre la “multitud”, los estudios poscoloniales sobre lo “subalterno” y en las teorías de Henry Lefevre y Michael de Certeau sobre las prácticas de la vida cotidiana. Todos los españoles conocían estas corrientes, y sus palabras y escritos reflejaban el lenguaje de esos autores. De hecho, se podría decir que el proyecto de Fernández-Savater en “Apuntes de Acampada Sol” fue articulado en constante diálogo con la creencia de Jacques Rancières en la “igualdad intelectual” de todas las personas y la insistencia de Michael de Certeau en “llevar las prácticas y el lenguaje científicos de vuelta a su tierra natal, la vida cotidiana”. Sin embargo, sería un error interpretar el discurso español como una simple aplicación de esos principios teóricos, porque el logro del 15-M fue, de hecho, invertir lo que Rancière y de Certeau se propusieron hacer. En lugar de formular una teoría sobre la vida cotidiana y el lenguaje común, llevaron dichas teorías académicas a la práctica en el mundo real. Además de traducir los sentimientos populares de las acampadas en España, el contingente español de Occupy fue también capaz de traducir las contribuciones intelectuales de una generación de teóricos ─muchos de los cuales respondían a los movimientos sociales de 1968─ al idioma cotidiano de los movimientos de 2011.

            Quizá la mayor lección que Fernández-Savater aprendió a su paso por las acampadas fue que el anonimato y la despersonalización no eran los únicos medios para combatir el culto a la individualidad de la sociedad contemporánea. En su introducción al libro Las voces del 15-M, publicado en su blog el 6 de junio de 2011, Fernández-Savater ofreció una alternativa a lo que denominó la práctica del “anonimato radical”. Refiriéndose a la larga serie de experimentos literarios y académicos con “la disolución del yo en procesos y tramas colectivas”, Fernández-Savater escribe:

“Conozco, comparto, he practicado y practico esa modalidad de anonimato. Pero hoy también me pregunto si es la única vía posible para escapar de la maldición del “autor individual y propietario”, si es la única articulación interesante y liberadora entre yo y nosotros, lo común y la singularidad. Veo que en las redes sociales y los blogs hay un uso de la primera persona, con la potencia que tiene ese tipo de enunciación muy encarnada, pero como un nombre propio más, como uno cualquiera; y además conectado a un flujo de conversación colectivo, aportando a un gran relato coral (blogosfera, hashtags, etc.). Quizá podamos pensar hoy también lo colectivo como un sistema de resonancias entre puntos singulares y no sólo como un mural dibujado a muchas manos.”

Mani NYSegún Fernández-Savater, las nuevas tecnologías sociales ofrecen un buen modelo para comprender la relación entre lo individual y lo colectivo en los recientes movimientos. Estas tecnologías le permiten a uno situarse junto a otros, convertirse en un nombre propio más “como cualquier otro” más que perseguir una especie de fusión definitiva de la energía humana en la que nadie puede determinar quién es quién. Su referencia a los hashtags es reveladora; el retuit de Twitter funciona simultáneamente como afirmación del nombre propio y expresión de una opinión común. Aunque se podría argumentar que el “sistema de resonancias” del que habla Fernández-Savater no es más que un nuevo envoltorio para la industria de la cultura denunciada por Max Horkheimer y Theodor Adorno, el análisis de los medios masivos como engaño masivo que realizaron estos autores se desmorona cuando nos fijamos en los casos concretos del 15-M y Occupy. De hecho, el “sistema de resonancias” no tardó en literalizarse en Zuccotti Park mediante el llamado “micrófono popular”, una creación improvisada de las primeras horas de la ocupación para sortear la prohibición oficial de altavoces en espacios públicos. Los participantes se levantaban y expresaban sus opiniones y propuestas, haciendo una pausa tras cada pocas palabras para que la muchedumbre o la asamblea las repitiera, transmitiendo así el mensaje a un círculo de personas cada vez más amplio a modo de eco. Aunque el “micrófono popular” estaba sujeto a diversas formas de manipulación, fuera por el temperamento de la asamblea, la elocuencia de la persona que hablaba o una simple interferencia de sonido, su característica más innovadora, quizá, fue que apartó a los medios casi por completo de la mediación entre lo personal y lo colectivo. Moreno Caballud escribió posteriormente que fue esa misma modulación de la voluntad de la asamblea la que actuaba de conducto para el mensaje del movimiento: “Lo interesante del micrófono popular es que funciona como el movimiento: no se trata simplemente de unos individuos moldeados a un grupo claramente identificado e identificable, sino que articula una composición colectiva variable que crece en proporción directa a cuántas personas suscriben lo que se propone —en voz más alta, mayor acuerdo— o por el contrario, disminuye cuando una propuesta es inviable u objetable —en voz más baja, menos acuerdo—.”  Yo añadiría que este mecanismo de “comprobación” que suponía el micro popular es precisamente lo que media entre la voluntad individual y la colectiva, un pensamiento expresado por un individuo que, a continuación, se incorpora (o no se incorpora) al discurso de la asamblea.

El acento sobre el lenguaje de la calle, la idea de que las formulaciones del movimiento tendrían que ser lo suficientemente amplias como para que “todos quepamos” y la política de lo que Fernández-Savater denominaría “el anonimato en primera persona” eran los principios de funcionamiento del contingente español de Occupy Wall Street. Todos estos principios eran congruentes con la creencia de que el mensaje del movimiento sería determinado no sólo por lo que se decía sino también por quién lo decía. La tremenda importancia que el comité de Difusión confirió a la cuestión de convertir el lema del 99% en un 99% real demuestra el compromiso de los españoles por ir más allá de la acampada para expandir la geografía del movimiento al vecindario, la ciudad y el país entero. En su email del 19 de septiembre, cuando el lema del 99% no se había popularizado aún, Moreno Caballud advirtió del riesgo de excluir al 99% si se seguía empleando una retórica primordialmente académica y activista. El siguiente correo me sigue pareciendo la expresión más emotiva de las ideas centrales de Occupy, una afirmación que sintetiza tanto los peligros como el dinamismo del movimiento y un reconocimiento de su necesaria temporalidad: “Hemos atraído mucha atención en internet e incluso en los principales medios de comunicación. ¡Aprovechemos esto ahora, antes de que pase! Construyamos un movimiento masivo y realmente inclusivo.”

¿Qué habría sucedido si Moreno Caballud no hubiera enviado ese email? Quizá no habría cambiado nada. Como hemos visto una y otra vez durante los últimos años, en pleno fervor de la agitación social, los acontecimientos e historias más improbables pueden surtir los efectos globales más profundos. La contingencia, sin embargo, no es lo mismo que la casualidad. La recuperación por parte de Moreno Caballud del lema del 99% en aquel momento pone de manifiesto su creencia de que deshacerse de la identidad cismática del “ocupador” como activista y académico no se podía anunciar sin más; había que repetirlo en voz alta y ponerlo en práctica en el entorno del movimiento mismo. El éxito de dicho email se puede atribuir no solo al “acontecimiento” de la formulación del lema, sino también a la pura tenacidad de repetir el lema del 99% por encima de la retórica activista que se había instalado inicialmente en la acampada. Se pueden decir muchas cosas acerca del legado de Occupy, pero lo que es innegable es que en esa semana de septiembre se hizo un llamamiento a un movimiento “masivo”. Otra cuestión distinta es si la transformación de las “identidades tradicionales” del activista y el académico sucederá o no. Eso, aún está por verse.


 IV. Problemas y progreso

Demonstration on May 1st 2012Aunque las iniciativas comunitarias creadas por Occupy a finales de 2011, como Occupy Sandy (para ayudar a las víctimas del huracán) o Strike Debt (Elimina la deuda), infundieron nueva energía al movimiento y obligaron tanto a los medios como a los académicos a replantearse su descripción de Occupy como un proyecto fracasado, no cabe duda de que las aspiraciones de plena inclusión que motivaron el mensaje del 99% se han topado con serios obstáculos. Ya en el primer mes de la ocupación de Zuccotti Park, muchos participantes y comentaristas observaron  el reducido porcentaje de personas de color en el movimiento, sobre todo de afroamericanos. En una columna de opinión del Washington Post titulada “Por qué los afroamericanos no se están sumando a Occupy Wall Street”, Stacy Patton señaló que, mientras que la población negra de EE.UU. constituye el 12,6%, las encuestas mostraban que representaba tan sólo el 1,6% del movimiento Occupy. Tras sugerir que muchos afroamericanos desdeñaban Occupy Wall Street por considerarlo un “movimiento blanco” que comenzó cuando los blancos empezaron a sufrir algunas de las dificultades económicas que los negros llevaban ya años padeciendo, Patton concluye que “si el movimiento Occupy no cree en la solidaridad con otros colectivos de personas explotadas y oprimidas, y si la América negra no concibe nuevas estrategias de liderazgo para abordar los problemas de hoy, la sabiduría de Frederick Douglass seguirá siendo cierta: la poderosa corriente de raza y clase subyacente en la sociedad estadounidense impedirá que tanto negros como blancos sean libres.”

Ahora los comentarios de Patton sobre la distancia entre el movimiento Occupy y la comunidad afroamericana me parecen acertados en gran parte; mis propias observaciones durante los primeros días del movimiento coinciden bastante con esa impresión. Recuerdo que en las reuniones de agosto en Tompkins Square Park hubo varias propuestas de trasladar las asambleas generales de la ciudad de Nueva York a otros barrios fuera de Manhattan basadas en un supuesto que sigo considerando correcto: los participantes variarían mucho según el lugar donde se celebrasen las asambleas. La inercia general de la AGNY respecto a estos temas confirmó algunas de las acusaciones de las que posteriormente fue objeto el movimiento. La idea de que “los afroamericanos se sumarán al movimiento cuando vean lo que estamos haciendo” siempre me pareció reductiva, y lo sucedido en los días iniciales del movimiento demostraron que esa creencia no se cumplió. De hecho, incluso me atrevería a argumentar que la presencia española en Occupy Wall Street pudo haber exacerbado el problema debido a que el discurso del 99% el “todos” y “cualquiera”— sonaba demasiado al lenguaje de los derechos universales que frecuentemente han sido traicionados en la práctica, aunque no por principio. Resulta significativo que la ahora extendida norma asamblearia de “step up, step back” (da un paso adelante, da un paso atrás) en el que a los participantes varones de raza blanca se les pedía que cedieran el turno para que se pudieran oír otras voces, no se implementó hasta mucho después de las asambleas de Tompkins Square Park.

Pero las apariencias engañan a veces. Cualquier persona que haya pasado tiempo en las asambleas de estudiantes reconocerá lo crucial que han sido los afroamericanos en la expansión de los grupos de educación y de deuda del movimiento y, como señala Graeber, los líderes del histórico sindicato negro Transit Workers Union of New York fueron “algunos de los primeros patrocinadores y entusiastas de la ocupación, con un ávido apoyo de sus bases”. Asimismo conviene recordar que el artista de hip hop Lupe Fiasco fue una de las pocas celebridades que ofrecieron apoyo ideológico y táctico a Occupy Wall Street antes del 17 de septiembre. Por último, un momento destacado de la infancia de la acampada de Zuccotti fue la convergencia de los manifestante de Occupy con la protesta del 20 de septiembre en Union Square contra la ejecución de Troy Davis, un afroamericano acusado de matar a tiros a un agente de policía de Georgia en 1989 y cuya inocencia defendían muchos activistas, grupos de derechos humanos y gran parte de la población negra. Muchos participantes del movimiento Occupy recuerdan la increíble energía que se desató cuando, tras recibir folletos repartidos por integrantes de Occupy, un amplio grupo de los manifestantes contra la ejecución de Troy Davis decidieron seguir su marcha hacia Zuccotti Park. Unos días más tarde, los integrantes de Occupy les correspondieron sumándose a una convocatoria a favor de Troy Davis. Dado que ese intercambio tuvo lugar en la calle, lejos del puesto de los reporteros, los medios de comunicación lo obviaron casi por completo.

Otro argumento discutible que Patton presenta en su artículo es que la relación entre Occupy y los afroamericanos ha sido un reflejo de las clásicas divisiones de la sociedad estadounidense. Su tesis de que el movimiento se originó en, y representó a, “la América blanca” fue, como ya he mencionado, inventada de forma retroactiva, en parte por algunos integrantes del movimiento y en parte por los principales medios de comunicación. Un ejemplo perfecto de la insidiosa fusión entre los relatos de Occupy y los de los medios se encuentra en el libro Occupying Wall Street: The Inside Story of an Action that Changed America (Ocupando Wall Street: La historia desde dentro de una acción que cambió América). Aunque el libro es “anónimo”, escrito supuestamente por los “Autores del 99%”, la contraportada contiene una nota de Johathan Lethem, un abanderado de la cultura vanguardista de la América blanca, que describe el libro como “Un relato de primera mano esencial e incitante sobre cómo el oxígeno volvió a fluir repentina y milagrosamente al cerebro americano”.  Los capítulos sobre los orígenes de Occupy titulados “Los comienzos” y “Ha nacido una ocupación” no sólo alimentan la extendida creencia de que los movimientos internacionales de principios de 2011 sirvieron sólo de “patrón” para AGNY, Bloombergsville y Occupy, sino que idealizan el papel de los conectores de la cultura blanca de Estados Unidos que lograron transformar las protestas extranjeras en un mensaje capaz de llegar directamente al cerebro norteamericano. Según cuenta el libro, el protagonista de la prehistoria del movimiento es el anteriormente citado Willie Osterweil, el manifestante estadounidense que había pasado varios meses en las acampadas de España. Los autores del libro citan a Osterweil: “En España resurgió mi urgencia y reconocí realmente (no intelectualmente) la naturaleza del momento histórico y las posibilidades que teníamos a nuestro alcance en EE.UU.” Aunque ya he aludido al papel crucial que desempeñó Osterweil en la formulación del lema del 99%, el libro no hace ninguna referencia a los participantes españoles y latinos que realmente (no solo intelectualmente) estaban presentes en la AGNY junto a Osterweil. La transfusión de oxígeno entre estadounidenses blancos y estadounidenses blancos se completa en el primer párrafo de “Ha nacido una ocupación”, en el que los autores hablan del “nacimiento” de la ocupación gracias a los esfuerzos de “un reducido grupo de hombre y mujeres mayoritariamente jóvenes y blancos, que hicieron planes de última hora para el sábado 17 de septiembre”. Es decir, al ocupar Wall Street, el movimiento se auto-blanquea.

Estas versiones de los orígenes de Occupy no las considero como indicativas de la perspectiva histórica de todos los miembros del movimiento sino más bien como el relato que a una facción del movimiento le gusta contarse. De hecho, el estallido de popularidad que Occupy experimentó entre finales de septiembre y octubre de 2011 coincidió con el creciente interés de autores como Lethem y otros exponentes de la vertiente “cool” de la cultura blanca estadounidense plasmada en ciertos medios como la revista neoyorquina N +1 o la revista McSweeney’s de San Francisco. Estas publicaciones literarias y culturales tendían a reproducir las impresiones de la “segunda ola” de ocupadores, mayoritariamente blancos, cuyo compromiso con el movimiento comenzó cuando Zuccotti Park ya estaba convirtiéndose en un circo mediático, un momento en el que a todos (me incluyo) nos resultaba difícil distinguir entre la forma y el contenido de la acampada. No quiero decir que esos participantes no estuvieran comprometidos con las causas del movimiento sino que representan a uno de los muchos sectores demográficos del movimiento y su relato es uno entre los muchos que se podrían contar sobre la trayectoria del movimiento. Los medios de comunicación que informaron sobre las primeras semanas de Occupy Wall Street padecieron, en general, de la necesidad de confirmar sus ideas preconcebidas; se dirigían a Zuccotti Park para retratar a un colectivo de manifestantes blancos, modernos, sobre-privilegiados e infra-informados y buscaban exclusivamente a personas que se ajustaran a ese perfil.

Si volvemos a fijarnos en los participantes de la AGNY que contribuyeron al hilo de emails sobre la Demanda Única, queda claro que los “ocupadores originales” distaban mucho de tipificar la América blanca. Isham Christie es un Choctaw (aborigen norteamericano) de Dakota del Norte, Amin Hussain es estadounidense de origen palestino, Lorenzo Serna es latino e indio americano, Moreno Caballud es español. Graeber y Osterweil son los únicos que se aproximan al perfil estereotipado de Occupy Wall Street. Por otra parte, la narrativa generalizada en EE.UU. ha pasado por alto los estrechos vínculos entre Occupy y la comunidad latina, creados sobre todo como consecuencia del empeño que los primeros integrantes españoles y latinoamericanos pusieron en llegar a los barrios de habla hispana por considerarlo crucial para la supervivencia del movimiento. Ya desde los comienzos, Santa Cecilia y el puertorriqueño Pablo Benson ayudaron a organizar el grupo de trabajo de Occupy en español, en el que participantes de Puerto Rico, México, Argentina, Uruguay, España y otros países (así como estadounidenses de habla hispana) celebraban asambleas, concedían entrevistas a medios hispanoparlantes y debatían sobre cómo crear redes con organizaciones y movimientos sociales latinoamericanos fuera de EE.UU.

Uno de los grandes éxitos del movimiento Occupy de Nueva York ha sido su capacidad de conectar con establecidas organizaciones latinas y de inmigrantes, entre ellas, los colectivos sociales La Indignación, La Unión de Brooklyn y El Centro de Staten Island. Durante el pasado año, el grupo 16 Beaver Street ha celebrado reuniones abiertas con miembros de la cooperativa de tratamiento de agua de Cochabamba, Bolivia (), y del Colectivo Situaciones de Buenos Aires. La gran corriente subterránea de Occupy sigue siendo la comunidad hispana, que a partir de unos pocos españoles y latinoamericanos involucrados inicialmente en el movimiento se ha extendido a inmigrantes sin papeles, agrupaciones políticas locales y participantes de acampadas fuera de EE.UU. entre otros. Más recientemente, el contingente hispano de Occupy ha dedicado gran parte de su tiempo y esfuerzos al foro pro-commons Making Worlds, que ha reunido a escritores y teóricos como Silvia Federici, George Caffentzis y James Quilligan junto con miembros de la sociedad, artistas, docentes y académicos. Este giro hacia los “commons”, sistemas de intercambio regulados por el usuario (como por ejemplo, Wikipedia) considerados como una alternativa tanto al estado como al mercado, refleja un intento consciente de desarrollar las ideas y las prácticas solidarias de Zuccotti Park  — la cocina comunitaria, la asistencia médica, y demás servicios gratuitos— más allá de la retórica reinvindicativa de Occupy.

      Lo que muestran los párrafos anteriores es que muchas de las cuestiones de “relaciones públicas” a las que se ha enfrentado el movimiento Occupy no sólo tienen relación con las prácticas y creencias del movimiento mismo sino también con las historias que se han contado dentro y acerca del movimiento. Estas historias influyen en la opinión pública sobre Occupy y, de un modo mucho más encubierto, en las teorías sobre Occupy que circulan entre académicos y activistas. ¿Cuál es, entonces, el papel del académico respecto a Occupy Wall Street? Recuerdo una frase que Moreno Caballud me repitió en numerosas ocasiones durante los primeros días de la acampada: “Más que nuevas teorías, necesitamos nuevas narrativas”. Mi crónica sobre el contingente español de Occupy es, o al menos pretende ser, una de esas narrativas, pero hay otros cientos de historias que se podrían contar. No sólo historias sobre los orígenes de Occupy, sino también relatos acerca de la repercusión que los múltiples movimientos, acciones y teorías del pasado han tenido en los movimientos sociales del presente. Quizá no hablemos el mismo idioma hay claras diferencias metodológicas y disciplinares que condicionan nuestras formas de escribir acerca de estos movimientos— pero quienes nos consideramos estudiantes y profesionales de la cultura tenemos la especial responsabilidad de trasladar estas narrativas de forma comprensible a personas ajenas a los círculos académicos y activistas. Nuestra formación y nuestra trayectoria nos permite analizar de forma seria, y crítica, los movimientos sociales que están transformando nuestro mundo. Los académicos no podemos ver todo lo que sucede sobre el terreno, claro está, pero sí podemos reconocer los límites de lo que vemos y tratar de ampliar nuestra visión en lo posible. Esto no nos hace héroes de la revolución, pero al menos nos permite ser partícipes de nuevas narrativas sobre la sociedad en la que vivimos, sea a nivel local o global, y sobre las complejidades de la transformación que está experimentando.   


Guerrilla Translation/Relacionado:Occupy, la deuda y los límites históricos del capitalismo/David GraeberStrip: Rushkoff in Real Life“El objetivo del juego no es tener un juego con objetivo”/ Douglas RushkoffStrip Capitalism works¡El capitalismo me funciona!  Verdadero/Falso/ Steve Lambert

1. [El artículo publicado en Tropics of Meta es una versión condensada de este texto completo. Partes de esta traducción se publicaron hace unos meses en El Diario.es. ]

Occupy, la deuda y los límites históricos del capitalismo

Arthur de Grave y Benjamin Tincq entrevistan a David Graeber

Es ineludible pagar las deudas contraídas… ¿no es así? David Graeber, antropólogo y figura destacada dentro del movimiento Occupy, cree que es hora de cuestionar la validez de este planteamiento moral. Graeber propone una nueva perspectiva sobre la deuda y recupera el concepto del jubileo de la deuda.

Conocido –a su pesar– como “antropólogo anarquista”, David Graeber fue uno de los primeros partícipes de Occupy Wall Street, donde creó el proyecto de Strike Debt (Tacha la Deuda), descrito por la revista Shareable como “el primer rescate financiero P2P”. Desde entonces se ha unido a la facultad de antropología de la London School of Economics. ¿Has oído hablar de los “curros inútiles”? Graeber acuñó el término en un artículo que se ha vuelto viral en las últimas semanas, y que se ha traducido a más de 14 idiomas.

En su libro “En deuda: Una historia alternativa de la economía”, Graeber analiza los fundamentos básicos del sistema económico actual, basado en la deuda y el crédito, y presenta un análisis tan perturbador como influyente en la red. Al igual que Charles Eisenstein, Graeber está redefiniendo nuestras nociones sobre el capitalismo, la deuda y el dinero, y proponiendo alternativas para un sistema mejor.

La mayoría de los economistas creen que los sistemas económicos de la antigüedad se basaban en el trueque. Tú, sin embargo, argumentas lo contrario.

¡Exactamente! Todo el mundo conoce el relato del trueque primitivo. La primera persona en divulgarlo fue Adam Smith. Tampoco le podemos echar la culpa, dado que por aquella época no contaba con ningún tipo de información etnográfica fiable sobre las dinámicas sociales y monetarias de estas sociedades. Sus teorías sobre el trueque y el intercambio directo estaban basadas en sus propias deducciones: la gente llamaba la puerta del vecino y decía: “Te voy a dar veinte gallinas a cambio de esa vaca, diez cabezas de flecha por ese arado…”. Evidentemente, en una economía como la que describe Smith, no tardarías en toparte con un gran problema: ¿qué pasa si nadie quiere tus gallinas? Así, transacción tras transacción, el dinero emergió gradualmente para resolver ese problema de falta de liquidez.

Es un cuento muy bonito pero tiene un problema: ¡es totalmente falso! Asume que las comunidades tienden a comerciar con lo que los economistas han dado en llamar “transacciones inmediatas” y entre desconocidos. No hay ningún tipo de crédito. Al examinarlo detenidamente veremos que es absurdo: digamos que tu vecino tiene una vaca que necesitas para un festín mientras que tú no tienes nada que ofrecerle… en ese momento. Pero bueno, dado que es tu vecino, lo más lógico es que tarde o temprano tengas algo que le sea de utilidad. Ahora todos sabemos que le debes algo, y puede que regrese un año más tarde para reclamarte una vaca, o incluso pedirte que tu hija se case con su hijo. De hecho, te podría pedir cualquier cosa y existen muchos motivos por los que al vecino le conviene que estés endeudado con él. Lo que encontramos en estas comunidades pequeñas son series de deudas informales. Distintos tipos de deuda y jerarquías de favores. Lo único que no vas a encontrar es un equivalente matemático exacto y esto último es lo que caracteriza al dinero.

 El trueque normalmente surge cuando se agota el dinero en comunidades acostumbradas a utilizar dinero en metálico.

Graeber

David Graeber

En conclusión, el problema no tiene que ver con que el dinero proceda del trueque, dado que el trueque normalmente tiene lugar entre personas que jamás volverán a verse. El quid de la cuestión es: ¿por qué tipo de proceso se empiezan a cuantificar estas series de deudas informales? ¿En qué contexto empiezan las personas a realizar cálculos matemáticos para obtener equivalencias perfectas? En situaciones potencialmente violentas. Imagínate una pelea de bar donde le cortan la oreja a alguien. Los códigos de conducta de las sociedades pre-estatales a menudo contaban con plazos y condiciones muy detalladas para el pago de multas por haber roto una nariz, cortado una oreja, herido una pierna, etc. En estos casos las multas impiden que se cometan otros actos violentos. Es un contexto en el que la gente exige exactamente lo que se le debe. Si alguien mata a tu hermano y no tienes muchas ganas de perdonarle, el código legal dice que te debe veinticinco vacas, pero puede darse el caso de que no tenga suficientes vacas para pagarte. Llegados aquí, vas a exigir un equivalente exacto con el que empezar a hacer cálculos.

Históricamente hablando, así es como creemos que emergió el dinero. El mito tradicional es falso: de hecho, en los primeros recuentos históricos sobre sistemas monetarios complejos de la antigua Mesopotamia, lo que hallamos es un sistema de crédito. Los sumerios no tenían balanzas lo suficientemente precisas como para pesar pequeñas cantidades de dinero; nadie llegaba al mercado con pepitas de metal. El crédito era lo más habitual dentro de las transacciones normales. El trueque normalmente surge cuando se agota el dinero en comunidades acostumbradas a utilizar dinero en metálico. La Rusia de los años noventa es buen ejemplo de ello.

En tu libro también dices que todas las revoluciones y movimientos sociales de la historia surgen a raíz de la deuda. Lo primero que hacían era destruir cualquier registro sobre la deuda. ¿Crees que estamos en una situación similar ahora mismo?

La verdad es que sí. Moses Finley dice que, desde la antigüedad, hay una demanda revolucionaria que es constante: cancelar la deuda y redistribuir las tierras. La página de We are the 99% llevó a cabo un estudio y esas eran las demandas más generalizadas. Ya no se trata tanto de exigencias radicales de autogestión o dignidad laboral, sino de la cancelación de las deudas y la devolución de los mecanismos básicos de sustento. Es como si la deuda hiciera las veces de foco moral para una rebelión, un foco con implicaciones radicales y capaz de movilizar coaliciones que no existirían en otras circunstancias.

Por un lado, la ideología de la deuda es una de las herramientas más poderosas jamás creadas para justificar situaciones de desigualdad exorbitante y, no sólo se les da un tamiz moralmente aceptable, sino que además hacen creer que la víctima tiene la culpa. Pero cuando todo estalle, estallará a lo grande. Ha ocurrido una y otra vez en la historia de la humanidad, y creo que este es uno de los aspectos más extraordinarios de Occupy Wall Street.

Por un lado, la ideología de la deuda es una de las herramientas más poderosas jamás creadas para justificar situaciones de desigualdad exorbitante y, no sólo se les da un tamiz moralmente aceptable, sino que además hacen creer que la víctima tiene la culpa.

Los estudiantes son uno de los colectivos más grandes dentro del movimiento y lo que vienen a decir es: “somos los niños buenos, pedimos un préstamo y estudiamos mucho para entrar en la universidad. Hemos seguido las reglas. Y aquí estamos. Pero  a nosotros no nos han rescatado. Por el contrario, los banqueros –los que nos han traicionado y mentido, además de destruir la economía mundial– se han beneficiado de un rescate gubernamental, mientras que nosotros vamos a pasar el resto nuestras vidas escuchando que somos una banda de vagos irresponsables porque les debemos dinero. ¡Eso no tiene ningún sentido!”

Más interesante aún es que hace 40 años ni un obrero ni un funcionario del transporte público se hubiesen hecho eco de los problemas de un estudiante universitario endeudado. Pero hace dos años comprobamos que la clase obrera apoyó a Occupy de forma masiva. Eso sólo se puede comprender entendiendo el poder que ejerce la deuda y el tipo de indignación que es capaz de suscitar. Facilita alianzas de clase que no habrían existido de otra manera. Tras el 2008, los ciudadanos estadounidenses se esforzaron al máximo por dejar atrás la deuda, pero hay dos categorías de deudas inextricables: los préstamos estudiantiles y las hipotecas basura. Tanto los estudiantes como los pobres de la clase obrera se encontraron en una situación relativamente parecida, y por eso formaron estos lazos de unión dentro del movimiento. ¡Así de poderosa es la deuda!

En la antigüedad, si no podías devolver una deuda podían forzarte a vender a tus hijos e hijas como esclavos. ¿Está esto relacionado con tu artículo sobre los “curros inútiles”?

Si alguien te contratara para lanzar una piedra por encima de un muro para, acto seguido, ir al lado contrario para tirarla de vuelta, y así durante todo el día, nos parecería absurdo. Pues resulta que casi todos nuestros trabajos son igual de inútiles. Cuando escribí el artículo sobre los “curros inútiles” estaba hablando hipotéticamente. Yo no trabajo en el sector corporativo pero cuando hablo con gente de ese sector les veo muy agobiados y de forma muy específica. ¡Pregúntale a cualquier abogado corporativo sobre su contribución a la sociedad! Parece que hay un tipo de trauma moral muy específico como consecuencia de tener un empleo que, en el fondo, sabes que ni siquiera debería existir. Hay millones y millones de personas atrapadas en esta situación. Curiosamente, me recuerda un poco al tipo de trabajos obligatorios e inútiles que se inventaban en la Unión Soviética –justo lo que, en teoría, jamás debería ocurrir en el capitalismo. Pero, aun así, se han inventado todos esos trabajos que ni siquiera deberían existir y la gente que los desempeña es plenamente consciente de ello.

En The Economist se ha criticado tu hipótesis.  Según ellos, estos trabajos sólo existen para gestionar la creciente complejidad de la economía global. ¿Cómo respondes a eso?

Mi respuesta es muy sencilla. Hay un ejemplo perfecto para contradecir su argumento: las universidades. Están añadiendo cada vez más cargos administrativos. Más decanos asistentes, más asesores de publicidad, etcétera. Si lo comparamos con cómo estaban las cosas hace 40 años, ahora tenemos cuatro veces esa cantidad de puestos administrativos. ¿Acaso la enseñanza es cuatro veces más complicada que antes? La producción no se ha vuelto más complicada, solamente hemos añadido más capas para repartir el botín. Estos trabajos inútiles son, en esencia, un tipo de renta: distribuimos parte de los beneficios de la extracción financiera a un grupo social que recibe un salario a cambio de aparentar que anda muy ocupado.

Una de las soluciones que propones es la organización de un jubileo de la deuda. ¿Cómo lograrlo en términos prácticos? ¿Cómo construir un nuevo sistema sin caer en los mismos errores?  

DebtCuando hablo de un jubileo de la deuda, lo veo más bien como una limpieza conceptual, no una solución práctica. Si nos damos cuenta de que el dinero no es más que un acuerdo social, podemos hacerlo desaparecer o volver a crearlo, hacer lo que nos dé la gana con él. Evidentemente, nadie elimina completamente todas las deudas. Siempre hay mecanismos que deben permanecer activos. Pero no me cabe la menor duda de que hay economistas profesionales capaces de proponer estrategias factibles: gente como Michael Hudson y Steve Keen ya han propuesto modelos concretos.

Evidentemente, tendríamos que mantener las pensiones. Uno de los aspectos más pérfidos del neoliberalismo es que coacciona a la gente a ser cómplice del sistema debido a la privatización de los fondos de pensiones. Tenemos que regresar al sistema de pensiones públicas. Pero eso son detalles técnicos que creo que podemos solventar si tenemos a la gente apropiada trabajando en ello. Los problemas económicos no son tan difíciles de resolver, aunque no se puede decir lo mismo de los políticos.

Si hablas con gente sincera de la clase dominante, verás que saben perfectamente que tarde o temprano habrá algún tipo de cancelación de la deuda. No hay manera de evitarlo.

Si hablas con gente sincera de la clase dominante, verás que saben perfectamente que tarde o temprano habrá algún tipo de cancelación de la deuda. No hay manera de evitarlo. La pregunta es: ¿cómo se va a realizar? ¿Será de forma honesta, donde los gobernantes admiten que van a cancelar las deudas, o van a encontrar alguna forma de ingeniárselas para volver a engañarnos? A lo largo de la historia hemos visto ejemplos de ambos. En la antigua Mesopotamia las cancelaciones de la deuda se empleaban a menudo para evitar estallidos sociales y preservar las estructuras básicas de la autoridad. Pero no olvidemos que la democracia griega y la República romana también fueron resultado de la quita de deudas. Es crucial que, en vez de discutir sobre si va a haber una cancelación de la deuda o no, hablemos sobre cómo va a llevarse a cabo.

En mi opinión, no hay manera de mantener el sistema financiero existente sin socavar los principios básicos del capitalismo. Creo que el capitalismo ha llegado a los límites de su potencial histórico. Lo único que me preocupa es que el siguiente sistema sea aún peor.

¿Crees que la descentralización del proceso de creación de dinero sería un buen punto de partida?

Ya hay mucha gente experimentando con monedas sociales y complementarias y veo en ello mucho potencial. Está claro que no es la única solución, pero me parece un elemento esencial dentro de cualquier solución. Antes de descartar el dinero por completo, creo que habría que experimentar con nuevos tipos de dinero. Jamás nos libraremos de él por completo. Pero si el dinero, en esencia, no es más que un cupón de racionamiento, creo que es preferible racionar lo menos posible y, como poco, eliminar el dinero en ciertos aspectos de la vida.

Pero el dinero está tan enraizado en nuestros cerebros…

La gente adopta distintas formas de dinero cuando no les queda otra: si el sistema monetario existente colapsa, hay que hacer algo. En épocas de quiebra económica puede pasar cualquier cosa.

A todo esto, ¿qué te parece la idea de una renta básica universal e incondicional para toda la ciudadanía?

La idea esencial detrás de la renta básica es que, dado que todos estamos produciendo valor constantemente, se vuelve necesario desligar el concepto de productividad del lugar de trabajo. Si proporcionas una renta básica emites un mensaje muy poderoso: nadie se quiere quedar ahí sentado sin dar palo al agua; confiamos en que busques una actividad provechosa. Este concepto del trabajo como algo moralmente intocable es una de las herramientas más detestables que ostenta el poder, y no hace sino agravar el fenómeno de los curros inútiles.

La verdad, es que el capitalismo ya ni siquiera se justifica a sí mismo. Se supone que es un sistema que mejora la calidad de vida de los pobres, haciendo que las desigualdades sean aceptables. Pero ya no es así. Se supone que produce más seguridad. Pero tampoco es así. Se supone que fomenta la democracia. Pero esto ya no ocurre. Todas las justificaciones positivas clásicas ya no son pertinentes. Ya sólo quedan los argumentos morales: que trabajar es bueno y que las deudas hay que pagarlas, no hay alternativa. Hemos llegado a un punto en el que estos argumentos sólo conducen a la autodestrucción del sistema. El barco se está hundiendo por sobrecarga de trabajo y de deuda.

Has estado muy activo en Occupy Wall Street desde sus principios. En su reciente libro ‘Swarmwise’, Rick Falkvinge compara el Partido Pirata [sueco] a Occupy. Una de las mayores diferencias que señala es que no tenéis ni líderes ni demandas específicas. ¿Cómo obtener resultados sustanciales con un liderazgo totalmente descentralizado?

Pero si en Occupy teníamos muchísimos líderes: ¡más de 100.000! La verdad es que todo depende de la estrategia. Tenemos una estrategia a largo plazo: estamos intentando transformar la cultura política. Para lograrlo, hay que crear nuevas instituciones, nuevos hábitos y nuevas sensibilidades. Esto es un objetivo ya ambicioso de por sí. Pero también supone dejar de centrarse en resultados concretos e inmediatos (aunque esto no excluye que no los alcancemos por el camino). De hecho, apostamos por una estrategia basada en deslegitimizar.

Me gusta utilizar la analogía de Argentina: lo que acabó con el reino del FMI en Latinoamérica fue el impago argentino. Antes de que el gobierno de Kirchner llegara al poder, se sucedieron tres gobiernos distintos, cada uno de ellos derrocados por levantamientos populares. El propio Kirchner tampoco era un radical, sino un socialdemócrata bastante apaciguado. Pero tuvo que hacer algo radical porque el movimiento social deslegitimizó por completo a toda la clase política. La gente empezó a organizarse y a crear su propia economía alternativa. Es un ejemplo perfecto de no necesitar la clase política para nada pero, aun así, seguir obteniendo resultados políticos.

Llegó un punto en el que los políticos eran tan odiados por todos que ni siquiera podían ir a un restaurante. Tenían que ir disfrazados o la gente les tiraba comida. Llegados aquí, la clase política no tuvo otra opción sino enfrentarse a la mismísima idea de que las instituciones políticas ya no tenían relevancia alguna en la vida del pueblo. Tuvieron que tomar una decisión radical que no hubieran tomado bajo otras circunstancias. Esta es la estrategia básica que estamos siguiendo con Occupy: en vez de impulsar candidatos y hacer reivindicaciones, estamos creando un sistema político propio capaz de funcionar sin políticos y que los políticos nos demuestren que aún tienen algún tipo de utilidad.

En vez de impulsar candidatos y hacer reivindicaciones, estamos creando un sistema político propio capaz de funcionar sin políticos y que los políticos nos demuestren que aún tienen algún tipo de utilidad

Norteamérica ha llegado a un punto de inflexión con Occupy. En Estados Unidos tenemos un largo historial de represión de movimientos sociales pero, históricamente, los movimientos que se han reprimido más violentamente han sido los de la clase obrera o los de personas de color, no los de blancos de clase media… O no sin provocar algún tipo de escándalo por parte de la izquierda moderada y la progresista (pensemos en la época de McCarthy, las protestas estudiantiles de los 60 etc.). Está claro que Occupy fue un movimiento muy diverso, pero también había muchos blancos de clase media y se llevaron sus palizas como todos los demás.

Pero esta vez parece que no le importaba nadie: las alianzas regionales entre los liberales y los radicales están rotas. Por otra parte, creo que hemos logrado más en dos años que cualquier otro movimiento social que se me ocurra en la misma cantidad de tiempo: la idea de clase social y del poder basado en clases ha vuelto a la agenda –a esto se refiere el eslogan “Somos el 99%”– y hemos denunciado la corrupción inherente al sistema político estadounidense. Hemos cambiado el ámbito político: recordemos que, al planear su campaña, Mitt Romney veía su trayectoria financiera de Wall Street como algo positivo… En Nueva York ya estamos empezando a ver las consecuencias políticas: Bill de Blasio, quien tiene toda probabilidad de ser el próximo alcalde, apoya a Occupy. Parece que nuestra estrategia está funcionando después de todo.


Guerrilla Translation/Relacionado:https://guerrillatranslation.files.wordpress.com/2013/10/factory-e1383171595590.jpgEl desempleo es la cura de todos los malesPaul B. Hartzoghttps://guerrillatranslation.files.wordpress.com/2013/11/strip-curros-inc3batiles-e1383341047312.jpgEl fenómeno de los curros inútilesDavid GraeberGuía práctico-utópica del inminente colapso/ David Graeber


Esta entrevista también se ha publicado en:

¿Qué es el P2P?

3001983021_b4308c52aa_oJulie Tran de MakeChangeTV entrevista a Michel Bauwens

“No podemos seguir con un sistema que crea riqueza pero que también está destruyendo el planeta y creando semejante desigualdad social. Creo que, tras 400 años de esto, ya sabemos que no funciona. Necesitamos un nuevo sistema que recupere todos estos valores comunales.”

¿Cómo sería una economía post-capitalista? En esta entrevista con Michel Bauwens, Julie Tran de Makechange TV indaga en las peculiaridades de la filosofía P2P o “entre iguales”. Bauwens responde de manera clara y directa a preguntas como: ¿Qué es la economía P2P? ¿En qué se diferencia del capitalismo y el comunismo? ¿Es lo mismo que el consumo colaborativo o el crowdsourcing? ¿Se convertirá en la tendencia principal del futuro?

Como material adicional incluimos dos esquemas escritos por Bauwens para Flok Society, un nuevo proyecto ecuatoriano para propagar la filosofía del buen conocimiento y el buen vivir. Los esquemas desglosan tres escenarios para la filosofía P2P, junto a los pasos necesarios para hacer la transición hacia una verdadera sociedad post capitalista.

(Para activar la pista de subtítulos, pulsad el botón rectangular de la parte inferior derecha y elegir “Spanish – (Spain) -Guerrilla Translation!”) 

Tres modelos de creación de valor, redistribución y desarrollo económico

Contexto

Esta pieza ha sido escrita como un marco de referencia para el proyecto FLOKSociety.org en Ecuador, para describir una transición hacia una sociedad basada en el conocimiento abierto y compartido.

Será mejorada continuamente entorno a la siguiente estructura:

    1. Modelos de extracción de valor, tanto materiales como inmateriales
    2. Estructura de clase dominante
    3. Lógicas de conocimiento
    4. Modelos de solidaridad
    5. Movimientos sociales y el equilibrio de poder
    6. El modelo dominante del capitalismo / alternativas dominantes
    7. Formas de democracia / participación

La idea clave es distinguir la condición de las prácticas en torno a compartir/p2p/procomún bajo el predominio del capitalismo cognitivo financiarizado y un modelo cívico/ético más genuino centrado en los bienes comunes

Análisis de los tres modelos

1: Bajo las condiciones del capitalismo propietario

  • Los trabajadores crean valor a título privado como proveedores de mano de obra
  • Desprofesionalización de la producción de conocimiento de los trabajadores; creación de capas de gestión y de ingeniería que gestionan la producción colectiva en nombre de los propietarios del capital
  • El conocimiento codificado es de propiedad exclusiva y el valor se captura como alquiler de propiedad intelectual
  • Los dueños del capital capturan y toman posesión del valor de mercado; redistribución parcial en la forma de salarios
  • En condiciones de equilibrio entre capital y trabajo, el Estado redistribuye la riqueza a los trabajadores como consumidores y ciudadanos
  • En las condiciones contemporáneas de debilidad del trabajo, el Estado redistribuye la riqueza al sector financiero, y crea condiciones de dependencia de la deuda a la mayoría de la población

2: Bajo las condiciones de una producción entre iguales emergente bajo la dominación del capitalismo financiero

  • Contribuciones ciudadanas voluntarias, trabajo pagado y empresarios independientes crean valor codificado en repositorios comunes de conocimiento, código y diseño

  • Los dueños del capital capturan y toman posesión tanto de los contribuyentes como del trabajo; las redes propietarias y las plataformas de colaboración capturan y toman posesión del valor de la atención de los participantes/contribuyentes

  • Los dueños del capital obtienen ganancias de los beneficios del trabajo distribuido desagregado (crowdsourcing)

  • El capital se co-crea a través de la financiación del trabajo y de las plataformas; crece la acumulación continua de repositorios comunes de conocimiento, código y diseño; en condiciones de precariedad para los contribuyentes voluntarios y emprendedores orientados sin apoyo al procomún

  • Los bienes comunes son administrados por instituciones con fines de beneficencia que reflejan el equilibrio de influencia entre los contribuyentes, los trabajadores y los propietarios de capital, pero continuan expandiendo los repositorios comunes; el sector de bienes comunes carece de mecanismos de solidaridad para hacer frente a la precariedad, la sociedad civil está aún siendo derivada hacia el mercado y sectores estatales

  • El Estado debilita su función pública y las funciones de solidaridad, en favor de funciones represivas y subvenciona al capital financiero; el Estado co-crea las condiciones mínimas para la producción entre pares orientadas al procomún y la redistribución hacia el capital financiero continúa.

3: En condiciones de producción entre iguales robusta, bajo dominio ciudadano

  • Los contribuyentes voluntarios y el trabajo autónomo cooperativo crean valor codificado a través de repositorios comunes; la recalificación ciudadana y del trabajo se produce a través de la fabricación distribuida orientada al procomún que sitúa a los creadores de valor en el timón de la fabricación distribuida y otras formas de creación de valor

  • Los contribuyentes del procomún crean entidades mercantiles cooperativas orientadas al procomún que las sostienen, así como a las comunidades de contribuyentes

  • Las cooperativas y otras entidades mercantiles afines al procomún, co-crean repositorios comunes y se dedican a la acumulación cooperativa en nombre de sus miembros; las contribuciones al procomún están codificadas en sus estructuras legales y de gobernanza; las coaliciones empresariales y filés (empresas estructuradas en red que trabajan en torno a unos grupos comunes para mantener comunidades productoras de bienes comunes).

  • La coordinación social mutua de producción a través de cadenas abiertas de aprovisionamiento dirige las actividades del mercado

  • Los bienes comunes permiten que las instituciones benéficas se conviertan en una formación ciudadana central para la gobernanza de los repositorios comunes; las entidades del mercado asociadas crean mecanismos de solidaridad y de ingresos para los productores y procomuneros con el apoyo del Estado asociado.

  • El Estado, dominado por los sectores ciudadanos/del procomún se vuelve un Estado Socio, que crea y sostiene la infraestructura ciudadana necesaria para permitir y empoderar la producción social autónoma

  • El mercado se vuelve una economía moral y ética, orientada en torno al producción procomún y a la coordinación mutua, apoyada por las funciones del Estado Socio

  • El sector mercantil está dominado por cooperativas, leyes, formas de gobierno y propiedad orientadas al procomún; las entidades restantes que maximizan los beneficios se reforman para respetar las externalidades ambientales y sociales, incluyendo la redistribución de la extracción de ‘beneficios-procomunes’.

  • Los mecanismos de gobernanza se reforman hacia modelos de gobernanza multisectoriales con orientación al procomún, los modelos de propiedad se reforman desde la extracción hacia modelos generativos

  • El modelo de Estado Socio renueva la prestación de servicios públicos, los mecanismos de solidaridad y asistencia social a través de la comunalización de los servicios públicos y asociaciones públicas-procomún

  • La redistribución social tiene lugar a través de provisiones de salario básico y mediante la reducción de la participación laboral, necesaria para crear condiciones de participación ciudadana y una economía contributiva


Propuestas de transición

Describiendo el rol de: 1) El estado 2) La economía ética 3) El sector del procomún

1:El Estado

  • El Estado se convierte en un Estado asociado, cuyo objetivo es facilitar y potenciar la producción social autónoma, que regula también en el contexto del bien común

  • El Estado se esfuerza por brindar apertura y transparencia máximas

  • El Estado sistematiza la participación, la deliberación y la consulta en tiempo real con los ciudadanos

  • La lógica social se mueve de estar centradada en la propiedad a estar centrada en la ciudadanía

  • El Estado desburocratiza a través de la procomunización de los servicios públicos y las asociaciones público-procomún

  • Los puestos de trabajo de servicio público son considerados como un recurso de repositorios del procomún y la participación se extiende a toda la población

  • La democracia representativa se extiende a través de mecanismos participativos (legislación participativa, elaboración de presupuestos participativa, etc.)

  • La democracia representativa se extiende a través de mecanismos de deliberación tanto tradicionales como en redes digitales.

  • La democracia representativa se extiende a través de votación directa y/o líquida (consultas y procedimientos democráticos en tiempo real, junto con los mecanismos de delegación de voto)

  • La tributación del trabajo productivo, el espíritu empresarial y la inversión ética se reducen al mínimo; la imposición de la producción de bienes sociales y ambientales se reduce al mínimo; la tributación de las inversiones especulativas improductivas se ve aumentada, los impuestos sobre los ingresos por alquiler improductivo aumentan; la fiscalidad de las externalidades sociales y ambientales negativas se ve aumentada

  • El Estado sostiene infraestructuras ciudadanas orientadas al procomún y agentes del mercado éticos orientados al procomún

  • El Estado reforma el sector empresarial tradicional para minimizar las externalidades sociales y ambientales

  • El Estado se dedica a la creación monetaria pública libre de deuda y apoya una estructura de monedas complementarias especializadas

2: La Economía Ética

  • Creación de una economía social/ética/ciudadana/solidaria orientada al procomún y al bien común

  • Los agentes del mercado ético se fusionan en torno al procomún del conocimiento productivo. Con el tiempo utilizan licencias orientadas al procomún y de producción entre iguales para apoyar al sector socio-económico

  • Los agentes del mercado ético integran requerimientos del bien común y de varios sectores impulsados por usuarios y trabajadores en su modelo de gobierno

  • Los agentes del mercado ético se desplazan de formas de propiedad extractivas a modelos de propiedad generativos; se privilegian formatos de compañías abiertas, éticas, orientadas al procomún

  • Los agentes del mercado ético practican contabilidad abierta y cadenas de suministro abiertas para aumentar la coordinación de mercado de la producción

  • Los agentes del mercado ético crean una red territorial y sectorial de asociaciones de la Cámara del Procomún para definir sus necesidades y metas comunes e interactuar con la sociedad civil, los comuneros y el estado socio

  • Con ayuda del Estado Socio, los agentes del mercado ético crean estructuras de soporte para una comercialización abierta, que mantenga y dé soporte al procomún

  • Los agentes del mercado ético se interconectan con comunidades productivas globales del procomún (comunidades de diseño abierto) y con asociaciones globales de producción (filés) que proyectan poder de mercado ético a nivel mundial

  • Los agentes del mercado ético adoptan un diferencial de salarios 1-8 y se establecen los niveles de salario mínimo y máximo

  • El sector comercial principal es reformado para minimizar las externalidades sociales y ambientales negativas; se proveen incentivos que buscan una convergencia entre las economías corporativa y solidaria

  • Con miras a obtener dicha convergencia, se alientan formas de economía híbrida, como el comercio justo, el emprendimiento social o las corporaciones de beneficencia

  • Se crean y apoyan microfábricas distribuidas para fabricación (g)localizada bajo demanda con el objetivo de satisfacer las necesidades locales de los bienes básicos y maquinaria

  • Se crean institutos para el apoyo del conocimiento productivo sobre una base territorial y sectorial

  • La educación está alineada a la co-creación de conocimiento productivo en apoyo a la economía social y el procomún abierto de conocimiento productivo

3: El sector del procomún

  • Creación de infraestructuras del procomún tanto inmaterial como de los bienes materiales. La sociedad es vista como un conjunto de bienes comunes entrelazados, que son compatibles con una economía de mercado ético y un Estado asociado que protege el bien común y crea infraestructuras ciudadanas de apoyo

  • Los procomunes locales y sectoriales crean alianzas civiles para interactuar con la Cámara del Procomún y el Estado Socio

  • La conexión de asociaciones con ánimo de lucro (Fundaciones del Conocimiento Común y Abierto) permite y protege los diversos bienes comunes

  • Cooperativas de Solidaridad forman asociaciones público-procomún en alianza con el Estado Socio y el sector de economía ética es representado por la Cámara de los Comunes

  • Los comunes naturales son gestionados por asociaciones público-procomún y se basan en la pertenencia ciudadana en Fideicomisos del Procomún


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Cuatro pasos hacia un mundo post-crecimiento

En esta entrevista con Louisa Clarence-Smith, del colectivo Extraenviromentalist, Donnie Maclurcan, cofundador del Post Growth Institute, comparte su visión de futuro: un sistema sostenible basado en dinámicas cooperativas y entidades sin ánimo de lucro. Prestad especial atención a su visión de cómo sería un mundo post-crecimiento y las cinco estrategias clave para alcanzarlo.

Donnie Maclurcan es cofundador del Post Growth Institute, un grupo internacional que investiga nuevas estrategias hacia una prosperidad global que no dependan del crecimiento económico.

Hemos hablado con él sobre su último proyecto colaborativo, un libro llamado How on Earth? donde se presentarán estrategias para que las empresas sin ánimo de lucro se conviertan en el principal modelo de negocio, a nivel local, nacional e internacional de aquí al 2050.

A nivel personal, ¿Cuando comenzó tu campaña para hallar una alternativa al crecimiento económico?

La campaña surgió de mi posdoctorado, donde se concluía que teníamos que innovar sin crecimiento económico. Alrededor del 2006, empecé a lanzar esta idea y, durante un diálogo con el que más adelante sería el ministro australiano del medio ambiente [Peter Garrett], le planteé una pregunta desde el público: “¿Pero cómo vamos a lograr esto en un mundo con recursos limitados?”. Él ignoró mi pregunta por completo y eso me afectó bastante, dado que había sido el cantante del grupo Midnight Oil y el presidente de una de las organizaciones medioambientales más importantes de Australia, la Australian Conservation Foundation. Ahora que me lo planteo, ese fue el momento en el que comenzó todo

¿Hay algún movimiento fuerte buscando alternativas al crecimiento en Sidney, Australia?

En Sidney no tanto, pero en Australia si, no cabe duda. Vistos los resultados de los impuestos sobre las emisiones de carbono y con las crisis medioambientales a las que nos enfrentamos, cada vez hay más personas cuestionando la validez de los parches tecnológicos y dándose cuenta de que la política gubernamental jamás va a ser suficiente. Australia se ha convertido en uno de los líderes mundiales en consumo colaborativo y la trayectoria general apunta hacia la emergencia de distintos modelos de negocio: innovaciones sociales y empresas sociales –el gobierno sigue a la zaga con esto, pero hay mucha gente moviéndose en esta dirección.

La comunidad se ha movilizado mucho en estos últimos 10 años en torno a asuntos como al aumento de incendios, las inundaciones o las sequías. A través de las plataformas virtuales, vemos a muchas personas planteándose cómo construir una economía basada en bienes y valores — y en la que se utilicen recursos locales. Todo esto ha permitido concebir una economía diferente que no depende del crecimiento.

¿Por qué decidisteis crear How on Earth?

La mayor motivación fue ver todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor. Hemos documentado casi 5.000 cosas con las que capitalizar un futuro post-crecimiento y, visto en conjunto, nos dimos cuenta de que es una fórmula que apenas se ha propagado.

Utilizamos una estrategia inductiva que nos motiva mucho a la hora de hacer algo distinto. Tras asistir a un sinfín de conferencias sobre la “Nueva Economía”, sólo veíamos variaciones sobre la misma estrategia, que viene a decir: “a tal problema, tal solución”. O “¿Cuál es el problema? Vamos a analizarlo y ver cómo podemos responder….”. Eso, normalmente, lleva a respuestas regulatorias o a replantearse la división entre Estados y Mercados. Esto supone volver a políticas antiguas de la Guerra Fría que nunca llevan a nada porque se ven viciadas por la teoría política de la diferencia y el conflicto entre modelos de aparato estatal grandes o pequeños.

La motivación ha sido nuestro entusiasmo ante algo capaz de trascender las divisiones de izquierda y derecha para plantear una alternativa que podría reducir el tamaño del gobierno a la vez que incrementa la prestación de servicios sociales. Esto está más allá de la contraposición entre un sector público grande o pequeño, o los modelos progresistas o conservadores que normalmente se proponen al presentar alternativas económicas para el futuro.

Describe tu visión de un mundo post-crecimiento.

Lo mejor de todo es que no tenemos por qué exponer una visión ni una fórmula. El siglo XXI está caracterizado por el co-diseño. No consiste en decir “esto debería ser así”, aunque creo que algunos aspectos principales serían:

Relocalización: donde las personas utilizan Internet y herramientas digitales para relocalizar la producción, el intercambio y el comercio. Así sabrás qué tienen tus vecinos y, en base a ello, incrementar la prestación de servicios sociales y reducir las distancias asociadas con esos servicios.

Un sistema monetario mucho más basado en la realidad y no en la especulación, y que tenga incentivos para mantenerse así, para crear transacción coherentes.

Redistribución del modelo de negocio: Como aludimos en el libro, creemos que los modelos de negocio serán distintos, y que cada empresa incorporará un proceso de redistribución de beneficios para incrementar la riqueza general, en vez de conducir a la desigualdad que provoca el sobreconsumo.

Una estrategia participativa: lo más importante es lo que acabo de decir sobre reducir desigualdades; pero reducirlas para redefinir “riqueza” como sinónimo de conexiones verdaderas, no del consumismo desbocado.

¿Cuáles crees que son las causas principales de la insostenibilidad de nuestros sistemas humanos?

En el sentido práctico, la insostenibilidad está provocada por el sobreconsumo de recursos naturales estratégicos; que esto a su vez se ve alentado tanto por la apatía y falta de motivación de la clase adinerada, como por la necesidad — dada la escasez de alternativas, tanto reales como percibidas—  de aquellos a los que no les van bien las cosas. Todo está exacerbado tanto por una envidia y una codicia provocada que busca la riqueza material como por las desigualdades sociales que fabrica el propio sistema. Mientras tanto, la desigualdad financiera y los intereses particulares sólo sirven para acelerar el proceso. Todos estos son aspectos claves dentro de un sistema basado en la acumulación centralizada del dinero, de la riqueza, de los bienes y del poder.

Ciencia P2P: El desafío del siglo es responder a Fukushima

Layne Hartsell y Emanuel Pastreich

Resolver la crisis nuclear de Fukushima exigirá considerar de nuevo nuestra manera de abordar la ciencia, los medios de comunicación social y la diplomacia pública.

Hace ya más de dos años y medio que un terremoto, y el posterior tsunami, causaron graves daños en una central nuclear japonesa. El desastre de Fukushima se ha convertido en una de las amenazas más graves para la salud pública en la región Asia-Pacífico, y el peor caso de contaminación nuclear que se haya visto jamás. Hoy día la radiación sigue escapándose de la planta Fukushima Daiichi hacia las aguas subterráneas, amenazando con contaminar todo el océano Pacífico. La limpieza necesitará de un esfuerzo global sin precedentes.

Al principio, los elementos radiactivos vertidos consistían en Cesio-137 y Cesio-134 y, en menor medida, Iodo-131. De estos elementos, el más peligroso a largo plazo es sin duda el Cesio-137, ya que es altamente bioasimilable y tiene una vida media de 30 años, lo que implica que la amenaza persistirá durante varias décadas. En los últimos vertidos el nivel de Estroncio-90, un elemento radiactivo mucho más peligroso, está aumentando. El Estroncio-90 es un análogo funcional del Calcio, por lo que se absorbe y acumula fácilmente en los huesos de humanos y animales.

La Compañía Eléctrica de Tokyo (TEPCO), ha admitido recientemente, que carece de los conocimientos necesarios para controlar de manera efectiva el flujo de radiación hacia las aguas subterráneas y al mar; y ha pedido ayuda al gobierno japonés. TEPCO ha propuesto la creación de una barrera subterránea congelando el suelo de los alrededores de la planta para evitar que el vertido radiactivo siga escapando hacia el mar, un enfoque que jamás se ha intentado en un caso de fuga de radiación masiva. TEPCO también ha propuesto levantar muros adicionales, dado que el muro existente ha sido rebasado por las, aproximadamente, 400 toneladas diarias de agua que fluyen hacia la planta nuclear.

Pero aunque estas propuestas tuvieran éxito, no constituirían una solución a largo plazo.

Una nueva carrera espacial

Resolver la crisis de Fukushima Daiichi debería plantearse como un desafío similar al de poner a una persona en la Luna en la década de 1960. Un reto tecnológico tan complejo requeriría mucha atención y el gasto de cantidades enormes de recursos durante varias décadas. Pero esta vez, el esfuerzo debe ser internacional, ya que esta crisis pone en riesgo la salud de cientos de millones de personas. La solución definitiva de esta crisis merece tanta atención por parte de gobiernos e industria como la que se presta a las armas nucleares, el terrorismo, la economía o la delincuencia.

Resolver el problema de Fukushima Daiichi precisará reclutar a las mejores y más brillantes mentes que se puedan encontrar para llegar a una estrategia que se lleve a cabo durante el próximo siglo. Gente experta de todo el mundo deberán de aportar su inteligencia e ideas. Deberán provenir de diversas disciplinas como la ingeniería, la biología, la demografía, la agricultura, la filosofía, la historia, el arte, el urbanismo y algunas más. Tendrán que trabajar juntos a distintos niveles para desarrollar un plan amplio sobre cómo reconstruir las comunidades, re-alojar a las personas, controlar la fuga de radiación, eliminar de forma segura el agua y el suelo contaminados, y contener la radiación. También tendrán que encontrar la manera de desarmar completamente el reactor dañado, aunque ese desafío puede necesitar de una tecnología que no estará disponible hasta dentro de unas décadas.

Dicho plan requerirá el desarrollo de tecnologías aún no disponibles, como robots que puedan funcionar en ambientes altamente radiactivos. Este proyecto podría cautivar la imaginación de desarrolladores del mundo de la robótica y dar una aplicación civil a la tecnología militar actual. Mejorar la robótica evitaría escenas trágicas, como la de personas mayores y otros voluntarios adentrándose en los reactores, pese a los evidentes riesgos.

El desastre de Fukushima es una crisis para toda la humanidad, pero es una crisis que puede servir como una oportunidad para construir redes globales de colaboración sin precedentes. Los grupos o equipos asistidos por tecnología informática sofisticada pueden comenzar a dividir en partes manejables los inmensos problemas derivados del vertido. Después, los expertos podrán volver con las mejores recomendaciones y un plan de acción concreto. El esfuerzo puede inspirarse en el trabajo previo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, pero debe ir mucho más allá.

En su libro Reinventing Discovery: The New Era of Networked Science (“Reinventando el descubrimiento: La nueva era de la ciencia en Red), Michael Nielsen describe los principios de la ciencia en Red, que se pueden aplicar a una escala sin precedentes. Los avances que conlleva esta aproximación también se pueden aplicar a otros proyectos a largo plazo, tales como la limpieza del vertido de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon de BP en el Golfo de México o la respuesta global al cambio climático. La investigación colaborativa sobre Fukushima debería llevarse a cabo a escala masiva, mayor que la secuenciación del genoma humano o el mantenimiento del gran colisionador de hadrones (LHC).

Por último, en la respuesta a esta crisis existe una oportunidad de reinventar por completo el campo de la Diplomacia Pública. Ésta puede cambiar, desde el esfuerzo, un tanto débil, de los gobiernos nacionales, que sólo pretende maquillar su discurso, hacia foros serios de discusión y acción de problemáticas internacionales. Tan pronto como la Diplomacia Pública madure a través de la experiencia de Fukushima, podremos idear nuevas estrategias para unir a cientos de miles de personas en todo el mundo para dar respuesta a las amenazas comunes.

Tomando nota de la ciencia en Red, la diplomacia pública podría funcionar como una plataforma para la colaboración internacional honesta y definitiva en temas cruciales como la pobreza, las energías renovables y el control de la contaminación.

Del mismo modo, esta crisis podría servir de impulso para que las redes sociales hagan lo que se supone que deben hacer: ayudar a las personas a combinar sus conocimientos para resolver problemas comunes. Las redes sociales pueden utilizarse no como un medio de intercambio de fotografías de cafés con leche y gatos sobrealimentados, sino más bien como un medio eficaz para evaluar la veracidad de la información, fomentar el intercambio de opiniones entre expertos, llegar a consensos, y permitir que la sociedad civil participe directamente en la toma de decisiones.

Un sistema de revisión entre iguales, a través de las redes sociales, puede desempeñar un papel crucial a la hora de plantear nuevas propuestas frente a la crisis de Fukushima. Como figura destacada del movimiento P2P, Michel Bauwens, apunta en un correo electrónico: “Las redes entre iguales ya están propagando un modelo de conocimiento común y a nivel mundial, incluso en la producción de ordenadores, automóviles y maquinaria pesada.”

Puede que aquí esté la clave para resolver el problema de Fukushima: abrirlo para que pueda resolverlo el mundo entero.

Ciencia entre iguales

Hacer de Fukushima un proyecto global, que verdaderamente involucre a expertos y a millones o decenas de millones de ciudadanos corrientes, podría devolver un poco de esperanza al mundo después de dos años y medio de mentiras, medias verdades y esfuerzos conjuntos del gobierno japonés y las instituciones internacionales para eludir cualquier responsabilidad. Si los ciudadanos concienciados de todos los países estudiasen a fondo los datos y realizasen sus sugerencias por Internet, podría haber un nuevo nivel de transparencia en el proceso de toma de decisiones y una abundancia de observaciones valiosísimas.

No hay ninguna razón para que la información sobre las emisiones de radiación y el estado de los reactores no esté disponible públicamente y con suficiente detalle como para satisfacer la curiosidad de un ingeniero nuclear. Si la hoja de ruta viene del consenso de los millones de ciudadanos dedicados a tratar de resolver el problema, tendremos una fuerte alternativa al secretismo actual. ¿Cabe la posibilidad de que nuestra cooperación para resolver la crisis de Fukushima marque un antes y un después para superar las barreras que contra la inteligencia colectiva son impuestas por las fronteras nacionales, las patentes de las empresas y las preocupaciones por la propiedad intelectual?

Existe un proyecto para clasificar todas las estrellas del firmamento que ha demostrado que, si las tareas se dividen con rigor, la contribución voluntaria de individuos no acreditados puede jugar un papel fundamental en la solución de problemas técnicos. En el proyecto Galaxy Zoo, cualquier persona que lo desee puede meterse en Internet y clasificar los diferentes tipos de estrellas situadas en galaxias distantes e introducir la información en una base de datos. Todo esto forma parte de un esfuerzo monumental para ampliar nuestro conocimiento del Universo que ha tenido un éxito enorme y ha demostrado que hay partes del análisis científico que no necesitan un doctorado. En el caso de Fukushima, una persona corriente, si examina fotografías de satélite por Internet todos los días, puede ser más experta que un profesor a la hora de identificar flujos inusuales que transporten elementos radiactivos. Hay una enorme cantidad de información sobre Fukushima que necesita ser analizada y ahora la mayor parte de ella queda prácticamente sin analizar.

Para dar una respuesta eficaz a Fukushima se necesita adoptar tanto una perspectiva general como una específica. Al principio será necesario establecer las prioridades de forma cuidadosa y sofisticada. A continuación, se pueden crear grupos de convergencia que podrían responder a las crisis y desafíos con gran eficacia gracias a la computación avanzada y a un trabajo metódico de integración interdisciplinar. Estos grupos de convergencia también pueden funcionar como un puente entre expertos y colaboradores amateur, fomentando una educación continua crucial sobre la ciencia y la sociedad.

Dar respuesta a la crisis de Fukushima consiste tanto en educar a la gente común acerca de la ciencia como en reunir a expertos bien remunerados. Es inútil que los expertos planteen nuevas soluciones si no pueden aplicarlas. Sin embargo, la aplicación sólo puede lograrse si la población en su conjunto tiene una comprensión más profunda de los temas. Los esfuerzos de una ciencia inclusiva en red y a gran escala garantizarán que ningún segmento de la sociedad quede fuera.

Si los actores conocidos (ONG, gobiernos centrales, corporaciones e instituciones financieras) son incapaces de hacer frente al conjunto de crisis sin precedentes que afronta la humanidad, debemos encontrar maneras de crear redes sociales, no sólo para idear conceptos innovadores, sino también para promover y aplicar las soluciones que se deriven de ellos. Ese proceso incluye presionar a las instituciones para que actúen. Necesitamos algo realmente nuevo para orientar la ciencia y la tecnología a satisfacer las necesidades de la sociedad civil. No hay mejor lugar para empezar que Internet y no hay mejor tema que dar una solución definitiva a la catástrofe de Fukushima.

  • Agradecimientos a Manuel Troncoso Cabeza por su ayuda en esta traducción.

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La llamada a la revolución de Russell Brand

Dado que no veo la tele — porque no tengo tele—  y evito el famoseo a toda costa — porque me da la gana— la verdad es que no tengo ni idea de si Russell Brand es famoso en España o no.

En todo caso, la reciente entrevista cara a cara enfrentando a Brand con Jeremy Paxman, un presentador británico de la muy vieja escuela, está causando revuelo en la red y con buen motivo. Brand está bastante sembrao en el vídeo, expectorando perlas del calibre de “Votar supone ser cómplice tácito de ese sistema, y no puedo recomendarlo…” o  “Se está destruyendo el planeta, estamos creando una clase marginal, estamos explotando a los pobres del mundo entero mientras que los problemas genuinos y legítimos del pueblo ni siquiera son abordados por la clase política…” ante la  mirada estupefacta del apoltronadísimo Paxman. ¿Qué otros famosos “escandalosos” están diciendo algo así?

Subtitular el vídeo no ha resultado nada fácil. Brand desengrana vocablos cuan repartidor de panes y peces, apenas pausando entre intervenciones y atropellando verbalmente a su entrevistador (a quien, todo sea dicho, no le viene mal el escarmiento). Estos subtitulos son para lectores rápidos. Hemos intentado compactarlos lo máximo posible, pero sin perder el “salero” de Brand.

(Pulsad en la parte inferior derecha para activar subtítulos en Español)

Video traducido y subtitulado por Stacco Troncoso. Editado por Carolina y Amador.

Las críticas no se han hecho esperar, tanto desde los sectores conservadores como los más progresistas. De entre todas, la observación que más me ha llamado la atención proviene de Jerome Roos, editor de Reflections on a Revolution, una de las mejores publicaciones online del momento. En su reseña sobre la entrevista, Roos apunta:

“En el fondo, lo que me da esperanza no es Russell Brand. Aunque he disfrutado mucho con la entrevista, la verdad es que me da igual lo que este famoso le diga a la BBC o lo que escriba en  The New Statesman. Lo que me emociona de verdad es el hecho de que este anhelo revolucionario tan sincero siga resonando con millones de personas. No creo que la revolución vaya a arrancar en cualquier momento… pero eso es porque ya ha empezado.”

A mí también me han divertido mucho las intervenciones de Brand. Puedo estar en desacuerdo con algunos de sus comentarios —realmente no creo que necesitemos ningún “sistema administrativo centralizado” a estas alturas—  pero lo que me parece más destacable es que un “famoso” proveniente de la clase obrera refleje el cabreo generalizado que sentimos a lo largo del planeta. A veces, observando el movimiento global que ha surgido (o resurgido, dependiendo de tu perspectiva, no ofendamos a nadie…) en los últimos tres años, echo de menos la conexión revolución/cultura popular de finales de los sesenta o del apogeo del Punk. ¿Dónde están los MC5 de hoy en día? ¿El auge del black power ligado al Free Jazz, Albert Ayler y Archie Shepp? ¿Frank Zappa hablando de los disturbios de Watts? ¿The Clash? ¿Patti Smith? ¿Dónde está la banda sonora de esta revolución?

Personalmente, no veo nada comparable a la repercusión internacional que tuvo ese reflejo musical y artístico del espíritu revolucionario de los sesenta. Hablamos de un momento en el que la cultura popular y la política se entremezclaban como componentes indivisibles del mismo afán de cambio. A finales de los setenta vimos algo parecido con el Punk y su filosofía DIY. Puede argumentarse que en los noventa vivimos una revolución musical comparable pero, ¿qué ha pasado ahora? ¿Por qué no se reunieron Rage Against the Machine para tocar en Occupy? (Aunque tocaran en Wall Street diez años antes). ¿Veremos un nuevo movimiento musical que refleje, que no lidere, las características del 15M, Occupy, Turquía, Brasil y la Primavera Árabe? ¿Un resurgimiento Punk más acorde con el espíritu DIWO (DoItWithOthers) que el DIY (DoItYourself)?

No voy a comparar la calidad artística de Brand con los artistas que he mencionado (como bien señalaba el Inspector Callahan, “Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno.”) pero me parece importante tener en cuenta la repercusión que pueden tener sus acciones sobre la conciencia popular. ¿Cuántos otros famosos se están mojando tanto como él?

Brand me cae muy bien, y me parece muy gracioso. Tiene duende, está sembrado… Como bien dice en el vídeo: “Claro que va a haber una revolución. Va a ocurrir, no cabe duda. Es que no me cabe la menor duda. Esto es el final, ha llegado la hora de despertar…”